Productores estadounidenses buscan en Asturias "la inspiración" para crear su propia cultura sidrera. El mayor elaborador de América, Ryan Burk, asegura que tienen innovación pero les falta tradición, justo lo que abunda en el Principado. "Con la ley seca, la sidra desapareció en EE UU. Por eso, no tenemos referencias propias y las buscamos en otros países. Pero no con la intención de apropiarnos de ellas, sino de inspirarnos y construir la nuestra", explicó en Gijón el fundador de Angry Orchard, que comercializa casi el triple que todos los lagares de la región juntos. Burk, a quien le abruma "la pasión" con la que se bebe sidra en Asturias, cree que los lagareros locales "tienen una oportunidad en el mundo culinario": "Nuestros chefs buscan bebidas diferentes".

Ryan Burk participó ayer, junto a una veintena de productores de Nueva York, en un encuentro con lagareros locales, celebrado en el restaurante La Tabla, en la parroquia de Fano. El objetivo de sus organizadores, el autor del blog "Cider Guerrilla" Eduardo Vázquez y la consultora turística Begoña Medio, es "difundir la sidra por toda la cadena: desde elaboradores hasta cocineros" para que luego ellos "hagan de embajadores". En la espicha hubo productores de sidra, chefs y expertos en quesos y vinos, que compartieron sus impresiones con representantes de los lagares Trabanco, El Gaitero y Castañón. "Estos encuentros me emocionan y además te abren una puerta a la exportación. Nosotros pegándonos por vender una botella en el Natahoyo cuando teníamos que estar compitiendo con productores americanos. El mercado allí es inmenso", comentó Samuel Trabanco, que prevé organizar una fiesta asturiana en EE UU.

Los elaboradores americanos llevan de ruta por Asturias desde el martes, con visitas a lagares, queserías y restaurantes, y hoy pondrán rumbo al País Vasco. Megan Larmer, directora de proyectos gastronómicos de la organización Glynwood, en el valle de Hudson, asegura que en Nueva York sólo se conoce la sidra vasca. ¿El motivo? "La gran promoción turística que se hizo. En las cartas de los restaurantes se ve poca sidra, pero la que hay es toda vasca", responde Larmer.

En su opinión, el caldo asturiano tiene "un problema" y es que hay que consumir la botella en un corto período de tiempo: "Eso no ayuda demasiado; tampoco el hecho de que no sabemos escanciar". En su primer viaje al Principado, Megan Larmer ha quedado fascinada con "el amor que tienen los asturianos por la sidra y la comida, y el orgullo que desprenden". "Una de mis mejores experiencias aquí la viví en una rampa en Cimadevilla (la cuesta del Cholo). Estábamos todos allí disfrutando de la sidra y de la compañía", cuenta Larmer, a quien le parece que el precio de la botella "es muy bajo para el gran trabajo que lleva".

Aunque en Estados Unidos hay más de 600 productores, Ryan Burk pide "no autoengañarse": "La mayoría del público americano no sabe lo que es la sidra. Estamos empezando y aún nos queda un camino largo por recorrer". Los elaboradores se dejan influir por los sabores asturianos, sin embargo, quieren desarrollar su sello propio. De hecho, la organización Glynwood está intentando impulsar la plantación de manzana autóctona como también hace Asturias con la suya. Con más de cincuenta estados, el nicho de mercado es enorme, aún así, Burk recomienda no exportar a supermercados, sino a restaurantes. "Es en maridaje con la comida cómo se puede apreciar mejor el sabor de la bebida asturiana", concluyó.