Lo volverían hacer sin dudarlo, a pesar de que a punto estuvieron de caerse a las rocas desde la zona del "Elogio del Horizonte". Así es, más allá del uniforme, la naturaleza de los cuatro agentes de la Brigada de Seguridad Ciudadana de la Policía Nacional, dos de ellos en prácticas, que intervinieron el pasado domingo en el cerro de Santa Catalina para evitar que un joven de 21 años atentase contra su vida después de sufrir un desengaño amoroso. Le tenían al lado, al borde del abismo y haciendo caso omiso a sus intentos por calmarle. Todo pasó en cuestión de segundos. Cuando vieron que iba a saltar, se lanzaron a por él sin titubear, le asieron por la ropa, se agarraron unos a otros, arrastrándose por la hierba para evitar la tragedia.

"En ese momento no piensas en nada, sólo en evitar que salte y se caiga", apunta Alba Álvarez, agente en prácticas en la Comisaría de El Natahoyo. "Ese riesgo lo asumes cuando te haces policía, la prioridad es salvarle y no piensas en que te puedes caer tú también", apostilla su compañero Iván Buselo, con mayor experiencia en este tipo de intervenciones, conocidas como auxilios humanitarios y realizadas por este cuerpo de seguridad que en 2017 evitó más de 350 suicidios sólo en Gijón. Ellos, junto a Carlos Antón y Fernando Carrizo, éste último también en prácticas, lograron salvarle la vida al joven, sin reparar en las consecuencias que un mal paso hubiese supuesto. "Si uno de nosotros da un traspiés, nos vamos los cinco para abajo", reconoce Iván Buselo.

Fue este último agente, que además es bicampeón del mundo de kickboxing, quien recibió el aviso por radio, mientras patrullaba junto a Fernando Carrizo, de las intenciones de un joven deprimido desde hace días. Al llegar a la plaza del Humedal fueron interceptados por otro chico que se identificó como el autor de la llamada y que les confirmó que temía por la vida de su amigo. Se subió con ellos para indicarles. Rápidamente, llegaron a la Cantábrica y nada encontraron en la playa de San Lorenzo. De camino habían solicitado refuerzos para localizar al joven y mientras ellos accedieron al cerro por la cuesta del Club de Regatas, Carlos Antón y Alba Álvarez lo hicieron por la cuesta del Honesto Batalón para así tener controlados todos los accesos a la atalaya. El joven desaparecido echó a correr en dirección al "Elogio del Horizonte" nada más verles. Buselo y Carrizo le siguieron a pie y sus compañeros en coche.

Carlos Antón y Alba Álvarez fueron los primeros en llegar allí. Ya le vieron sentado en el precipicio. Se había quitado la gorra y su chaqueta. Intentaron ganarse su confianza desde cerca, pero "ni nos veía, solo veía lo que iba a hacer", relata Alba Álvarez. "Cuando apartaba la mirada nos íbamos acercando poco a poco", desvela Carlos Antón. Apenas un minuto después se lanzaron en bloque a por él. "Decides ya, en el momento y sin pensar en nada más que en cogerle como fuera", confirma Fernando Carrizo. Lo agarraron como pudieron, se le echaron encima y pese a todo seguía tratando de zafarse. Ninguno de ellos fue consciente hasta el final de lo cerca que se quedaron de precipitarse.

Lo evitaron, le dieron agua para que se repusiera, le animaron y apelaron a la psicología apelando a experiencias propias para relativizar la ruptura sentimental por la que sufría. Así hasta que llegó la ambulancia. Le tranquilizaron poco a poco y hasta le escoltaron hasta Jove, siguiendo el protocolo. Pero les quedó la desazón de que esta intervención estuviese protagonizada por un chico de 21 años. Comparten la impresión, natural, de que no es lo mismo ver así a una persona tan joven que a alguien de noventa años, que ya ha vivido plenamente. Aunque profesionalmente la intervención sea la misma, los efectos y sensaciones que les produce no son las mismas. "Es algo que te choca, y tratamos de hacerle ver que esa no era una salida, que era muy joven y con toda la vida por delante, que tenía más cosas para seguir", reflexiona Fernando Carrizo.

Pese a los elogios, las palabras de los cuatro agentes sobre lo ocurrido destilan normalidad. Son conscientes de que la placa que ostentan lleva aparejado el riesgo del día a día. Pese ello responden a coro que "volveríamos a hacerlo sin dudarlo". De otra forma "no seríamos policías".