Tras su sonrisa se esconde un carácter tímido, como él mismo confiesa, y a la vez determinado, como aseguran quienes le conocen. Juan Carlos Campo Rodríguez (Gijón, 1970), director de la Escuela Politécnica de Ingeniería de la ciudad se ha convertido en las últimas semanas en uno de los protagonistas de la actualidad regional (seguramente a su pesar) a costa de la defensa del grado de Ingeniería de Organización Industrial en el campus gijonés.

Y porque es "una persona honesta consigo misma y con los demás, fiel a sus convicciones, que no ha dudado en sacrificar su tiempo para dedicarlo al conjunto de las personas que trabajamos en la Politécnica y, desde ella, al conjunto de la sociedad asturiana", tal y como suscriben sus colegas, en esta ocasión también ha vencido su timidez y discreción habitual para dar la cara por un grado que considera "imprescindible" para el futuro de los ingenieros asturianos.

No contaba Campo con llegar a ser director de la Escuela en la que estudió, tras pasar por la Escuelona y el Instituto Jovellanos. Más bien pensaba que acabaría en la empresa privada, pero se ha dejado llevar por el destino insondable y "tiene toda la Escuela en la cabeza", señalan sus colaboradores. Es en este marco en el que el director del centro se ha revelado como una persona "tremendamente profesional, leal e ideal para trabajar en equipo". Y lo aseguran quienes han visto en él en los difíciles momentos de las peticiones de aprobación de los Másteres de Ingeniería Industrial y de Telecomunicación en la escuela "la fortaleza y templanza necesaria para enfrentarnos a aquellos momentos de dificultad". La misma de la que ahora echa mano para hacer ver la conveniencia de contar con un nuevo grado para que sus estudiantes tengan la mejor salida profesional posible.

Paralelamente a su faceta como director y profesor del área de Electricidad Juan Carlos Campo hace gala sobre todo de ser un tipo afable y muy familiar, volcado con sus dos hijas de 13 y 10 años. "Cuántas veces desde una reunión de amigos ha tenido que desplazarse para buscar a su mujer y sus niñas", recuerdan sus allegados. De hecho, cuando entró como subdirector de estudiantes en la Dirección de la EPI la única pregunta que formuló a sus superiores fue si seguiría teniendo tiempo para dedicar a su familia. Y parece que la familia se ha integrado bien en la rutina ingenieril, con sus hijas ayudándole hace un año a hacer la paella con que invitó a los compañeros de dirección de la escuela. Otra, por cierto, de sus aficiones reconocidas: la de cocinillas, desde la tienda hasta los fogones es uno de sus mejores entretenimientos y, según afirman los que han probado sus platos, con considerable acierto.

Además de todo ello saca tiempo para hacer deporte, con la natación en el mar y el paddle surf como una de sus aficiones. No es raro verlo enfundado en el neopreno en las proximidades de la playa de Poniente, ni en la Campa Torres, un lugar que frecuentaba de pequeño con sus padres y que sigue conservando para él una magia especial.

Tampoco es difícil verlo en algún concierto, en las gradas del Molinón (más por afición de las pequeñas de la casa que por pasión a los colores) o en las múltiples fiestas de la ciudad, de la que disfruta cuanto puede en su tiempo libre, con un rincón especial en Quintes para otear el mar que tanto le gusta.

Haciendo gala de su vertiente de ingeniero es frecuente también que sorprenda a los compañeros con nuevos artilugios, como los que utiliza por ejemplo para grabar el cross de la escuela mientras él mismo va corriendo para poder ponerlo luego en el canal EPI de Youtube o en las redes sociales, otro de los campos por los que está convencido que pasa el futuro. El mismo por el que en las últimas semanas se ha manifestado de forma pública para que su Escuela sea una de las más destacadas del país. No hay acto que más le satisfaga que aquel en el que recibe a un antiguo alumno para ofrecer una conferencia de experto. Y eso en la Politécnica ocurre todos los meses.