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RUBÉN BARAJA | ENTRENADOR DEL SPORTING DE GIJÓN

El librillo del "Pipo"

El apodo futbolístico del técnico vallisoletano se debe a un exjugador sportinguista, Cristian Díaz, cuando ambos despuntaban muy jóvenes en el filial del Atlético de Madrid

El librillo del "Pipo"

A Baraja le apodan "el Pipo" desde su época de juvenil, cuando militaba en las filas del Atlético Madrileño, filial colchonero, al que se incorporó desde su Valladolid natal. El sobrenombre se lo inventó un exjugador del Sporting al que durante su estancia en Mareo entre 2002 y 2005 llamaban, por sus hechuras, "el Camión": el central argentino Cristian Díaz, aquel del que García Amado dijo, cuando el club rojiblanco consiguió dos millones de euros de Gesai sobre la campana para pagar la nómina de los futbolistas, que amenazaban con denunciar ante la AFE, que "sería el último en recibir el cheque, por gilipollas".

Baraja y Díaz coincidieron en la cantera atlética y tuvieron, a la vista salta, carreras bien diferentes. Exitosa la del actual entrenador del Sporting, que llegó a vestir la camiseta nacional en 43 ocasiones, disputando un Mundial (2002) y una Eurocopa (2004); no tanto la del defensa bonaerense, que acabó su andadura deportiva en el Atlético Ciudad, de la Segunda División B.

Casado con una levantina, Mari Carmen, su esposa estaba embarazada de su primera hija, Adriana, el día que El Pipo cerró su trayectoria futbolística en el Valencia, recibiendo de la grada la ovación más atronadora de su carrera. Tanto que Baraja no pudo contener las lágrimas al pisar por última vez como jugador la pradera de Mestalla. Ocurrió el domingo 16 de mayo de 2010, ante el Tenerife. Rubén portaba el brazalete de capitán. El matrimonio aguarda ahora en Gijón el nacimiento de un segundo retoño.

Baraja es, como Torrecilla, castellano viejo y se le nota en el carácter reservado y adusto. Vallisoletano de cuna, se considera valenciano de adopción, pues en esa ciudad vivió los mejores -y también los más complicados- momentos de su carrera deportiva. Allí ganó dos Ligas, una Copa del Rey, una de la UEFA y una Supercopa de Europa. Le quedó la espinita de acariciar la Champions? Tal es su aprecio a la camisola valencianista que al colgar las botas llegó a decir: "Me marcó tanto que no tuve fuerzas de poner otra". Le queda sin embargo la espina de haberse enterado por la prensa de que no le iban a renovar.

En la capital del Turia era un valenciano más: solía tomar café en el Mercado de Colón, en el centro de la ciudad, muy cerca de su domicilio. Y eso que llegó a Valencia en un momento traumático de su carrera. Su club de procedencia, el Atlético de Madrid, había descendido a Segunda y venía de perder la final de Copa, curiosamente en Mestalla, ante el Español, con gol de Tamudo tras espectacular pifia del portero Toni. Su traslado al club che costó 12 millones de euros. Jamás se arrepintió de ese paso. Se cuenta una anécdota según la cual en su fichaje prevaleció el criterio del secretario técnico, Javier Subirats, sobre el del técnico, el argentino Cúper, que prefería para el mediocentro a Makelele. Al final el francés, que jugaba en el Celta, acabó en el Madrid de los Zidanes y los Pavones.

