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Los forenses de la fauna salvaje

Los veterinarios Miguel Prieto, Alberto Espí y Ana Balseiro realizan en Deva más de 200 necropsias al año, la mitad de ellas a tejones

Los forenses de la fauna salvaje

Por la sala de necropsias de Deva pasan al año más de 200 animales muertos: desde osos y lobos hasta zorros y mustélidos. Aunque los exámenes a plantígrados son los más mediáticos, el Centro de Biotecnología Animal del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario (Serida) analiza principalmente tejones atropellados. "Nos llegan muchísimos, entre 80 y 100", puntualiza el jefe del área de sanidad animal, Miguel Prieto, quien está realizando un proyecto sobre tuberculosis en la especie. Este veterinario y los científicos Alberto Espí y Ana Balseiro componen el equipo forense de la fauna salvaje de Asturias. En sus instalaciones conservan multitud de muestras de tejido, entre ellas de la osa "Tola", que utilizan para analizar poblaciones y desarrollar investigaciones.

"Todo lo hacemos con mentalidad de publicar y generar conocimiento. Una necropsia no sólo sirve para determinar las causas de muerte de un ejemplar, sino también para obtener información de una especie entera", aseguran Alberto Espí y el gerente del Serida, Ramón Juste. Los exámenes más complejos son los practicados a osos por dos razones: son de mayor tamaño y urge saber de qué fallecieron. "Cuando nos llega por ejemplo un tejón ya sabemos que murió atropellado. Lo mismo sucede con un lobo extraído por la Guardería del Medio Natural dentro del plan de control regional. En esos casos nos interesa más conocer su estado sanitario y recoger muestras. Sin embargo, en un oso desconocemos las causas de su muerte y encima hay un proceso judicial detrás. Podemos llegar a tardar 8 horas", explica Miguel Prieto.

El responsable del área de sanidad animal del Serida recuerda especialmente complejas las necropsias realizadas a los dos plantígrados hallados muertos en Combo (Cangas del Narcea) en abril del año pasado. Pesaban más de 200 kilos cada uno y hubo que tumbarlos en el suelo para poder realizar un examen post mortem. La sala de necropsias de Deva, la única que existe en el Principado, está dotada de dos mesas y dos cámaras frigoríficas. Desde hace escasos meses, el equipamiento cuenta además con una antesala, pensada para las necropsias de osos. "La expectación es grande en estos casos, pero por una cuestión de espacio y de peligrosidad consideramos que en la sala sólo debe estar el personal que interviene en el examen", detalla Prieto. Normalmente, los tres veterinarios del Serida y profesionales de Medio Ambiente, como Álvaro Leaga. El resto puede seguir la operación a través de un ventanal.

El Serida dispone de un protocolo general y otro específico para plantígrados. En ambos, la prioridad es "prevenir riesgos". En este sentido, los equipos de protección individual (EPIs) -mascarillas, guantes, batas, cubre pelos...- juegan un papel prioritario. "Una necropsia entraña cierto riesgo. Algunos animales pueden venir enfermos y transmitir el patógeno a los humanos. Es lo que se conoce como zoonosis", advierte Alberto Espí. Los cadáveres llegan a Deva congelados o frescos. Los tejones, por ejemplo, suelen llegar congelados, mientras que los osos frescos, ya que de esta forma las necropsias son "más precisas".

Pero, ¿cómo se hace una autopsia animal? Alberto Espí afirma que es una operación "muy reglada", que sigue siempre los mismos pasos. El primero es realizar un examen externo del cuerpo o macroscópico. Lo pesan, lo miden y lo observan. El segundo paso es quitarle el pelo y la piel. "Esto es muy importante porque es la única forma de ver si tienen moratones o larvas de insectos, que nos aportan mucha información sobre cuándo y cómo murió", detalla Miguel Prieto. En tercer lugar, se abre el cadáver, sacando todas su vísceras y analizando órgano por órgano. Y el cuarto paso y último consiste en extraer muestras para su posterior estudio en el laboratorio. Todo ello, "nos permite hacer un seguimiento de las especies", como resalta Ramón Juste, e incluso iniciar una investigación a raíz de la detección de enfermedades.

El Centro de Biotecnología Animal también realiza, en función de los proyectos, necropsias a animales domésticos, como vacas, aportadas por el matadero. Por si fuera poco, los veterinarios examinan cientos de truchas, anguilas, salmones, ranas y tortugas. Pero hasta ahora el ejemplar más famoso que pasó por Deva es la osa "Tola", que falleció el pasado 18 de enero a consecuencia de su vejez (tenía 29 años) y de la enfermedad degenerativa que padecía desde hacía tiempo.

Sus restos se conservan en el Serida, pero la Fundación Oso Asturias (FOA) pretende recuperar su esqueleto con el fin de exponerlo en la Casa del Oso de Proaza. Los residuos de animales se mandan a Proygrasa si no existe ningún tipo de riesgo y al horno de Cogersa en los casos en los que se detectan algún agente infeccioso.

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