La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

REYES MATE | Filósofo, director de la "Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía"

"El nacionalismo catalán y el español coinciden en su forma de pensar al excluir al otro"

"Algo hacemos mal para que el proyecto europeo decepcione y provoque esta ola nacionalista que es homenaje a la barbarie"

Reyes Mate, ayer, antes de la entrevista, en la exposición sobre el Holocausto del Centro Antiguo Instituto. JUAN PLAZA

Presidió el Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y ha dirigido el magno proyecto editorial "Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía": treinta y cuatro volúmenes, quinientos pensadores. Pero Reyes Mate (Valladolid, 1942) es, fundamentalmente, un filósofo que ha sido capaz de pensar el papel de la filosofía después del Holocausto y las grandes carnicerías del siglo XX. En 2009 fue Premio Nacional de Literatura y Ensayo por "La herencia del olvido". Invitado por el Grupo Eleuterio Quintanilla pronunció ayer y el pasado jueves, en Gijón Oviedo, sendas conferencias sobre memoria, historia y política.

- Se ha citado hasta la saciedad a Adorno: "No se puede escribir poesía después de Auschwitz". ¿Cabe hacer filosofía teniendo en cuenta que Alemania fue el país de los grandes sistemas filosóficos?

-Alemana tiene en los años ochenta lo que se llamó el gran debate de los historiadores, que fue un gran debate de toda la sociedad sobre el significado de Auschwitz. La pregunta era si aquel acontecimiento cuestionaba toda la gran historia cultural y política de Alemania, es decir, si cabía o no el orgullo de ser alemán. Hubo dos puntos de vista: quienes pensaban que el Holocausto fue un incidente, y otros, como Habermas, para quien aquel acontecimiento cuestionaba toda la historia al ser el resultado de esa historia. Sólo nos cabe, decía con mucha ironía, el orgullo del patriotismo constitucional, frase que en España se ha entendido mal.

- ¿Por qué?

-Aquí se entendió como acatamiento de la Carta Magna, cuando Habermas ironizaba porque la Constitución alemana fue impuesta por lo aliados. O sea, los alemanes podían estar orgullosos de una Constitución democrática que ellos habían sido incapaces de hacer. Eso guía la reflexión sobre lo que significa hoy la filosofía. Adorno decía también, dirigiéndose a las generaciones posteriores al Holocausto, que teníamos que vivir con el deber de memoria. Y lo llamaba el nuevo imperativo categórico: repensar todo, la política, la ética, la ciencia, el derecho... Y hacerlo a la luz de la barbarie cometida.

- Es el asunto de su conferencia de hoy (por ayer). ¿Qué implicaciones tiene ese deber de memoria?

-Es una tarea, como digo, de repensar. La política, por ejemplo, tiene un plano teórico y otro práctico. Pero está guiada por una lógica, a izquierda y derecha, que no podemos seguir manteniendo: el progreso. Decía Walter Benjamin que progreso y fascismo coinciden. ¿En qué? En la naturalidad con que uno y otro sacrifican una parte de la sociedad para lograr un objetivo; es la invisibilización de las víctimas.

- ¿Por qué debemos repensar la noción de progreso?

-El progreso hace que construyamos la historia sobre víctimas.

-¿Y por qué lo sustituimos?

-No se trata de volver al candil. Se trata, como decía Adorno, de ir hacia un progreso al servicio de la humanidad y no al revés como hasta ahora. En el siglo XIX se desarrolla la Química y en el XX, la Física. Pero la impulsora del progreso científico ha sido la guerra, y ahora lo es el mercado. Es lo que hay que cuestionar. Hay que colocar el progreso al servicio de la humanidad. Un ejemplo: es muy cuestionable que sólo se investiguen enfermedades de ricos que pueden pagar las medicinas. Lo que está en cuestión es la ideología del progreso. El nazismo no era un movimiento reaccionario, era precisamente la punta de lanza de quienes defendían en ese momento el progreso. Benjamin apunta a lo peligroso de esa lógica si no somos capaces de embridarla.

- ¿Hay víctimas del fascismo y víctimas del comunismo o todas forman parte del libro sangriento del siglo XX?

-Jorge Semprún, que recuperó la memoria y miró críticamente su pasado, además de su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald, hablaba del mal absoluto: dos totalitarismos, el fascista y el estalinista. Sus resultados son idénticos aunque sus explicaciones históricas son diferentes. Los dos conforman el mal absoluto.

- ¿Por qué a los españoles nos cuenta tanto hacer memoria completa, sin filtros, de nuestro pasado?

