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Míticos de Gijón

"El Chorín", de profesión ratero

Marcelino Rodríguez Castro, que vivía entre la cárcel y el cuartón, se hizo popular con delitos menores y acabó matando a su abuela para robarle

"El Chorín", de profesión ratero

Y los malos a la cárcel, a sufrir "el peso de la ley". A la cárcel de Gijón, a la antigua -antes de la de El Coto-, a la que estaba situada en la llamada Torre del Reloj hoy anexa al Archivo Municipal. Conocida por alojar personajes tan populares como Marcelino Rodríguez Castro, "El Chorín". Siempre estaba "El Chorín" al margen de la ley, y que entraba y salía de dependencias carcelarias como Pedro por su casa. Marcelino heredó el oficio, y el apodo también, de otro ratero local llamado Manuel Rodríguez Valdés, su tío, conocido también "El Chorín". Hablemos del sobrino, de Marcelino.

El 19 de noviembre de 1906 "El Chorín", con quince años, intentó fugarse de la prisión mixta de Cimavilla cuando ya era ésta, según denunciaban los diarios, una "casa de tócame Roque". Sin ninguna seguridad, con confusión de sexos y derrumbándose, y cuando los poderes públicos estaban ya en la tarea de construir la de El Coto, inaugurada por fin en agosto de 1909. En Gijón corría la versión de que "El Chorín" era el niño mimado de la prisión, el que disfrutaba de toda clase de ventajas y del favor de los funcionarios. Valiéndose de ellos y de su habilidad perforó, con ayuda de otro colega apodado "Pinillos", la pared de la cárcel con una palanqueta y, si no llega a ser por el ruido que armó, se fuga otra vez.

Ese intento de fuga de "El Chorín", movilizó la conciencia popular gijonesa en el sentido de que la nueva cárcel era urgente y sacó a la luz datos espeluznantes. Por ejemplo que en la Torre del Reloj, en ese 1906, los reclusos no estaban separados por grados, conviviendo en la misma celda niños delincuentes de sólo nueve años con experimentados amantes de lo ajeno. El juez, señor Mosquera, ordenó separarlos y separar también a las mujeres menores de dieciséis años.

De este Chorín podríamos decir, sin exageración, que no tenía casa: vivía entre la cárcel y en el cuartón, y en la calle siempre con la navaja.

"El Chorín" volvió a ser popular (por penúltima vez) al poco tiempo. En noviembre de 1910 cuando -de nuevo en libertad- mató a su abuela, en la casa de ella en la calle Menéndez Valdés, para robarle. Contó para ello con la ayuda de un antiguo compañero de reclusión Antonio Fernández Rendueles alias "El Tuerto" y con quien había ingerido, anteriormente al crimen, gran cantidad de sidra en un local llamado La Tiendona, en El Humedal y también en una taberna junto a la fábrica de Vidrios. Justo al año siguiente fue condenado por ese asesinato, y "El Chorín" tenía en ese momento tan solo 19 años.

La cárcel de El Coto no fue la solución. Infinitamente mejor que la de Cimavilla, no evitó que las evasiones fuesen un hecho. Nada más ser trasladados los reclusos de una a otra (desde Cimavilla a El Coto, a pie, en forma de cuerda de presos y recorriendo acompañados de sus familias gran parte de Gijón) ya se fugó uno. Sabemos su nombre: David Rodríguez. Al poco tuvo lugar la conocida fuga de El Coto del Roxu de La Arena que fue ayudado desde el exterior por su amante, "una mujer que habitaba en una casa de desgracia en El Tejedor". Una zona, esa de El Tejedor, que hoy llamamos Zarracina.

Además de "El Chorín", otros cacos circulaban por Gijón. Nos detenemos en tres matones gijoneses de aquellos años, de hace un siglo. Hablamos de un tuertu, un chatu, y un roxu. Del tuertu del Llano, del chatu de Ceares y del roxu de La Arena ya citado.

Este "Roxu de la Arena" era, claro, pelirrojo y del barrio de La Arena. Antonio Ceñal, que así se llamaba, se hizo popular en octubre de 1913 cuando disparó a un sereno hiriéndolo. Detenido enseguida, pasó otra vez a la cárcel de El Coto. Fue detenido y juzgado otra vez años más tarde, en 1921, por la muerte de otro sereno, y lo fue junto a sus dos compinches: José García, alias Mangante, y Felipe Cendón que era, además de camorrista, guardia municipal.

Dos delincuentes, como lo fue El Roxu, conocidos por sus características físicas: Antonio Fernández Rendueles, alias el "Tuertu del Llano", y Avelino Iglesias Valdés, conocido por todo Gijón como "El Chato de Ceares".

En el año 1904 ya era muy popular el Chato de Ceares cuando hurtó cuarenta duros a una mujer que se hallaba en la Estación del Norte. Al año siguiente -tras varias fechorías más- entró en una tienda llamada La Gran Vía, en la cuesta de Begoña, y robó un salchichón amenazando al dueño del establecimiento con una navaja de grandes dimensiones. A partir de ahí "El Chato de Ceares" se convirtió en habitual visitante del cuartón y, junto a él su hermano Fermín apodado en la prensa como "el hermano de El Chato de Ceares".

Respecto al "Tuertu del Llano" hay que decir que también tenía como uno de sus lugares de trabajo las estaciones de ferrocarril. Por el diario "El Principado" del 2 de febrero de 1911, nos enteramos que El Tuertu, escapó de la autoridad tras un robo pero que fue detenido en una taberna "tras recorrer los guardias los tugurios que solían frecuentar el cínico ratero y sus compañeros de tahuría".

Hablamos aquí de un chatu, un tuertu y un roxu. Pues bien, también andaba por Gijón hace un siglo un "Mudu del Natahoyo" que era, según la prensa, "ratero y ferviente admirador de Baco".

Como vemos en la nota que reproducimos del diario "La Prensa" del 22 de julio de 1930, el más afamado ratero local, Marcelino Rodríguez Castro, "ElChorín", seguía ejerciendo su profesión en Gijón cuando tenía 39 años ya que había nacido en 1891.

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