Dicen de la obra del banquero y filántropo francés Albert Kahn (1860-1940) que la suya es "la última mirada virgen" a los recodos más extremos del mundo. Su colección "Los archivos del planeta", "la más grande que existe" en cuanto a placas autocromas (más de 70.000) desembarcó ayer en Gijón tras haber pasado, previamente, por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Al menos, una parte de ella. Alrededor de 450 fotografías y más de media hora de grabaciones que desde ayer y hasta el próximo 13 de mayo, se podrán admirar en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón.

Y además, y por primera vez, focalizando gran parte de la atención al Principado. Entre los más de medio centenar de países que visitó el equipo técnico de Kahn -organizaba equipos de filmación y de fotografía para dejar testimonio de modos de vida-, España tuvo un cierto protagonismo y, dentro del país, especialmente Asturias. La muestra recoge una treintena de fotografías del Principado, esencialmente de Oviedo, la catedral, el Prerrománico y su entorno global. Una documentación, como toda la que llevó a cabo este filántropo francés, que realizó para "dar a conocer las distintas formas de habitar el planeta", conformando "una información imprescindible para ampliar conocimientos de las distintas épocas y lugares", en palabras de José Manuel Mouriño, comisario de la exposición.

Para su homólogo Alberto Ruiz de Samaniego, la labor de Kahn va incluso más allá. "Se puede hacer una historia completa del primer tercio del siglo XX solo visionando estos archivos", remarca. Imágenes de paisajes, gentes, ciudades e incluso batallas. "Donde había un conflicto, allí iba el equipo de Kahn", explica. "Kahn sabía que el mundo iba a ser humanizado y que la impronta técnica iba a hacer grandes cambios en él", relata Ruiz de Samaniego, "por ello tuvo la necesidad urgente de documentar todo antes de que eso pasara". De ahí, las casi 72.000 placas autocromas, más de 4.000 placas estereoscópicas o casi 200.000 metros de película, con las que el equipo del filántropo francés documentaron el mundo de principios del siglo XX de norte a sur y de este a oeste, una labor a la que Kahn dedicó gran parte de su fortuna.

Tal fue su afán que, enfatiza Ruiz de Samaniego, "muchas de estas grabaciones fueron las primeras que se hicieron en las zonas más ignotas del planeta" porque, como creía el propio Kahn, "la única forma de conocernos a nosotros mismos es conocer antes a los demás". Una labor para la que el francés dedicó incontables recursos y casi dos décadas de su vida.