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NÍNIVE ALONSO | Terapeuta filosófica

"Las redes sociales hacen a la gente ilusionarse con felicidades ajenas falsas"

"Alcanzar el equilibrio tiene que conllevar la reflexión, el trabajo, el esfuerzo y la disciplina; la adicción a las pastillas no es la solución"

Nínive Alonso, ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. JUAN PLAZA

Nínive Alonso, abogada y filósofa, tiene claro que la medicación no tiene la clave para ser felices. Ayer intervino en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón para hablar de la terapia filosófica, una psicoterapia que ayuda a ahondar en el interior de cada uno en busca de preguntas y respuestas que conduzcan a un equilibrio vital. Y siempre, "sin compararse con nadie". El objetivo es la felicidad propia.

- ¿En qué consiste la terapia filosófica?

-Es una psicoterapia, una terapia paralela a la psiquiatría y la psicología y que está llevada a cabo por un filósofo. Nosotros tratamos de ver cómo la filosofía ayuda a la disección de las emociones humanas: ver qué son las emociones, qué significa para los seres humanos el amor, la idea de Dios, la melancolía... Todas las cuestiones que nos afectan en el día a día se analizan desde la filosofía. La terapia filosófica es recuperar el espíritu socrático, no sólo para la universidad sino para que nos ayude a solucionar los problemas emocionales.

- ¿De qué manera?

-En primer lugar analizando cuáles son esos problemas para identificarlos. Ver qué nos ocurre, en qué circunstancias de nuestra vida nos encontramos. Sería una especie de diagnóstico filosófico, y luego habría un pronóstico en el que el terapeuta nos diría, dadas las ideas que queramos mantener y lo que queramos conseguir en la vida, cuáles son las piezas para mover ese equilibrio.

- ¿Ha estado la filosofía apartada en este sentido?

-Yo denomino este proceso "la reconquista". No es que de repente los filósofos nos hayamos subido al carro de la felicidad: la palabra felicidad está acuñada como eudaimonía por Aristóteles, estamos hablando de hace 25 siglos. Y ahora estamos reconquistando el territorio que la filosofía ha perdido en España sobre todo, porque en Francia o Estados Unidos esto es una cosa normal, los filósofos están todos los días en los medios de comunicación discutiendo sobre las cosas mundanas de la vida y la gente lo ve con mucha naturalidad.

- ¿Por qué en España ha perdido terreno?

-Aquí hay una academia que proviene de una iglesia muy fuerte, y la filosofía está circunscrita al ámbito eclesiástico, lo que no es necesariamente malo. Pero durante la sacralización, cuando la Universidad pasó a un dominio secular, la filosofía pierde el puente con el ágora, con la plaza. En Francia eso no se nota tanto, allí son más liberales, y en Estados Unidos para qué hablar; allí la gente va cada quince días a terapia con su psicólogo, su filósofo o lo que coincida. En España se está recuperando la figura del filósofo a través de gente como Elsa Punset, José Antonio Marina, Fernando Sabater... Pero aún cuesta muchísimo trabajo. Y además es necesario hacer autocrítica: los filósofos son gente que suele estar en su despacho, personas muy centradas en la intelectualidad y desconectan de la realidad. Creo que en ese aspecto la filosofía lo hace mal, hay que salir otra vez a la calle.

- ¿La gente sabe que existe esta herramienta a su disposición?

-Yo creo que no, aunque estamos luchando por que la gente sea consciente de que existe. En mi caso yo hice derecho e iba para fiscal, pero descubrí la filosofía y me cambió la vida. Como yo descubrí la filosofía como algo académico sino como algo real mi perspectiva no es "ex profeso" para algo. Es decir, yo defiendo que la filosofía sea una herramienta para, trato de luchar para que sea para los demás lo que fue para mí en su momento y por eso me dedico a la terapia. La gente va siendo cada vez más consciente de esto en España. Pero no podemos olvidar que nos ha costado trabajo romper ciertos tabúes, como el de ver que la gente va a terapia como algo normal; hasta hace poco se pensaba que quien iba al psiquiatra estaba loco. Si ya a los psiquiatras les ha costado que la gente desencripte eso de la locura, a los filósofos que tenemos menos fuerza y somos un poco más "perroflautas", nos está costando un poco más.

