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ÍÑIGO MARTÍNEZ DE MANDOJANA | Educador social y psicopedagogo

"Cuando un niño agrede a sus padres es que no se han impuesto bien los límites"

"Muchos de los problemas de los adolescentes vienen del abandono próximo: tienen de todo pero les falta los más importante, el afecto"

Íñigo Martínez de Mandojana.

Íñigo Martínez de Mandojana es educador social, psicopedagogo y formador que lleva 20 años trabajando en diferentes ámbitos. En la actualidad dirige la Asociación Educativa Biraka, profesionales del Buentrato, un colectivo que se basa en la elaboración de proyectos para promocionar y difundir modelos de buen trato hacia la primera infancia y adolescencia. Además es el autor del libro "Profesionales portadores de oxitocina: los buenos tratos profesionales". El sábado participa en la II Jornada del Colegio Profesional de Educadores Sociales del Principado de Asturias que se celebra el Gijón para hablar de "Educación social y adolescencia positiva". Todo un llamamiento a considerar esta etapa con respeto y empatía, trabajando desde los primeros años del niño.

- ¿Por qué tenemos que hablar de la adolescencia en positivo?

-Hasta hace bien poco la adolescencia se movía en el modelo del déficit; los adolescentes eran muy rebeldes, sólo se reflejaban las conductas de riesgo, era una etapa que había que pasar lo antes posible. Si se miran las noticias que han salido el último año sobre adolescencia, todas son negativas: alcohol, drogas, peleas... Y en realidad la adolescencia es todo lo contrario, es una etapa muy crítica en el sentido de que pasan cosas muy interesantes y hay que abandonar el modelo de la hormona. Lo que sucede en esta etapa es lo mismo que ocurría cuando los adolescentes eran bebés: el cerebro vuelve a reorganizarse y es como si la M30 de Madrid se pone en obras, hay atascos pero es para mejorar. Una mala construcción de esas carreteras va a suponer que luego el tráfico no vaya como tiene que ir. Por eso nosotros tratamos de promocionar una visión positiva en la que hay que poner en valor la capacidad creativa, la nueva capacidad de relacionarse con iguales... Los padres se quejan porque hay una ruptura, pero en realidad esa es la única forma de crecer.

- ¿Por qué vemos entonces tantas noticias negativas relacionadas con la adolescencia?

-En primer lugar por la mirada que tenemos hacia los adolescentes, olvidándonos de que es una etapa en la que hay que probar cosas, hay que explorar para descubrir los límites que te va poniendo la sociedad. Eso es lo que permite un reajuste a mejor. Lo que pasa es que los adolescentes nos molestan, no tenemos esa visión tan empática con ellos. Pero tenemos que darnos cuenta de que son también chavales que están implicados en muchísimos movimientos sociales, vecinales, ecológicos... que colaboran, que son muy creativos, y en la mayoría de las ocasiones no encuentran un espacio en el que poder desarrollarse. Y no podemos olvidar que a nivel informativo nos ponen mucho más las situaciones de conflicto.

- ¿Qué trabajo hace la asociación con los padres?

-Trabajamos con ellos desde estadios tempranos. De hecho nacimos como asociación con padres que estaban en periodo de embarazo y crianza de un bebé pero rápidamente nos pasamos a la adolescencia, porque muchas familias que llevan una infancia adecuada rompen con todo el trabajo que han hecho en la adolescencia por incapacidad de poder atender a esos adolescentes, de seguir dándoles diálogo y afecto, y sobre todo de atender las necesidades que no acaban de entender. Se trata de avisar de que esto está sucediendo, ahora mismo hay una sensibilidad muy grande hacia la formación en buenos tratos en la infancia pero no hay una sensibilidad tan grande hacia la adolescencia y es muy importante porque a nivel neurobiológico vuelve a suceder lo mismo. Y para que se dé la maravilla de convertir ese cerebro adolescente en cerebro adulto sano hacen falta personas disponibles a su alrededor.

- ¿Cuáles son los problemas más recurrentes que plantean las familias?

-Sobre todo los límites en los conflictos, no ser capaces de imponer esos límites. Una de las charlas que solemos dar es cómo preparar la adolescencia positiva desde los tres años hasta los doce, porque estamos ante un camino a largo plazo. Si yo enseño a un adolescente a regularse en el uso de las nuevas tecnologías desde los tres años, si lo enseño a saber frustrarse, a saber que cuando se les dice que hay que parar, se para, y además si eso se hace de manera adecuada, cuando lleguen a la adolescencia y al cerebro le cueste más funcionar y parar las emociones estará más preparado que al que no le han puesto ningún parapeto. Sólo hay que fijarse en la cantidad de chavales que podemos ver en bares con teléfonos que no nos molestan mientras estamos tomándonos nuestras cañas, pero intenta parar eso cuando tiene ya 14 o 15 años. Esas conductas de riesgo a nivel de relaciones íntimas, de tecnología, de dinero... generan muchísimos problemas hasta el punto de ser preocupante la violencia física hacia los padres.

- ¿Cómo se llega a estas situaciones?

-Cuando un niño agrede a sus padres es porque no ha sido bien tratado en el sentido de que no han sido atendidas sus necesidades: las afectivas y sobre todo a nivel de límites, de cuidados y de formar parte de una pequeña manada que es la familia. El niño con 2 años quiere hacerse el dueño de la casa y tiene que ser así porque no distingue entre el yo y los demás, y somos los adultos los que tenemos que empezar a poner límites. No hay nada peor para un niño que crecer más fuerte que sus padres, porque nadie le va a poder proteger. Y cuando ese cuerpecito de 2 años tenga 16 a ver quién lo para. Esto está muy relacionado también con la conexión, con la capacidad de entender al otro; es un proceso muy muy largo que tiene sus consecuencias, y de vez en cuando vemos a alguien que con 16 años da una paliza a su padre porque le pone límites. Muchas de las situaciones que nos llegan surgen de una chispa de lo más absurdo.

- Cuando esto sucede, ¿tiene arreglo?

-Los padres necesitan apoyos y los chavales también, una presencia externa de un educador social e incluso en situaciones más graves, psicoterapia que les permita reajustar ese cerebro. Lo bueno de la adolescencia es que se vuelven a abrir y reconfigurar las conexiones y nos ayuda a reparar daños que ha habido a nivel de abandono, negligencia parental o de agresividad. Muchos de los grandes problemas que tienen los adolescentes ahora mismo vienen de que están sufriendo el abandono próximo: tienen de todo, tienen todas las necesidades cubiertas de alimentación, vestido, higiene, actividades extraescolares, pero les falta lo más importante: todo lo afectivo. Y somos seres que desplegamos todo nuestro potencial en un contexto seguro, el cerebro es muy agradecido a cualquier señal amorosa que nos lancen.

- ¿Cómo han afectado las nuevas tecnologías a las relaciones entre padres e hijos?

-Es un tema complicado que tiene muchísimas lecturas. Personalmente me parece un ámbito más a tener en cuenta en el que los padres se tienen que formar, sobre todo por las consecuencias que puede tener. Pero si hablamos de adolescencia podemos hablar también de aplicaciones que generan una explosión de creatividad brutal. Otras aplicaciones en cambio tienen el efecto contrario: aislarles más. En el ámbito de las relaciones personales justo lo que no se necesita son whatsapps y chats que lo que hacen es difuminar la esencia de las relaciones personales: tocarse, empatizar, conectar con los demás. Tiene que haber una pedagogía sobre las nuevas tecnologías que posibilite a los padres su regulación, y sobre todo la autorregulación: que no haga falta siempre una figura adulta para que ellos sean capaces de controlarse.

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