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SALOMÉ GONZALO | Coach personal, experta en gestión de las emociones

"Los niños no necesitan cosas, lo que necesitan es una presencia de calidad de los adultos"

"Los jóvenes no toleran la frustración porque los manejamos mal; no hay que consentirlo todo ni decir que no a todo"

Salomé Gonzalo.

Salomé Gonzalo es licenciada en Derecho y coach personal y ejecutivo, experta en gestión emocional, liderazgo y técnicas de reprogramación mental. Hoy interviene en las jornadas "Educar en el mundo digital" organizadas por el Colegio Andolina para dar algunas claves que mejoren la relación entre padres e hijos.

- ¿Cómo se ponen límites sin herir?

-Es todo un arte para el que no hay ningún manual, no hay ninguna fórmula para ser padres perfectos. Simplemente hay padres que pueden estar más conectados con sus hijos y sus necesidades o menos, y eso depende de la conexión que como adultos tengamos con nosotros mismos. Es una cuestión de ver caso a caso, cada niño es diferente y es una cuestión de sentido común y de aplicar mucho la inteligencia emocional, del corazón, para ayudar a los niños a elevar los coeficientes intelectuales, que ahora mismo en la sociedad en la que vivimos es tanto o más importante que otro tipo de inteligencias que no sólo no se cultivan sino que están pendientes. Los límites se imponen en función de todo esto: tratando al niño desde el corazón, desde la inteligencia emocional y aplicando muchísimo el sentido común, la negociación, el diálogo desde el respeto. Y esto es muy importante, porque cuando los límites los ponemos sólo desde una jerarquía de poder se generan luchas, malas energías en las relaciones que llevan a que todos estén mal. Los padres vivimos muy preocupados y queriendo hacer las cosas bien, pero los hijos ni quieren ni necesitan padres perfectos; necesitan padres auténticos, que se expresen desde la normalidad.

- ¿Qué ocurre cuando aparece la frustración?

-Es un tema también muy relacionado con los límites. Se ve mucho en la edad adolescente, cómo cada vez los niños tienen menos tolerancia a la frustración. Y esto se debe a que lo manejamos muy mal; no hay que consentirle todo a un niño para que no se frustre, pero tampoco hay que negárselo todo sistemáticamente. Frustar a un niño a propósito diciéndole a todo que no es un acto condenado al fracaso y además va a llevarlo a no generar una tolerancia, al revés. Cualquier pulsión que tenga se va a convertir en intolerancia y en una necesidad de satisfacción inmediata. La carencia siempre crea angustia que se quiere controlar mediante dependencia o negando las necesidades.

- ¿Cómo se alcanza el equilibrio?

-Se trata de atender las necesidades de nuestros hijos, escucharles y estar ahí. Tenemos que ayudar a los niños con su acompañamiento emocional para poder desarrollar en ellos una autoconfianza y una autoestima que les haga adultos seguros, que sepan tomar sus propias decisiones. Si siempre decidimos por nuestros hijos y creemos saber lo mejor para ellos, no lo lograremos. La fórmula del equilibrio se basa en que no tenemos que decirle a todo que sí ni concederles todo lo que piden, pero siempre tenemos que escucharles y validar sus necesidades. Puede que tu hijo no necesite un juguete nuevo, pero el niño tiene todo el derecho de mundo a cabrearse y expresar una frustración. Y eso le está ayudando en la vida para poder generar la capacidad de frustración. Tú puedes no darle el juguete, pero lo que el niño sí necesita es que tú respetes ese enfado. Podemos poner límites y ayudar a nuestros hijos a través del respeto y de la validación de ellos como seres únicos que tienen derecho a tener sus deseos y a expresar las emociones que les ocasione cualquier suceso en su vida.

- ¿Cuándo debemos poner en práctica estas apreciaciones?

-Tenemos que empezar a cultivar estas cuestiones como padres. Yo trabajo mucho con las relaciones, y pensar que un niño es algo aislado del mundo de los adultos es una locura. Todo forma parte de un sistema, y esto es algo que tenemos que empezar a cultivar con los padres, con los adultos. Es imposible que puedas tolerar la rabieta de un niño cuando tú no sabes manejar tu enfado, porque te reprimes o porque explotas. Es muy difícil que puedas acompañar a tu niño en el manejo de la tristeza cuando está levantando todas tus heridas. No toleramos las emociones de nuestros hijos porque nos conectan con nuestras propias emociones.

- ¿Cómo hacer compatibles las emociones de unos y otros?

-Es un proceso de desarrollo y crecimiento personal de los adultos, porque tenemos hijos biológicamente pero tenemos muchas carencias y no estamos preparados para ellos. Y además no hay un manual para ser perfecto padre; ser padre siempre levanta tu propia sombra. Los hijos son nuestros maestros y nos van a confrontar con nosotros mismos, con todo el material que tenemos pendiente de ideas obsoletas, de creencias, miedos, inseguridades...

- ¿Cómo hacer entonces para no preocuparse ante la crianza?

-No es para preocuparse sino para todo lo contrario. Vivimos la maternidad con mucha carga, con culpa, preocupación, miedo... precisamente porque nos enfrenta a algo muy desconocido, porque nos sentimos muy regidos por ideas de perfeccionismo, de que hay maneras correctas e incorrectas, cuando lo que hay son maneras conectadas y desconectadas; cuando un adulto está desconectado de sí mismo es muy difícil que pueda conectar con su hijo.

- ¿Qué tienen que decir las nuevas tecnologías en esa conexión entre padres e hijos?

-Es una herramienta de doble filo. No podemos aislar a nuestros hijos de la tecnología, eso sería poner puertas al campo y además es ridículo y absurdo. Las nuevas tecnologías están enmascarando muchas veces una necesidad afectiva, cuando en vez de estar presentes con nuestro hijo somos los primeros que estamos con el móvil, o cuando usamos estas herramientas para que el niño se entretenga. Es un arma de doble filo, y por eso muchas veces los niños no necesitan cosas sino que necesitan presencia del adulto, y presencia de calidad, y eso hay que darlo. No podemos demonizar nada, simplemente se trata de usar las herramientas a nuestro alcance con un poco de sentido común y de equilibrio.

- ¿Hemos delegado demasiado en estas herramientas?

-Los adultos somos los primeros que estamos totalmente absorbidos por las tecnologías, muchas veces los padres no están pendientes de sus hijos pero no es una cuestión sólo de presencia física. Antes muchas mujeres se quedaban en casa pero ellas también estaban a sus cosas. La presencia es algo mucho más profundo: es poder decir a nuestros hijos "estoy para ti".

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