-Tenemos una relación difícil con la memoria. Lo explica Américo Castro cuando afirmaba que venimos de un trauma histórico que nunca hemos querido enfrentar: construimos nuestra identidad nacional desde la exclusión de judíos y moriscos. Y eso se fue repitiendo: el protestante, el erasmista, el liberal, el rojo, el republicano, el otro. Lo superaremos si entendemos que parte de nuestra identidad es lo que hemos perdido. En el capítulo octavo del "Quijote", Cervantes nos hace ver que ese libro que está escribiendo es la traducción de un original árabe. Ese es uno de los gestos que necesitamos. Necesitamos reconocer que hay capas ocultas que nos pertenecen. Debemos empezar por reconocer que somos hijos de la intolerancia, no de la tolerancia.

- ¿La amnesia fue el precio por la Transición española?

-Se hizo lo que se pudo. Hay que tener en cuenta la relación de fuerzas en ese momento. Soy comprensivo con la Transición. En 1981 vimos que había una amenaza real de involución. Pero luego vinieron tiempos en que fuimos incapaces de recordar. Nos instalamos en la comodidad del olvido, algo que no resolvió la ley de la Memoria Histórica aprobada hace diez años.

- ¿Hay que revisarla?

-En España habría que hacer algo parecido a aquel famoso debate de los historiadores en Alemania, que, como he dicho, fue el de toda la sociedad sobre su trauma. Un debate para aclarar qué ha significado la Guerra Civil.

- Hay quien opina que, en algunos aspectos, aún no hemos superado el franquismo. ¿Es una interpretación desenfocada?

-El franquismo es otro momento de esa historia española de exclusiones. Y ahí seguimos instalados. El nacionalismo catalán tiene mucho que ver con el español. Los dos coinciden en esa forma de pensar que parte de la exclusión del otro.

- Rebrotan los nacionalismos en Europa, no sólo en Cataluña. Y nos sitúan ante mitos que han sido devastadores para los europeos a lo largo del siglo XX. ¿No hemos aprendido esa lección?

-Antes hablábamos del deber de memoria para repensar la política. El resultado de esa reflexión fue Europa. Vuelvo a Semprún, para quien la Unión Europea nace en los campos de concentración. Tras la experiencia totalitaria, los grandes líderes europeos de la posguerra buscan un espacio transnacional de libertad. El proyecto europeo es la respuesta a los nacionalismos. Desgraciadamente, algo hemos hecho mal para que ese proyecto europeo, en vez de entusiasmar, decepcione y haya provocado una ola de nacionalismos que es un homenaje a la barbarie. ¿Por qué? Eric Hobsbawm, el historiador, se refiere a los años que van de 1914 a 1945 como la era de la catástrofe, un tiempo dominado por los nacionalismos. Stefan Zweig dice, en su libro "El mundo de ayer", que la construcción de Europa supone superar la barbarie y todos los totalitarismo, incluido el peor de todos: el nacionalismo, que es la mayor peste.

- Ha dirigido la "Enciclopedia Iberoamericana de Filosofía". Durante mucho tiempo se ha dicho que hay grandes poetas en español, pero no filósofos. ¿Esa obra desmiente esa opinión o la confirma?

-He leído todos y cada uno de los trabajos que forman parte de esos treinta y cuatro volúmenes. Pues bien, en el mundo hispanoblante hay muchos filósofos de profesión pero muy dependientes de pensadores en otras lenguas. Conocemos muy bien lo que piensan los demás, pero tenemos un pensamiento poco creativo.

- O sea, que da la razón a quienes subrayan esa carencia de una filosofía en español.

-Lo que creo es que tenemos una tarea por delante. La pregunta que me hago después de la "Enciclopedia", de recoger lo que saben los filósofos hispanohablantes, es que tenemos todavía una pregunta sin responder: ¿qué significa pensar en español? Y eso significa pensar en nuestra lengua, que tiene dos características: como dicen los alemanes es una lengua "Weltsprachen", es decir, universal; una lengua que han hablado víctimas y verdugos, dominadores y dominados... Ha recogido en su literatura esas historias de una historia común. Pensar es interpelar. Y, segunda, nuestra lengua es impuesta como todas. ¿Qué quiero expresar? Que debemos tener en cuenta las lenguas acalladas, como hace Cervantes. Éste nos dice: si queréis entender este relato, deberías conocer el texto en árabe que subyace ahí. Hay que tener en cuenta la lengua y los silencios que ha provocado. Es el camino para poder llegar a pensar en español.

Compartir el artículo

stats