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Gijón en el retrovisor

Los muelles de Fomento fueron recuperados para el uso público

La sala de fiestas en el "Ciudad de Algeciras" funcionó cuatro años sin licencia, aunque contaba con el servicio de la Empresa Municipal de Aguas

El barco "Ciudad de Algeciras", el día del atraque en el muelle de Oriente del puerto local.

La ciudad abría ante sí nuevos horizontes urbanísticos y una de las joyas que teníamos ante nosotros -sin saber sacar provecho de ellas- eran los muelles del puerto local que se había quedado sin uso tras el traslado de la rula al puerto de El Musel. El abandono que se padecía era total y el paisaje que ofrecía aquel barrizal de lo que no era ni una calle rendía escasos honores al gijonés Faustino Rodríguez-San Pedro y Díaz-Argüelles -quien había sido responsable de las carteras ministeriales de Hacienda, Instrucción Pública y Bellas Artes durante el reinado de Alfonso III- mientras había quien se frotaba las manos maquinando una operación especulativa urbanística ganando terrenos a la mar para construir bloques de edificios sobre las nuevas losas. ¡Vaya atroz fachada marítima que daban aquellas traseras de almacenes!

Enrique López inició la recuperación de Fomento. La primera persona que comprendió que había que dar una solución coherente a aquella lamentable situación fue el presidente de la Junta del Puerto, el empresario Enrique López González, al lograr el 24 de noviembre de 1978 que fuese aprobada por el pleno de la Autoridad Portuaria la solicitud del rescate de las concesiones de Fomento y el Fomentín a la Sociedad de Fomento de Gijón, S. A., que todavía mantenía allí la empresa de Desguaces Heme. La operación de reversión de aquella concesión fue aprobada por el Ministerio de Obras Públicas, y el 20 de febrero de 1979 se procedió en Madrid a la firma de un convenio tripartito entre el Ministerio de Obras Públicas, la Junta del Puerto y el Ayuntamiento para el rescate de la concesión y la realización de un proyecto de urbanización total que posibilitase la creación de un puerto deportivo-pesquero. En aquella misma fecha se inició el trámite de expropiación en orden a la reversión a las concesiones y bienes anejos a las mismas, y, en consecuencia, el 22 de enero de 1980 llegó la autorización oficial del MOPU a la Junta del Puerto con la autorización del Consejo de Ministros por el que se aprobaba el gasto de ciento cuarenta y cuatro millones de pesetas y el pago de ochenta y cinco millones de pesetas; los otros cincuenta y nueve millones de pesetas -el 40 por ciento de la indemnización total- quedaban a la espera de la liberalización de los terrenos donde se encontraba -sin previa autorización de la Junta del Puerto- una empresa de desguaces.

De ahí que el 7 de febrero de 1980 se procedió a la firma del acta de ocupación de los terrenos por el apoderado de la Sociedad de Fomento de Gijón, S. A., Juan Fernández-Nespral y Aza, así como por el ingeniero de la Junta del Puerto de Gijón, Luis Montero, quien fue la persona designada para la tramitación del expediente oficial. El acta de ocupación fue rubricada como firmantes de honor por: el presidente de la Junta del Puerto, Luis Adaro Ruiz-Falcó; el interventor de Hacienda, Alejandro Roces Antuña, y el secretario de la Junta del Puerto, Fernando Castro. A pesar de que ya se disponía oficialmente de los terrenos y la calle pasó a ser de dominio público -gracias a la tolerancia de los rectores de la Junta del Puerto, que dieron incomprensibles aplazamientos a la empresa- no se liberó toda la zona hasta que, tres años después, Desguaces Heme trasladase su actividad a la explanada de los muelles de La Osa.

Años antes, el empresario Enrique López González había dimitido como presidente de la Junta del Puerto -con una gran coherencia personal que no siempre fue imitada por sus sucesores- para dedicarse a la política y ser elegido como senador de Unión de Centro Democrático. Con el paso del tiempo, su decisión de pasarse a la vida política la iba a pagar muy cara como empresario.

