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MARÍA VICTORIA AGUIRRE LÓPEZ | Profesora jubilada del Instituto Jovellanos y expresidenta de la Alianza Francesa de Gijón, acaba de ser condecorada por el Gobierno francés

"En el colegio hay que estudiar francés e inglés, el bable que lo hablen en casa"

"Macron hace bien en relanzar el idioma, nosotros deberíamos copiarle y cuidar mucho más a los hispanos que difunden el español por EE UU"

María Victoria Aguirre, ayer, en la sede de la Alianza Francesa de Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

Los primeros ahorros de María Victoria Aguirre López, gijonesa de 73 años, fueron para hacer un curso de francés en 1969 en la Universidad de París (La Soborna). "Me costó 70.000 pesetas, era carísimo... Podía haberme ido de vacaciones a las Bahamas, pero yo me empeñé en seguir estudiando". Aguirre, que bromea con el máster de Cifuentes, conserva con sello y firma el certificado de este curso y de todos los que hizo a lo largo de sus 50 años de dedicación a la lengua francesa. Los almacena en una carpeta, junto a un gran sobre blanco con la condecoración de las Palmas Académicas, la segunda más importante de Francia. El Gobierno de Macron le acaba de otorgar la medalla Chevalier (Caballero) por su contribución a la difusión de la cultura gala. "Siempre digo que dentro de otros 50 años me darán el premio de la Legión de Honor. Pero para eso tengo que vivir hasta los 123 años", expresa, acompañada de una carcajada.

Aguirre estudió Lenguas Modernas en Salamanca y su primera clase de francés la impartió en un colegio de Cacabelos (Ponferrada). También pasó por Santiago de Compostela hasta que en 1977 aprobó las oposiciones y decidió "volver a casa" con una plaza en el Instituto Jovellanos. En él promovió el primer intercambio de un centro asturiano a Francia y el hermanamiento de Gijón con la ciudad de Niort. En el Jovellanos estuvo hasta su jubilación en 2005. Pero esta gijonesa, alegre y locuaz, nunca dejó de hablar francés: "¿Qué iba a hacer yo ahora? ¿Pasar el polvo en casa? No, así que me metí en la Alianza Francesa". En esta institución, de la que fue presidenta durante ocho años, impulsó dos talleres de lectura y de conversación, en los que todavía hoy participa. Además de un coro, del que muestra con orgullo un vídeo en su teléfono móvil. La medalla de la Orden de las Palmas Académicas le será impuesta en Gijón -todavía no hay fecha- por el cónsul en el Norte, Sameh Safty.

- ¿Cómo cambió la enseñanza del francés a lo largo de su etapa como profesora?

-En los primeros años era más bien una enseñanza gramatical y además en quinto de Bachiller había una asignatura de literatura francesa. Los del inglés no hacían nada en comparación con nosotros. Luego eso fue evolucionando, porque los profesores insistíamos en que lo importante era la comunicación oral. Pero llegaron los años 70 y una reforma educativa nos quitó los cuatro primeros cursos. Ahí hubo un vuelco: los alumnos marcharon en masa para inglés. Los profesores de francés pasamos momentos muy difíciles y no nos quedó más remedio que inventar cosas, como los intercambios o dar clases fuera del horario normal. Para nosotros era una sobrecarga y para los alumnos también.

- ¿Cree que el francés sigue inmerso en esa decadencia frente al auge de otros idiomas, como el alemán o el chino?

-En decadencia total no está, porque se mantiene. Lo que pasa es que ahora tiene la competencia del alemán y del bable. A mí que me perdonen; soy asturiana, nacida en Gijón, sólo viví 12 años fuera de la región, y la verdad: yo prefiero que la gente estudie francés, inglés y alemán que bable. Para perfeccionar el asturiano, voy una semana a Campo de Caso y vuelvo hecha una fiera. Yo pienso que si queremos hacer una comunidad europea y queremos ser todos uno, no podemos andarnos ahora con el debate del bable. Cada uno que hable lo que quiera en casa, pero que no me obliguen a utilizarlo para hacer una instancia. Para mí hay un error, y es que los políticos en vez de decir: nosotros tenemos que enseñar al pueblo a elevar su nivel. No, ahora lo más guay es que un político o un profesor se rebaje al nivel del alumno. Oye, pero es que el estudiante está para aprender. Y si tú no le enseñas, ¿cuál es tu función?

- Hablar inglés ya se considera básico para encontrar un trabajo, ¿cree que habría que impulsar más el francés en el colegio?

-Claro, es lo que siempre dije a mis alumnos. Porque si además de inglés, que lo sabe todo el mundo, hablas francés, pues estupendo. Yo tengo estudiantes e hijos de amigas que entraron en la Dupont por saber francés. Exalumnos que eligieron el idioma en el Bachiller y ahora están trabajando en la Comisión europea, en la Aduana o en cargos importantes en Bélgica...

- Entonces, ¿estará de acuerdo con que Macron quiera relanzar el idioma francés en todo el mundo?

-Claro. Yo creo que Macron lo hace muy bien y España debería copiarle e impulsar el castellano. El inglés no es superior por Inglaterra, sino por los Estados Unidos. Con el español pasa lo mismo, se extiende gracias a los hispanos que emigran a Estados Unidos, obligando a la gente de su alrededor a hablarlo. Por poner un ejemplo, todos los presidentes hacen siempre algún guiño en español porque saben que hay un montón de hispanos a los que eso les agrada. Así que tenemos que cuidar mucho más a Hispanoamérica.

- ¿Qué tiene de especial el francés para que haya dedicado 50 años de su vida a él?

-Fui al colegio de la Asunción, que llevaban religiosas de origen francés. Recuerdo la primera frase que me enseñaron: maman j'ai perdu mon gant (mamá, perdí mi guante). Allí no se hablaba francés, pero había muchas referencias al país. Luego en la universidad contaba estudiar Clásicas, y mi tío, canónigo de la catedral de Oviedo, me dijo: "Ni se te ocurra, que van acabar quitándolo todo; estudia mejor Lenguas Modernas". Y le hice caso; me fui a Salamanca a formarme en inglés y francés. En Salamanca tuve una profesora estupenda -todavía vive, se llama madam Cortés- que nos hizo amar a todos el francés. No sólo enseñaba, sino que dramatizaba lo que explicaba.

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