Para cuando el reloj del edificio consistorial de Gijón comenzó a desgranar los cuartos de bienvenida al 2018, el empedrado de la plaza Mayor era ya una alfombra multicolor de confeti, serpentinas, matasuegras y brillantina. La céntrica plaza se abarrotó en la noche del 31 de diciembre para despedir el año 2017 en una fiesta de luz, color y diversión. Familias, parejas y grupos de amigos saludaron al nuevo año, uvas en mano, y sin empapizarse, en una multitudinaria celebración que reunió frente al Ayuntamiento a gijoneses y foráneos, que pidieron al 2018 "salud, trabajo y si puede ser, algo de dinero".

"Hay un ambiente muy guapo, es una buena forma de empezar el año", aseguró Juan Carvajal, acompañado de una decena de amigos que "venimos desde Bilbao y Cantabria en autocaravana, porque la amistad es un valor en alza".

De Madrid llegaron Daniel Argamentería y Ángeles López, que acudieron a la plaza Mayor subidos en su bicicleta, con la que luego "iremos a dar un paseo". "No teníamos planeado venir, pero se nos ocurrió que podía ser buena idea, así que nos disfrazamos y nos acercamos", explicó Argamentería, "es la primera vez que venimos y lo estamos pasando genial" con un deseo claro para el año que comienza: "que sea, al menos, tan bueno como 2017". A pocos metros, Loli Ramírez bailaba junto a sus amigos. "Habrá que aprovechar y acabar bien el año", enfatizaba mientras prepara las uvas para su ingesta al ritmo de las campanadas, a las que pidió, para el 2018, "que me toque la lotería".

El grupo más singular lo formaban Hannah-Ruth Wilson y sus amigas, procedentes de Estados Unidos, Rusia o Finlandia. "No sabíamos que había esta fiesta pero en cuanto la vimos, vinimos corriendo", arguyó. Eso sí, ella y sus amigas rompen con la tradición de las uvas: "en nuestros países eso no existe", así que, para compensar, "nos besaremos entre todos". Como se besaron, abrazaron y disfrutaron todos los presentes en la plaza Mayor que lució repleta, sobre todo a partir de la primera hora del año, con la amenaza de la lluvia diurna disipada. Eso, unido a las ganas de fiesta, diversión y la música que por quinto año consecutivo aportó el dj Dani Vieites, hicieron que Gijón viviese una gran entrada de año.

En la Plaza de Toros, el confeti se mudaba en las lentejuelas de los vestidos y las serpentinas se convertían en elegantes corbatas. La fiesta, enclavada en el festival Metrópoli Winter, reunió en el coso gijonés a más de dos millares de jóvenes. Es el caso de Enol González y sus amigos, que se decantaron por esta opción "porque es algo distinto, así no vamos a los mismos bares que los fines de semana normales". Una idea que apoyan Coral Casado y sus amigas, que valoran "que esté atechado, así no pasamos frío y que haya seguridad", aseveran con sus mejores galas: "nos preparamos mucho porque la ocasión lo merece".

Una ocasión que dejó en la ciudad 94,5 toneladas de residuos, que se esmeraron en retirar casi un centenar de operarios de Emulsa, logrando reciclar alrededor de 4,5 de ellas y haciendo que la plaza Mayor volviese a lucir impoluta a mitad de la mañana de ayer, esperando a que, dentro de un año, se vuelva a cubrir de confeti y serpentinas.