Valentín Vega (Luanco, 1912- El Entrego, 1997) o "Foto Vega", como le llamaban popularmente por los valles mineros del Nalón, erigió con su Leica -y con la mirada humanista de quien sabe entender al prójimo- un poderoso mundo visual del que empezamos a ser conscientes hace apenas veinte años. Lo ha dicho Joan Fontcuberta, Premio Nacional de Fotografía y también de Ensayo, en un artículo en el que describió al asturiano como "el fotógrafo sentipensante": "Alejado de los cenáculos que encumbraban el reconocimiento y la inclusión en los museos, Vega ha sido un paria hasta hace muy poco". Y antes: "¿Cómo era posible que un corpus documental tan sólido no estuviera aún inscrito con letras de oro en historia oficial de la fotografía española?".

Empezamos a hacer justicia a Valentín Vega. La exposición que acogió el Museo Nacional de Antropología, en Madrid, con los fondos del Muséu del Pueblu d'Asturies, ha sido su muestra temporal más visitada: 20.000 personas.La obra del autor asturiano se ha convertido en insoslayable si queremos hablar con rigor de la fotografía española de posguerra. Captó el trabajo de la mujer, por ejemplo, como ningún otro. Una singularidad. Y ahora piden fotos suyas hasta de Polonia para poner cara a un tiempo en el que a nadie interesaba mucho qué laboraban las mujeres.

En el rescate de Valentín Vega ha intervenido con constancia, perspicacia y amor a lo propio Juaco López, director del Muséu del Pueblu d'Asturies. Contó ayer cómo recorriendo un día de 1995 los puestos del Fontán, en Oviedo, descubrió apiladas en el suelo una serie de imágenes que le cautivaron: "Me di cuenta de que eran de un mismo fotógrafo". Y puso en marcha una pesquisa que le condujo a El Entrego, el territorio que Valentín Vega hizo suyo a partir de 1941. Cumplidos tres años de prisión por su militancia izquierdista, el fotógrafo viajaba en su bici hasta la cuenca minera, donde se asentaría diez años más tarde, para captar la superviviencia existencial de aquellos tremendos años del franquismo triunfante.

"Dio razón de todo lo que le rodeaba", aseguró ayer Juaco López. El Muséu del Pueblu d'Asturies ha elegido la obra de Valentín Vega para la primera de las exposiciones con que celebrará este año su medio siglo de existencia. Habrá más y todas importantes, pero esta muestra tiene algo de confirmación superior de un fotográfo que trasciende la estética neorrealista para construir una metáfora (sí, sentipensante, como resume Fontcuberta) que es universal a fuerza de enraizarse en lo local. Lo universal es lo local sin paredes, escribió Miguel Torga.

Y es una exposición interesante incluso para quienes conocen la obra de Valentín Vega. Son 339 imágenes, incluidas las del audiovisual que se proyecta. Y hay una veintena de fotos que salen a la luz por vez primera. Un compendio de los 78.000 negativos que Juaco López fue descubriendo en el inagotable fondo de Valentín Vega.

Su archivo ha sido digitalizado por el Muséu del Pueblu d'Asturies. "La vida por delante, 1941-1951" se divide en dos series ("La sociedad" y "La infancia") que radiografían una década y un orbe social complejo, de tristezas y alegrías. Fotógrafo ambulante y que llegó a asentarse en El Entrego con estudio propio, la trascendencia de su obra se acrecienta conforme hacemos parada en su trabajo. La muestra se completa con la oportuna publicación "Valentín Vega, el fotógrafo de la bici", en edición de Asunción García-Prendes. Escribe esta profesora de la Universidad de Oviedo: "Sencillez, verdad de la mirada, simpatía por el objeto. Ausencia de pretensiones, ningún artificio". Y añade la estudiosa a a partir de Henri Cartier-Bresson y su teoría del "instante decisivo": "... las de Vega (las imágenes) nunca dan la sensación de haber sido robadas". Y es que este artista de la necesidad y de los afanes que trae cada día miraba, tal vez, desde su evidente propensión a la empatía. Todos los instantes eran decisivos. Y también quienes comparecían en su objetivo para contarnos la gran historia de andar por casa.