Con el fervor de los mayores, pero de muy pocos jóvenes la capilla de la Soledad de Cimadevilla se quedó otro año más pequeña para acoger la fiesta del Redentor, en la que el párroco de San Pedro, Javier Gómez Cuesta, pidió a los fieles "saber transmitir esta devoción a las generaciones venideras". En el Cristo de Medinaceli "encontramos fortaleza, ánimo, luz, esperanza... Todo eso hay que difundirlo, que es el problema que tenemos", aseguró el cura durante la homilía, que fue seguida por más personas casi fuera que dentro de la propia ermita. Cimadevilla no se olvidó de recordar a Enrique Castro "Quini", también devoto de esta celebración.

Desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la tarde, la imagen del Nazareno de Medinaceli no estuvo sola. Teresa Sevillano y Alba López no faltan ningún año a la peregrinación. Tampoco María Teresa Fernández "ya llueva o nieve", según asegura. Por suerte, ayer durante la misa, no cayó ni una sola gota. "Y eso que todos los años orbaya", como apostilla Alba López. "Vengo desde muy pequeña. Por lo menos desde hace 50 años, que son los que llevo viviendo en Gijón. Empecé trayendo a una amiga, luego a mi madre... Y ahora a la familia entera", cuenta María Teresa Fernández, que siente predilección por tres santos: "Medinaceli en Cimadevilla, San Blas en Jove y Santa Rita en Somió".

Desde Oviedo acudieron ayer a la capilla de la Soledad Eloína López y Honorina Fernández. Cuenta López que una tía suya, fallecida hace poco en Madrid, era muy devota del Cristo de Medinaceli. "No tuve ocasión de despedirme de ella y buscando, me enteré que aquí en Cimadevilla había esta fiesta. Y aquí estoy en su honor", explica la ovetense. En la interminable cola de fieles, que esperaba ayer ver de cerca el santo, tocarlo y besarlo estaba Manuel González: "Le pido salud y paz, que es lo que más necesitamos; con lo demás ya nos apañamos como podamos".

La misa en honor a Jesús de Medinaceli es una tradición religiosa que se celebra el primer viernes del mes de marzo en torno a la Cuaresma. La parroquia de San Pedro pone su empeño para que la tradición no decaiga en Gijón. En la ceremonia de ayer cantó el Coro Voces de Cimadevilla, que cerró la misa entonando los acordes del Himno de Covadonga.