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Gijón en el retrovisor

El Ayuntamiento interviene el Certamen de Cine para Niños

Su creador, Isaac del Rivero y de la Llana, quien había logrado el prestigio internacional del festival, fue apartado para siempre

La fachada del teatro de la Laboral durante el VII Certamen de Cine para Niños.

Mientras aquella candidatura de aluvión del PSOE proseguía su fractura al llevar a Carmen Veiga a la comisión de conflictos y denunciar a la arquitecta municipal María del Mar Benito Pallarés -compañera de Aladino Cordero- al presidente de la Comisión de Enseñanza, Ovidio González -por gastarse catorce millones de pesetas en obras en los colegios fraccionando las facturas en vales por importes de setenta y cinco mil pesetas-, el representante de Juventudes Socialistas, Francisco Villaverde, movía ficha -saltándose todas las normas legales- para intervenir en el Certamen Internacional de Cine para la Infancia y la Juventud.

Desde el año 1963 y gracias a la iniciativa que tuvo Isaac del Rivero y de la Llana funcionaba el Certamen Internacional de Cine para la Infancia y la Juventud, con alto nivel de calidad y gran prestigio, al haber tenido el acierto de la especialización. Aquel festival cinematográfico funcionaba con un mínimo equipo compuesto por su director, el tesorero José Antonio Presedo y el "gentleman" Paco Quirós, aunque la subvención de dos millones de pesetas que daba el delegado del Ministerio de Educación y Cultura, el liberal Julián Bárcena Quintana, no era suficiente y ya arrastraba un déficit de un millón doscientas mil pesetas. Por allí pasaban como invitados los mayores expertos cinematográficos -inolvidable la entrevista que le hicimos al alimón al genial Manuel Mur Oti, José Manuel Vaquero, Fernando Poblet y yo- y poetas como Gloria Fuertes. El crítico cinematográfico Carlos Pumares iniciaba por entonces allí su andadura y el publicitario del diario "AS", Juan Manuel Montes-Jovellar e Ibarra convenció este primavera que siempre he sido que le mandase un ramo de rosas rojas a Nati Mistral, que estaba hospedada en el hotel Hernán Cortés. Y ni me dio las gracias, en fin...

Aquel año de 1981, tras nombrar ilegalmente a nuevos miembros de la asociación Cerinter -que era la que organizaba el festival-, obligaron a tirar la toalla a su creador Isaac del Rivero y sustituirlo por Victoria Fernández, la esposa de Paco Abril. A partir de entonces iba a caer en picado, ya que trataron de darle nuevos horizontes renunciando a su especialización hasta que el aficionado a la cinematografía Aladino Cordero -uno de los que convencieron en un chigre gijonés a Felipe González para que presentase en 1974 su candidatura al histórico congreso de Suresnes, a fin de que el mando del PSOE de Rodolfo Llopis, que estaba en el exterior, pasase a territorio español-, le dio la definitiva puntilla enterrando así su reputada especialización a nivel internacional.

A vueltas con las estaciones de ferrocarril

El presidente de RENFE, Alejandro Rebollo, presentó al Alcalde el proyecto de creación de una estación mixta de cercanías Renfe-Feve, complementada con una gran área para autobuses en la explanada colindante con la estación de Langreo, la construcción de una nueva estación de largo recorrido muy cerca de donde se encontraba la llamada Estación del Norte, a la altura de la calle A-1 (a la que luego le darían el nombre de Carlos Marx), la centralización del tráfico de mercancías en Veriña y la construcción de un paso peatonal elevado para que pueda haber comunicación entre los vecinos de Pumarín y El Natahoyo. Por lo que el grupo local de Unión de Centro Democrático (UCD) -que había pasado a la oposición activa, lo que no causó la más mínima preocupación al grupo gobernante- solicitó al Ayuntamiento que colaborase económicamente en la financiación de aquel proyecto.

