La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

PABLO BASAGOITI BROWN | FOTÓGRAFO Y EDITOR

El último centinela del Evaristo Valle

Hijo de Guillermo Basagoiti y de Alina Brown, y nieto de Ángeles García, encarna la tercera generación que vela por el legado del pintor gijonés

El último centinela del Evaristo Valle

En la arborescencia genealógica de Pablo Basagoiti Brown hay un almirante irlandés de nombre William Brown, antepasado de su madre Alina, que nació habanera. Así que a este fotógrafo y editor de maneras prudentes y cuidadas bien le pudo dar por la mar, como a su hermano Guillermo. En ese enramaje destacan también los creadores de fuste, como su padre, el escultor Guillermo Basagoiti. Y los vigías atentos de uno de los patrimonios artísticos más notables y mejor expuestos que hay en Asturias: el que la Fundación Evaristo Valle custodia en Somió, en los jardines de La Redonda, donde se rinde fundado y razonado reconocimiento a uno de los grandes pintores españoles de la primera mitad del siglo XX. El gijonés Evaristo Valle nació en 1873 y murió en 1951.

Curiosamente, Pablo no se hizo a la mar ni tampoco estudió Historia del Arte, como su hermana pequeña, Ana. Cursó Empresariales, estudió mercadotecnia y trabajó en publicidad o en una empresa de distribución. Una rareza que el tiempo, ese gran componedor de destinos, enmendó hace cinco años. Es el periodo, más o menos, que el mediano de los Basagoiti Brown lleva laborando para la Fundación Evaristo Valle. Se ha convertido en el representante de la tercera generación de la misma familia que vela por el legado del maestro. Una línea que empieza en su abuela Ángeles García Tuñón, primera presidenta de la institución y sobrina de la fundadora, María Rodríguez del Valle, y ha continuado con Guillermo Basagoiti. Vigías de una singular iniciativa cultural que se mantiene, desde hace treinta y cinco años, entre las más meritorias del Principado. Sostenida con el apoyo de doscientos amigos del museo y una subvención de 41.000 euros anuales que aporta el Ayuntamiento de Gijón, la Fundación ha organizado en esas tres décadas y media más de cuatrocientas exposiciones y conciertos.

El museo, inaugurado en 1983 por el entonces ministro de Cultura, Javier Solana, fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) el 24 de julio de 2015. Su jardín atlántico y exquisito, poblado de árboles, pájaros y esculturas, está considerado como uno de los más bonitos de España de carácter privado. Una mañana en sus senderos es terapia al alcance de todos, un elogio del instante cultivado.

Pablo Basagoiti, que lleva las cosas de comunicación del museo y otros asuntos perentorios (cinco de plantilla y todos echan una mano aquí y allá), nació en Madrid el 6 de diciembre de 1973. Pero a sus 44 años, casado y padre de Paula y de Casilda, recuerda como si fueran hermosos paréntesis en la rutina de los días los veranos en La Redonda, el mar, la playa. Se formó en el colegio madrileño Santa Illa, pero la familia se trasladó a Gijón cuando el padre, Guillermo Basagoiti García-Tuñón, se hizo cargo en 1981 de la dirección de arte del Evaristo Valle. Un artista (excelente fotógrafo, también, además de escultor) que fue dejando lo suyo en favor del maestro de las "Carnavaladas".

A Pablo lo matricularon en el Colegio Cisneros. Y de ahí pasó al Instituto de la Laboral, donde acabó el COU. Es persona que se acostumbró desde niño al olor de los materiales químicos del laboratorio fotográfico de su progenitor; las cámaras, además, siempre a mano. De ahí le viene la que es, tal vez, su gran vocación. Aunque tardó en decidir (en "planteárselo en serio", como él mismo relata) que la fotografía y el arte formarían parte sustancial de su vida. Rebasaba los 30 años de edad cuando se dejó convencer por las voces y los ecos de un mundo que, en realidad, había sido el suyo desde siempre: ahí estaban, con su presencia y verbo, grandes budas de la creación artística asturiana como Joaquín Rubio Camín. Toda una cofradía de cómplices bien sintonizados de los que pudo disfrutar desde que era un chaval.

Este centinela nuevo entre las salas y los arriates del Evaristo Valle no ha descuidado, al tomar su más reciente tramo biográfico, su propia obra. Fotografía, por ejemplo, a los músicos que participan en los celebrados conciertos del museo. Y tiene en marcha, desde hace cinco años, una muy potente serie gijonesa bajo el título "Cuadrante". Miles de imágenes de la ciudad de las que su autor espigará tan sólo cien: el resultado de fatigar kilómetros de barrios, calles, plazas o esquinas que componen un deslumbrante mosaico desconocido para la mayoría de los gijoneses. "Nos vamos a veces a sacar fotos a Vietnam y no hacemos caso a lo que hay al lado de nuestra casa", dice. Esas maravillas cotidianas que necesitan del ojo en guardia para revelarse.

Pablo Basagoiti está detrás también de Materia Editorial, un cuidado sello de libros de fotografía. Le acompañan en esta aventura Nicolás Cancio y Héctor Jácome. Tres mosqueteros de la imagen. Y se le percibe sin discordancias graves en la corta distancia de las confidencias: "Un lujo", responde si le pregunta por su trabajo en el Evaristo Valle. ¿Qué cambiaría? "Nada, sólo echo en falta más apoyo institucional", responde.

Compartir el artículo

stats