"Esta historia es muy normal; la hacen excepcional ellos". Cristina Gavela Albes, la profesora que publicó una carta en LA NUEVA ESPAÑA para agradecer el cariño recibido por sus alumnos en uno de los momentos "más difíciles" de su vida, se refiere a sus 26 "niños" del Instituto Emilio Alarcos. Sus abrazos de grupo, sus mensajes llamándola ganadora, sus ramos de flores y su cariño constante le dieron fuerzas para afrontar el feroz cáncer que atacaba a su marido.

"Siempre entro en clase con una sonrisa y enseguida notaron que me pasaba algo. Fue muy duro, pero me demostraron que como personas son excepcionales; tienen un corazón de oro", cuenta emocionada. Y eso que cargaban con la fama de ser la peor clase. Detrás de los piercing, los pelos de colores, el aspecto de duros y su afición a liarla se encuentran valores como la empatía y la solidaridad. "Solemos ver solo la parte conflictiva y egoísta de los adolescentes. Y para nada es así", afirma Cristina Gavela, de 44 años, maestra de Lengua Castellana y vecina de El Natahoyo.

El vínculo especial que estableció con sus alumnos de 3º de la ESO D -hoy repartidos por distintas clases de 4º- comenzó el 30 de enero de 2017. Esa fue la fecha en la que le detectaron un cáncer al marido de Cristina Gavela. "Era mi tutoría y ellos empezaron a apreciar que faltaba puntualmente cuando mi esposo tenía pruebas. Un día una alumna me dijo: 'Profe, a tí algo te pasa. Siempre sonríes y te vemos ausente'. Me eché a llorar. '¡Algo le pasa a la tutora!', gritó el resto de la clase, y todos me abrazaron. Fue impactante", relata esta mujer, que adora a los jóvenes. Y ellos a su profe, "la mejor". "Te mereces eso y más. Lo que tuviste que aguantar...", interrumpen. "Sí, la verdad es que hubo mucho que pelear", bromea Gavela.

Segundo capítulo de su historia: el ramo de flores. "Al día siguiente me hicieron una encerrona. Me dijo un compañero: 'Sube a clase que tu tutoría la ha armado'. Y me encontré a todos de pie con un ramo de rosas. Fue una sorpresa enorme. Me quedé petrificada". A las rosas le acompañaban tarjetas con dedicatorias y dibujos de todos y cada uno de ellos. Los 26. Del alumno más estudioso al que si podía pirar clase, lo hacía. El cariño traspasaba las paredes del instituto. Como muestra, el mensaje de la joven María José Cantillano: "Eres una persona maravillosa y fuerte. Estoy segura de que tu marido también lo es. Toda mi fuerza y mi cariño". O el de Irene Sirgo Blanco: "Recuerda profe: tú siempre ganas porque simplemente eres la mejor". O el de Daniel Díaz Ardura, el alma del grupo: "Gracias por ser mi tutora y por pelear tanto por nosotros. Yo, al igual que el resto de mis compañeros, estoy muy agradecido por el esfuerzo sobrehumano que haces. Fuerte profe, fuerte".

Todos esas notas le llenaron de ánimos para seguir al pie del cañón, pese al sufrimiento. Hasta que no pudo más: el 26 de septiembre de este curso cogió la baja. "Volvió a recaer mi marido y no me incorporé hasta el 9 de febrero. Ahora ya pasó la quimioterapia. Nos toca esperar, pero sé que va a ir todo bien". "Claro que sí", contestan los estudiantes, algunos de ellos derramando lágrimas. El dolor de Cristina es también el suyo. Por eso, el 14 de febrero, día de los enamorados, llegó el segundo ramo de flores, que por cierto lleva de foto de perfil en su WhatsApp. "Que pierdan el recreo y el tiempo para dedicármelo a mí, me parece increíble", dice, acompañado otra vez de: "Sois excepcionales".

Y tanto amor se merecía un agradecimiento público en LA NUEVA ESPAÑA el pasado 21 de febrero. "A mi excepcional 3º D", empezaba la carta, por la que recibió multitud de mensajes. "A mí me hizo llorar. Y mis padres también se emocionaron", señala Irene Sirgo Blanco. "Es preciosa, yo la tengo enmarcada en casa", dice Mireia Vázquez Hernández. "Y yo pegada en la habitación", apostilla Andrea Camblor Miranda. La docente Cristina Gavela asegura que ese vínculo especial "jamás se romperá": "Yo sé que los tendré ahí para siempre".

Esta es la carta íntegra que salió publicada el 21 de febrero:

A mi excepcional 3º D

Esta carta es un mínimo reconocimiento a toda vuestra ayuda en los momentos más difíciles de mi vida. Todo cambió el 30 de enero de 2017 y en seguida percibisteis mi tristeza y me arropasteis como nadie en el instituto. Aquel abrazo de grupo, aquellos mensajes escritos -algunos con faltas de ortografía para no perder las buenas costumbres- o aquella encerrona en el aula para regalarme un precioso ramo de rosas son recuerdos que pervivirán para siempre en mi memoria. Supisteis que la enfermedad había vuelto de nuevo y este curso ya no pude más que solicitar la baja durante cuatro largos y durísimos meses.La reincorporación fue inolvidable gracias a vosotros y vosotras: sinceros abrazos, un aplauso que me estremeció y otro ramo de flores (con encerrona incluida, claro, como no podía ser de otra manera). A pesar de lo difícil que es lograrlo, me quedé muda y solo os pude agradecer el detalle "riñéndoos" por haber gastado dinero en mí. Estas líneas son mi pequeño tributo a vuestro cariño: habéis hecho que todo sea más soportable con esas sonrisas que me regalabais cuando nos veíamos por la calle y me preguntabais cómo iba todo y cuándo iba a volver a trabajar, cuando me decíais que me echabais de menos. No os podéis imaginar lo que significaba para mí.Por todo ello, y para vuestra desgracia, siento deciros que me erijo en vuestra tutora perpetua, así que, como creo que ya sabéis bien, podréis contar conmigo el resto de nuestras vidas. Jamás os olvidaré y siempre guardaré en mi corazón todo lo que me habéis ayudado y enseñado. Soy una afortunada por haber sido vuestra tutora. Os quiero mucho.Cristina Gavela Albes