Que Baraja sea un tipo de gesto serio no evita que las hemerotecas le reconozcan dos rajadas históricas, ambas en su etapa valencianista. La primera, en una rueda de prensa en la que un periodista le preguntó si no consideraba que el entorno del club de Mestalla no valoraba lo suficiente la campaña que estaba realizando el equipo, que acabó la Liga como segundo clasificado. Baraja inquirió que "quién era el entorno"; a lo que el plumilla contestó: "La afición y los medios de comunicación". La respuesta fue contundente: "Me chupa un huevo lo que diga el entorno". La segunda enganchada verbal ocurrió cuando, en el momento más convulso del Valencia de los últimos años, el entrenador Ronald Koeman apartó del equipo a tres vacas sagradas del plantel: Albelda, Cañizares y Angulo. Éste último aludió a Baraja, sin citarle, al declarar que "dos jugadores de la plantilla" le habían defraudado por tomar posición favorable al club. El Pipo respondió desde un plató de Telemadrid, en el programa nocturno que por aquella época presentaba Cristina Tárrega: "Angulo no ha tenido cojones de decir nombres". Por lo demás, le apasionan los toros y es seguidor de Sebastián Castella. En sus gustos musicales tienen preferencia los grupos de los ochenta, en especial, "U2" y "Pink Floyd".

Baraja fue un "8" de los de antes, un centrocampista todoterreno de enorme pulmón y amplio recorrido, batallador, de tremendo disparo de larga distancia. Llevó ese número desde que comenzó a despuntar en el Valladolid. Aunque de crío prefería el baloncesto, un deporte también muy apreciado en la ribera del Pisuerga, que disfrutó de un equipo en la élite durante varios años, el Fórum Filatélico, en el que militaron jugadores del tamaño monumental de Arvydas Sabonis o el mítico cañonero Oscar Schmidt Bezerra. También juega mucho al tenis.

El nuevo entrenador del Sporting es el mayor de tres hermanos de una saga familiar de futbolistas, los Baraja Vegas. Rubén nació en 1975, Luis en 1978 y Javier en 1980. Los tres jugaron en las categorías inferiores del Real Valladolid. Igual que El Pipo observa ganada fama de serio, Luis la tiene de bromista. Con 18 años debutó Rubén en el primer equipo. A los 20 ya estaba en el Atlético de Madrid. Un entrenador de la cantera vallisoletana llegó a decir que con los tres Baraja se podía fabricar el mediocentro perfecto: un organizador, un recuperador y un pasador.

Dicen que Rubén era, desde crío, un entrenador en potencia, que le gustaba manejar los partidos y colocar a sus compañeros en disposición táctica. Que sobresalía por temple y mando. Su hermano Javi tenía un buen trato con la pelota y fue campeón de Europa de selecciones sub 17 en un equipo que lideraba desde los palos Iker Casillas. Una lesión truncó su trayectoria, ascendió a Primera con el Getafe y despuntó en el Valladolid y como su hermano mayor, ahora busca acomodo en los banquillos, con aspiración de hacerse un nombre como técnico. Luis, por su parte, tuvo una carrera más modesta pero se le dio mejor estudiar: hizo Magisterio y Educación Física y después Fisioterapia, que es su ocupación profesional.

En su libreto como entrenador se nota en Baraja la influencia de los técnicos a cuyas órdenes desplegó su poderío en Valencia, y que son los que más le han marcado. Por encima de todos, Rafa Benítez. Lo que mamó en Mestalla es lo que traslada hoy a sus pupilos del Sporting: seguridad defensiva, espíritu colectivo. Le gusta llegar al jugador con el diálogo y no con la imposición. Arma equipos competitivos a los que organiza para encajar pocos goles. Quiere que sus jugadores tengan las ideas claras cuando no disponen del balón: intensidad en defensa para recuperar la bola y salir al ataque. Para Baraja, los equipos crecen desde la retaguardia. Y así quiere que crezca el Sporting, su tercera parada profesional tras las experiencias fallidas en el Elche y en el Rayo.

También goza de buen ojo para detectar talento joven. Una de las actuales referencias del Valencia triunfante de Marcelino es Carlos Soler, jugador talentoso por el que se ha interesado vivamente el Manchester United de Mourinho. Baraja tuvo a Soler en el juvenil de División de Honor del Valencia y lo "inventó" como mediocentro. Había jugado siempre de "9", con más de 500 goles en su etapa de cantera, pero lo puso en el centro del campo y dio en el clavo. Si los ingleses pagan por el jugador lo que anuncian los tabloides, más de 50 millones de euros, Baraja debería recibir de Mestalla una cuantiosa cesta de Navidad.

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