Quien sí vio el antiguo puerto pesquero como un lugar de futuro fue el capitán Manuel Margolles, quien compró el histórico barco "Ciudad de Algeciras" por una cantidad irrisoria como chatarra en el desguace de San Esteban de Pravia, para que fuese la sede-museo de la Asociación de Capitanes de la Marina Mercante. La idea se la inspiraron en Bilbao, en cuya ría estaba siendo aprovechado para similares actividades el hermano gemelo del buque, que llevaba el nombre de "Ciudad de Cádiz".

La decoración del barco la encargó Manuel Margolles a su amigo el artista José Mata, y para atender el maravilloso pub de aquel club privado contrató a Conde -quien fue camarero del salón de té de Yuste y culminó su vida profesional en una cafetería al lado del colegio Corazón de María-, pero los números así no salían por el elevado coste de mantenimiento, por lo que se asoció con Patricio Alaiz. También contaron con José Luis Barril Prida, el creador de la innovadora empresa Toldos Barry -que había cubierto con un entoldado rojiblanco la plaza Mayor-, para que la cubierta fuese más acogedora ante las inclemencias del tiempo.

Miguel Escalada fue el encargado. Como responsable de las actividades públicas contrataron a Miguel Escalada, quien dinamizó con numerosas fiestas "el barcu" -como así lo bautizó el pueblo-, algunas de ellas de índole totalmente privado. Un abogado ovetense de cuyo nombre no quiero acordarme contrató el barco pagando por adelantado todo un día para una fiesta exclusiva para un selecto grupo de homosexuales. Hasta tal punto fue así que aquel armario de tres cuerpos que tenían de portero y que respondía por el nombre de Tagua no permitió el acceso ni a "La Queta", ni a Dóriga, quienes inútilmente montaron en cólera vociferando todo tipo de amenazas e insultos. En balde, ya que poco después, en medio de una gran expectación, en una limusina llegó hasta la escalera de acceso al "Ciudad de Algeciras" nada más ni nada menos que el famoso escritor Antonio Gala, divinamente engalanado para tan lujoso evento social.

Después de aquella época se hizo con la explotación del barco Francisco Serrano Villar, "Frank", quien siendo comercial de los licores de la empresa familiar Los Serranos había descubierto en una recoleta plaza de Cimavilla un pequeño local que dejaba libre por jubilación la señora que lo regentaba. Lo decoró en plan ibicenco y así abrió sus puertas El Páxaru Pintu, que supuso un antes y un después para la noche gijonesa. El gran ambiente y las espectaculares cajas que allí logró motivaron que optase por hacerse cargo de "el barcu" para que su estilosa clientela prosiguiese sus after-hours allí.

Un barco sin licencia municipal. Pero he aquí que una solicitud de la Asociación de Maquinistas Navales de Asturias para que fuese revisada la liquidación del Impuesto Municipal de Radicación sobre un inmueble que poseían en la calle del Marqués de San Esteban -entidad que nada tenía que ver con la Asociación de Capitanes de la Marina Mercante- hizo que saltasen las alarmas, ya que cuatro años después -a pesar de que sí disponía del servicio de la Empresa Municipal de Aguas- en el Ayuntamiento se dieron cuenta de que no tenía licencia, y a la Junta del Puerto tampoco habían pagado las treinta mil pesetas mensuales por el atraque en la dársena local. Vamos, que aquel sí que era un barco fantasma a la vista de todos, pero que no pagaba a nadie. Dos años después -el 18 de septiembre de 1984- el laureado "Ciudad de Algeciras" hizo su última singladura hasta San Esteban de Pravia, donde finalmente fue desguazado.

¡Cuántos recuerdos se fueron con él: hasta gané un concurso de baile con una sordomuda!

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