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Don Boni, hombre de fe y buen humor

Bonifacio Sánchez, que fue durante 29 años párroco de San Pedro, se convirtió en uno de los curas más queridos de Gijón

Don Boni, en el Campo Valdés, con San Pedro a sus espaldas. LNE

"A veces pienso que los curas somos como un jamón: está bien ahí colgado menos a la hora del bocadillo que todos echan mano de él". Bonifacio Sánchez Alonso, Don Boni, (Moreda, 1925) fue, entre otras muchas cosas, un hombre original y creativo tanto en sus actos como en sus palabras como demostró durante sus 29 años al frente de la Iglesia de San Pedro Apóstol Mayor de Gijón. José María Díaz Bardales -otro de los curas más queridos y añorados en la ciudad- le definió, a modo de obituario en estas mismas páginas, como "un hombre peculiar, listo, con un gran sentido del humor, excelente comunicador y con una fe muy humana". Casi nada.

Bonifacio Sánchez recibió estudios eclesiásticos entre Oviedo y Valdedios hasta que fue ordenado sacerdote el 1 de junio de 1950. Su primer destino fue, como coadjutor, en San Martín de Turón. Allí estuvo entre 1950 y 1955 para después convertirse en párroco de San Pedro de Piñeres, en Aller, hasta 1970. Fue ese año en el que, con su fe bajo el brazo, aterrizó en la villa de Jovellanos para hacerse cargo de la parroquia de San Pedro, una labor que desempeñó hasta el 1 de mayo de 1999, día en que el otrora Arzobispo Gabino Díaz Merchán aceptó sus deficiencias de salud para concederle la jubilación. Atrás quedaban casi tres décadas de servicio en San Pedro. "Sentí un gran alivio, como si me quitaran una gran losa de encima, un peso enorme", confesó Don Boni en una entrevista a LA NUEVA ESPAÑA después de hacerse público su relevo por Javier Gómez Cuesta. "Son ya cincuenta años en activo y ya está bien", añadió entonces.

Fue el propio Don Boni quien aseguró que lo primero que hizo al conocer la noticia fue dormir la siesta profundamente. Después, fue tiempo de hacer balance de sus 29 años de párroco en San Pedro. "Hice cosas bien, pero también dejé muchos cadáveres por el camino. Tampoco convertí a nadie. Creo que he tenido una vida bastante estéril", manifestó. No hay frase de Don Boni, de viva voz o desvelada después por algún "juntaletras", que careciese de rotundidad. Sirva como ejemplo: "está claro que después de tantos años dejas tantos amigos como enemigos".

Al tiempo que conquistaba con sus homilías a la feligresía de San Pedro -prosiguió oficiando la misa de las once de la mañana tras jubilarse-, Don Boni ostentó también el cargo de arcipreste de Gijón-Centro de 1978 a 1982 además de presidir el patronato de la Fundación San Eutiquio. También fue cofundador de la residencia para mayores de Cimavilla, instalada sobre la antigua rectoral de la parroquia, y fue patrono de la Fundación Santa Laureana. Pero fue cura, según dejó constancia, casi por casualidad.

Bonifacio Sánchez, hijo de un minero, nació en Moreda en 1925. Tras enviudar su madre pronto se puso a trabajar. También hacía las veces de monaguillo, aunque se escapaba en cuanto podía para ir a jugar a la "gua" y a las canicas en los que apostaban sellos de la patria, la moneda de diez céntimos. De pequeño decía que quería ser algo divertido de mayor, quizás payaso, pero nunca cura. Es más, era uno de sus hermanos -"el más bueno", decía-, quien estaba más enfocado para ello. Pero fue Don Boni quien al final se enfundó la casulla, la cual lució con compromiso, implicación y servicio, cualidades fundamentales en su labor eclesiástica. "Y si no, que se pasen al grupo mixto", desveló Cuca Alonso que decía el cura.

Su vida diaria de circunscribió al entorno de la parroquia -ya jubilado, fue un día hasta el Pryca y pensó que era el extranjero-, con paseos matinales con la Escalerona como meta no perdonaba ni la siesta ni la partida de cartas por la tarde en la plaza Mayor, especialmente al tute. También le gustó el deporte y presumió de sportinguismo, incluso cuando les recetó agua bendita y advirtió de los pecados cometidos por los directivos de la entidad. Incluso hizo sus pinitos con el balón cuando estaba estudiando para sacerdote. Jugó un partido con la selección del Seminario que les enfrentó a sus homólogos de Santiago. No les dejaron jugar en pantalón -tuvieron que hacerlo con el mandilón puesto- y su equipo se impuso por 3-1 con dos goles suyos.

El legado de Don Boni para nadie pasó desapercibido cuando, de pronto, se conoció la noticia de su muerte a los 78 años l de diciembre de 2003. Todo fueron loas y muestras de gratitud antes sus cualidades humanas como destacó el arzobispo Carlos Osoro cuando presidió el multitudinario funeral por Don Boni, en San Pedro naturalmente, rodeado de otros 54 sacerdotes. "No le gustaban los homenajes y las despedidas; cuando se jubiló me dijo que no quería nada de eso porque pasaría a ser un ente, y él quería seguir siendo alguien. Hoy le hemos llevado la contraria y le damos ese aplauso que no quiso recibir en vida", pronunció Javier Gómez Cuesta en la despedida a su predecesor. Una ovación que todavía resuena al traspasar los pórticos de San Pedro.

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