Por las manos del psicoesteta Ramiro Fernández Alonso han pasado las cabezas de Adolfo Suárez, George Bush padre, Nelson Mandela, Severo Ochoa y generaciones de futbolistas de la Selección española de fútbol. Este allerano de nacimiento, que se define a sí mismo como "un currante, un trabajador más" y que demuestra una inusitada vitalidad a sus 74 años, habló ayer en la asociación de vecinos de La Providencia sobre la importancia de la imagen en el Siglo XXI.

"Hoy en día estamos en una sociedad que se basa en la imagocracia, donde la importancia de la imagen se apodera de todo. Si no nos actualizamos constantemente, acabaremos quedando marginados", reflexionó Fernández. Y añadió: "dar la imagen que nos exige cada momento es decisivo para poder llegar a lograr nuestros propósitos y éxitos" por lo que, aseguró, "cuanto más nos abandonamos, más nos abandonan".En su parlamento, Fernández quiso hacer una defensa de su profesión. "He luchado toda mi vida para prestigiarla, para huir de esa concepción del peluquero charlatán, inculto y sabelotodo", explicó el conferenciante, que definió la psicoestética como "la ciencia que se ocupa de coordinar los diferentes aspectos de la moda, que a su vez no deja de ser la interpretación científica de los gustos colectivos", apuntilló.

El veterano psicoesteta hizo hincapié en que "cada persona es distinta", por lo que "el diagnóstico tiene una gran importancia" ya que, como aseguró, "cualquier deficiencia del organismo repercute en el cuero cabelludo".

Durante la charla, Fernández aprovechó para desmontar "mitos y leyendas del cuidado personal", como que lavarse la cabeza todos los días es malo. "Es falso, lo que hay que hacer es lavarla con un champú neutro, con un ph como el lagrimal de un bebé" y, en caso de que se tenga que utilizar un producto específico como los compuestos anticaspa o anticaída, hacerlo "dos o tres veces por semana, con un masaje, sin frotar, dejándolo actuar de cinco a ocho minutos y aclarando luego con abundante agua". Respecto a la caída del cabello, Fernández remarcó que "milagros ya no hay ni en Lourdes", solo algunos tratamientos que pueden ayudar a detener su efecto, pero difícilmente paliarlo.

"El cabello es un vehículo de seducción y comunicación, y la única parte de nuestra fisonomía que podemos cambiar", explicó el experto. "Las personas nos aburrimos de estar siempre igual, por ello queremos descubrir nuevas facetas de nosotros mismos para potencializarnos, sentirnos bien y hacerle frente a los temores como el ridículo", concluyó el veterano psicoesteta.