Ahí también empezaban los despropósitos con las erróneas ubicaciones de las estaciones de ferrocarril, ya que en todas las grandes ciudades del mundo los trenes llegan -soterradas las vías o no- hasta su mismo corazón urbano. Pero había quienes mantenían que el crecimiento demográfico de Gijón había desplazado el centro hacia los barrios obreros. La inútil construcción de la estación de largo recorrido a la que lamentablemente se le dio también el nombre de Jovellanos ya se vio que con el paso del tiempo se quedó en nada. Pero en ésas seguimos porque nunca queremos aprender de los errores del pasado.

Un contencioso contra la licencia de Alcampo

La rocambolesca historia que nunca se ha contado sobre las claves de la creación del primer hipermercado en Gijón se inició cuando -con una gran visión urbanística y también, por supuesto, especulativa- la empresa francesa Alcampo compró, a un precio irrisorio, muchos terrenos en Roces que estaban calificados como rurales y no urbanizables. El conseguidor, Ramiro Paredes Alonso, que representaba a la empresa, no lograba abrir las puertas de los despachos municipales hasta que alguien le informó de que quien tenía la llave era el aparejador José Miguel Ortiz Llana. Y a buscarle fue a donde solía tomar el vermú, en el Corona -nunca nadie supo cómo Pedro, el dueño, se arreglaba para trocear las anchoas de forma tan minúscula para darlas coronando el "pinchu" y donde el empresario Luis Ángel Varela hacía pacientemente auténticas obras de arte con los restos de las quisquillas después de comerlas sin prisa alguna- llegando, claro, a un principio de acuerdo para iniciar los trámites burocráticos municipales.

Casi todos estábamos a favor de que fuese creado en Gijón un hipermercado -¡cómo no!-, ya que así nos evitaba tener que desplazarse hasta Lugones, donde se encontraba el único existente en Asturias. Sin embargo, los informes técnicos no eran favorables por tratarse de suelo rústico no urbanizable, pero aprovechando la ambigüedad de la respuesta, tras una consulta que se hizo al Consejo Regional de Asturias, el secretario general letrado, Alfredo Villa, vio la luz al final del túnel administrativo. Un día me llamó el presidente de Alcampo, Francis Lepoutre -un gran tipo que había sido el responsable de la implantación en España de la enseña francesa desde dos años antes- para preguntarme si era cierto que yo había comido quince veces ese mes en Las Delicias con Ramiro Paredes Alonso, a lo que contesté diciéndole la verdad: nunca me había sentado a mesa alguna con aquel caradura que trataba así de justificar sus gastos gastronómicos invitando a quien le daba la gana. Inmediatamente fue cesado, claro porque fue la gota que colmó el vaso de sus maniobras para meterse dinero en sus bolsillos como fuese con sus falsas gestiones y mentiras.

Los únicos que se opusieron entonces a la concesión de la licencia municipal a Alcampo fueron el comunista Andrés Álvarez Costales -con un catastrófico discurso sobre los graves problemas de tráfico que iba a ocasionar en el entorno y una apasionada defensa de los intereses del pequeño comercial local- y Francisco Álvarez-Cascos, quien, además de votar en contra, se vio obligado el 21 de febrero de 1981 a presentar, en nombre de Alianza Popular, un recurso contencioso-administrativo contra el acuerdo del 22 de diciembre de 1980 de la Comisión Municipal Permanente que había concedido a Alcampo la licencia de construcción de un centro comercial de carretera en la finca rústica no urbanizable de La Fana (Roces), al ser desestimado el recurso de reposición presentado ante el Ayuntamiento por silencio administrativo.

Alcampo recompensó al Ayuntamiento -a fin de agilizar los trámites y favorecer los informes favorables- con una importante cantidad de dinero para construir todo tipo de puentes elevados para los automóviles -lo que fue innecesario, ya que nunca hubo grandes atascos de tráfico en la antigua carretera hacia Oviedo- y treinta mil metros cuadrados de terreno en sus aledaños. Aunque los tribunales dieron la razón a la denuncia hecha por Francisco Álvarez-Cascos, finalmente aquella licencia municipal irregularmente concedida fue avalada y resuelta con la aprobación del nuevo Plan General de Ordenación Urbana al recalificar definitivamente aquellos terrenos.

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