El arquitecto gijonés Joaquín Aranda Iriarte (Gijón, 1946), exdecano por dos veces del Colegio profesional asturiano (1985-87 y 1993-96), exconsejero y contador del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, autor de intervenciones singulares en Gijón (como la reforma del Paseo de Begoña -a inicios de los años 90-, la recuperación de la pérgola de los Campinos, el edificio La Estrella...), historiador vocacional y de todo lo relativo con su ciudad, sportinguista por obstinación, novelista de ingenio y bloguero juguetón, falleció la noche del martes a los 71 años. Y con su fallecimiento, debido a una insuficiencia cardiaca, sumió en la consternación a su entorno familiar, a sus muchos amigos y a cuantos compañeros y colaboradores se dejaron estimular durante años por un hombre polifacético, afectuoso y que "siempre aportaba".

Joaquín Aranda Iriarte nació en la calle Langreo, en la casa de su abuelo materno, el doctor -ginecólogo- Iriarte. Y ese entontorno de la plaza del Parchís fueron su "centro vital", con el Instituto Jovellanos como referencia donde recibiría sus primeras enseñanzas de Bachiller. El traslado de su padre a Madrid le llevó a él y a un hermano -luego su uniría el resto de la familia- a residir en la capital de España, añorando siempre, como él mismo relataba, la llegada del verano para volver a su playa, su pandilla, sus calles.

Estudió pintura en el taller de Luis Pardo, que le nombró albacea de su obra y se formó como arquitecto por la Escuela Técnica Superior de Madrid. En 1971 volvió a Gijón. Trabajó en el Departamento de Planeamiento de la Oficina Regional del Ministerio de Obras Públicas en Oviedo, en la empresa privada y fue director de la oficina de gestión del Área de Rehabilitación Integrada de Cudillero. Y mientras trabajaba, Joaquín Aranda iba creando pandilla profesional. Así, formó parte de un grupo de veintitantos arquitectos a los que, en los setenta del siglo pasado, las inquietudes del sector y su traslado a la realidad de Asturias (también por empaparse de lo que ocurría por el mundo) les llevó a crear "la tertulia" de los jueves. Unas reuniones que duraron más de cuatro años y que asiduamente tenían su cita o bien en casa de Joaquín Aranda en Gijón o en Oviedo, en el despacho de Alfonso Toribio. Se allí salieron grandes ideas, buenos amigos y muchas comidas. De esa "tertulia" salió en gran medida la primera candidatura al Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias (1981), con una junta de gobierno presidida por César Fernández Cuevas como decano, y de la que ya formó parte Aranda.

El grupo compartía inquietudes -como, por ejemplo, la planificación y ordenación urbanística de Asturias, que estaba falta de todo- que derivaron en trabajos de alcance. "Fueron momentos muy vitales, de mucha ilusión, y ahí se mostró Joaquín como lo que era, un hombre una categoría profesional grande, pero mayor categoría humana", recuerda Alfonso Toribio, exdecano de arquitectos. "Era una mente inquieta, se involucraba en todo, un buen amigo y compañero, y todo lo que hacía lo hacía con pasión y muchas veces con el ánimo de establecer relaciones personales, a las que daba mucha importancia", sostiene el arquitecto Javier Fombella. "Un gran arquitecto que no tiene más obra porque no era ambicioso; era cercano, festivo, polifacético y todo le interesaba", describe Cosme Cuenca.

Y generoso. Siempre hubo una entidad, asociación o proyecto colegiado que pudiera contar con Joaquín Aranda. Formó parte de ACE Practice Committe del Conseil des Architectes d'Europa, de la Comisión de Recursos del Consejo Superior, de la Sociedad de Tasaciones, de la Unión de Arquitectos Peritos y Forenses de España (Unión des Experts Architectes D'Espagne), de la Comisión del Patrimonio de Asturias y de la Fundación para la Calidad de la Edificación en el Principado de Asturias. Y entre sus glorias, obtuvo el Premio Asturias de Arquitectura en 1992 por el proyecto nuevas viviendas para acabar con el chabolismo de la Granda (Siero) que firmó con Javier Hernández, José Manuel Espina y Carlos Viñuela. También logró una mención especial en dichos premios en el año 2012 por un trabajo que le define más aún si cabe. La obra "Autores de arquitectura en Asturias", un trabajo de un esfuerzo innegable, donde puso nombre y biografía a 1.500 arquitectos que trabajaron o trabajan en Asturias, y donde incluyó hasta maestros canteros o carpinteros que reunieron funciones de proyectistas.

Fueron 20 años de recabar datos, como contaba el autor, donde plasmó su amor por la aquitectura, su capacidad para ser exhaustivo y su generosidad para con el entorno. Con inquietudes que también se aprecian en el gesto suyo y de su hermano Luis al donar a la Fototeca del Museo del Pueblu d'Asturies un fondo de fotografías de arquitectura asturiana antigua y moderna. También sobre la profesión, y el aporte de valor a una construcción poco valorada como fue la de los años 30, versó su trabajo editorial "Los arquitectos de gijon alrededor del racionalismo" y otra: "Arquitectura moderna en Asturias, Galicia, Castilla y León. Ortodoxia, márgenes y transgresiones".

Para los gijoneses Joaquín Aranda también recuperó muchas vivencias y muchas historias en otros libros o colaboraciones, como "Aquellas plazas, aquellos parques"; o la compilación "Todos los futbolistas del Sporting. Diccionario de jugadores de 1917-2009", de referencia para muchos. Su afición por las pesquisas le llevó a la novela, con "Troncos muertos" y "El legado de Even Month", y por ese mismo ingenio es muy reconocido en la región y fuera de ella. Los juegos de búsqueda y resolución de acertijos que desde niño promovía con sus hermanos, los desplegó por Gijón cada verano, entre niños y adultos, llevando de paso a los jugadores a conocer más de la ciudad, su historia y sus gentes. En versión universal mantenía esos desafíos culturales en un blog de publicación mensual. "Su mejor juguete era su cerebro", afirma Alfonso Toribio. Su esposa, María Rosario Fernández-Nespral, sus hijos, Juan y Reyes y su gran familia recibieron ayer numerosas muestras de condolencia. Que seguirán. Su funeral será hoy, a las 17.00 horas en La Asunción.