- ¿Seguimos estando demasiado medicados?

-Evidentemente. Marinoff escribió "Más Platón y menos Prozac" en los años 90 y en un momento en que había un consumo excesivo de antidepresivos. Un consumo que tenemos en España y que paradójicamente no acaba por llenar a quien consume. Hay gente que toma todo tipo de pastillas durante años y no acaba de ser feliz, porque de lo que tenemos que darnos cuenta, y eso es lo que hace la filosofía, es de que hay que trabajar en la felicidad.

- ¿En qué sentido?

-El propio Aristóteles en su tratado de la felicidad habla de que el ser humano tiene como objetivo y fin en sí mismo la felicidad, pero eso tiene que conllevar la reflexión, el trabajo. En definitiva, el esfuerzo y la disciplina. Es como la dieta, hay muchos libros de dietas pero uno sólo adelgaza cuando se pone a ello con seriedad. Con la filosofía hay que ponerse serio, comprometerse. El hecho de cambiar la felicidad por una adicción a las pastillas no es la solución; es un arreglo circunstancial pero no es el objetivo que se pretende.

- ¿Qué le falta a la sociedad para ser feliz? ¿Es posible la felicidad?

-Estamos demasiado obsesionados por una felicidad ideal o irreal. La felicidad es equilibrio emocional. Javier Sádaba habla de bienestar, y podemos utilizar diferentes fórmulas, pero la felicidad se define, por vía etimológica, como el tener un buen sentimiento. A veces la gente asimila felicidad a estar pletórico todo el día, y no se trata de eso. La felicidad fundamentalmente es el equilibrio.

- ¿Cómo se consigue?

-Primero, identificando los problemas que uno tiene. Y después tenemos que forzar las circunstancias y acercar las metas. Evidentemente las circunstancias a veces nos tienen un poco atrapados: el trabajo, los niños, la hipoteca... pero a veces las circunstancias nos dan un campo de acción mayor del que creemos. No estamos tan atrapados como creemos; decía Jean Paul Sartre que lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros. Lo importante no es el lugar en el que nos posiciona la sociedad, sino que nosotros forcemos esas circunstancias, nuestras fortalezas y herramientas. Y por otro lado, acortar las metas. Nuestras metas no pueden ser algo excesivo, a larguísimo plazo. Las metas deben ser concisas, concretas y cortas. Es algo así como cuando ahorras; ahorrar "ad infinitum" es una cosa terrible, pero si te planteas ir metiendo poco a poco en una hucha para comprarte una chaqueta o hacer un viaje, tienes un objetivo concreto y asequible. Sólo así podrás ir poniéndote una meta más larga. Y no hay que obsesionarse con la felicidad ajena.

- Parece que las redes sociales ayudan poco a ello...

-Las redes sociales son un problema fundamental. Entramos en el muro del Facebook y todo el mundo está súper feliz, salen maravillosos en los selfies y cuando tú lo ves piensas en qué porquería de vida tienes. De repente te ilusionas con felicidades ajenas falsas, y subrayo lo de falsas. Porque la gente ha expuesto un momento en una fotografía para hacerla pública y tú traduces lo que ha pasado en un momento circunstancial a que los demás son felices todo el día, a que los demás están todo el día acompañados, en eventos sociales y viajes. Eso hace que tú te sientas feo, deprimido, totalmente antisocial. Y no hay que obsesionarse con las felicidades que vemos en los otros, primero porque ni tanto ni tan calvo. No es verdad que sean tan felices y no es verdad que estén tan tristes cuando ponen en su muro lo mal que están. Y segundo, porque tú sólo compites contra ti mismo. Decía Óscar Wilde que el único amor que te durará toda la vida es el amor a ti mismo. Ese es el único amor que uno tiene que cultivar siempre, y por lo tanto la única felicidad que te tiene que importar es la tuya propia. Cada uno tiene sus problemas, y no debemos compararnos con nadie.

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