La gijonesa Marisa Barrios Moro empezó hace un cuarto de siglo a reunir con pasión los cromos de palma que tanto le gustaban en su infancia. Y en su afición arrastró a su marido, Rubén Menéndez Álvarez. Primero compraron estampas por los quioscos, luego en anticuarios locales y nacionales, contactaron hasta con fabricantes de chocolates que en el siglo pasado incluían los cromos troquelados como detalle de gusto en sus tabletas, y dieron el salto internacional rebuscando en mercadillos y relacionándose hasta con algún experto en impresión de Reino Unido y Alemania que aún cultivaba el arte del cromo y les surtía de "joyas".

Cuando llevaban diez tomos y miles de preciosos cromos de palma fechados en una amplia cronología que abarca desde finales del siglo XIX hasta 1980, y la búsqueda ya se les estaba complicando mucho porque "no es que sea un coleccionismo con muchos aficionados", empezaron a plantearse "qué iba a pasar con todo cuando faltásemos. Nos daba una cierta pena pensar en adónde iba a ir a parar ese esfuerzo, y ni pensar en que acabaran en un anticuario malvendiéndose o rompiendo la colección", explica Rubén Menéndez.

Así que pensaron en una donación a algún museo. "Nos planteamos que fuera un museo del juguete, hasta que pensamos en algún centro de antropología, y qué mejor que el de Asturias", explica Menéndez. Y así, con una simple llamada de tanteo al Muséu del Pueblu d'Asturies, que cogió el propio director, Xuaco López, fue como acabó gestándose una nueva y singular donación que viene a incrementar la colección de artes gráficas del museo etnográfico asturiano.

Los propietarios han cedido "casi el 99 por ciento de nuestra colección, sólo nos quedamos con algún recuerdo", dice Rubén Menéndez. Y eso son 2.851 piezas, de las cuales 1.703 son cromos individuales y 1.148 son pliegos de cromos. "Muchos son cromolitografiados, con barnices o con relieve, mientras que los más modernos son de offset", describen los expertos del museo gijonés. Precisamente por el preciosismo de algunas de las piezas los dueños también temían que la humedad y la falta de un local verdaderamente adecuado para su colección acabaran por hacer mella en las estampas que con tanto cariño habían reunido.

Cromos troquelados, cromos de picar, scraps, muñecos recortables o cromos de palma son las denominaciones que a lo largo del tiempo han tenido estos objetos ligados al juego infantil. "Había que picar con la mano el cromo y si caía boca arriba se ganaba quedándote con el cromo. Se solían apostar los de menor calidad o más pequeños; también se jugaban a intercambiarlos, teniendo más valor cuanto más grandes", relatan desde el museo sobre el uso de estos cromos. Retratos, parejas, niños, animales, plantas, escenas navideñas, folclore, transportes... la temática es tan variada como imaginable.

"En un mercadillo en Reino Unido encontramos unos preciosos victorianos; guapísimos", cuenta Rubén Menéndez, que también relata que si bien al principio compraban cromos sueltos, acabaron por adquirir cuadros completos que iban localizando en anticuarios y que ellos despegaban con sumo cuidado para no destruirlos. Recuerda Rubén que por algún cuadro llegaron a pagar 3.000 o 4.000 pesetas y sumando, sumando, acaban de ceder una parte de su patrimonio. Pero lo importante es que le han dado salida a una colección que "también nos presta mucho que pueda ser apreciada por otras personas.

Al final al coleccionista le gusta que lo que ha hecho alguien lo valore", explica. Y en el Museo del Pueblo de Asturias bien que lo hacen. "Con esta donación el museo aumenta y diversifica sus colección de artes gráficas; esta aportación permite reconstruir la memoria de varias generaciones de niños y niñas que han jugado con ellos y también conocer de primera mano el valor artístico de estos materiales". Son materiales, explican, muy apreciados y buscados por los museos y bibliotecas y al Pueblu d'Asturies llegan como una preciosa donación "que nos hace percibir que el museo está vivo entre la gente", sostiene Xuaco López.