Después de 25 años rezando en la penumbra, ayer los fieles de Santa Olaya por fin vieron la luz. La luz de un primero de mayo soleado, que abrigó a una multitud en la inauguración de la nueva iglesia de El Natahoyo. El templo, con capacidad para unas 250 personas sentadas, se quedó pequeño para acoger a casi el triple de feligreses. Fue lo que calificó el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, de "hermosa afluencia". Aunque además de bella, fue incómoda. Muchos tuvieron que seguir de pie las casi dos horas de misa. Pero la ocasión lo merecía: primer día de una nueva parroquia después de años de lucha vecinal.

El propio Sanz Montes aludió a esa pelea durante la bendición: "Hace 8 años, cuando fui nombrado Arzobispo, celebré una misa en la iglesia de San José. Allí se me acercó un grupo de personas pequeño y compacto, que se iban presentando como si lo tuvieran ensayado. Sólo me dijeron dos frases: 'Somos de la parroquia de Santa Olaya y necesitamos un templo', y 'Necesitamos un templo y somos de la parroquia de Santa Olaya'. Más tarde, al conocer el estrecho local, realmente angosto, comprendí que había que hacer algo". Y ese algo se hizo ayer realidad: los fieles de El Natahoyo dejaron el pequeño bajo de la calle Ceriñola para mudarse a una iglesia de estilo moderno instalada en un parque cercano al club deportivo y diseñada por José María Cabezudo. El joven arquitecto remató un proyecto que ya había empezado su padre, tristemente fallecido en 2015 a causa de la leucemia. Ayer, por supuesto, fue recordado.

La enorme cruz que sobresale por encima de la construcción de ladrillo visto blanco no es nada comparada a la que forman cuatro paredes en su interior. Reina la sobriedad, con tan sólo dos imágenes -la Virgen y Santa Olaya- y seis pequeños candelabros en forma de cruz anclados a las paredes. Todo blanco también por dentro, con algún detalle de madera. Pero sobre todo ello destaca la luz: seis ventanales en el lateral y otros tantos en el techo. "Ya tenemos las puertas abiertas de esta casa. ¿Qué niños se bautizarán aquí, qué niños harán la comunión, qué jóvenes se confirmarán...? Es la historia no escrita que tiene como punto de partida las seis de la tarde", relató el Arzobispo de Oviedo, que estuvo arropado durante la homilía por más de una treintena de sacerdotes venidos de toda Asturias, entre ellos el de la parroquia de El Natahoyo, Fernando Díaz Malanda, y el vicario de Gijón- Oriente, Adolfo Mariño.

Justo a esa hora, a las seis de la tarde, el arquitecto José María Cabezudo y el constructor Javier Cueto hicieron entrega a monseñor Jesús Sanz Montes de los planos y de las llaves del nuevo templo. Hasta entonces la muchedumbre aguardaba fuera mientras que la iglesia permanecía vacía y en silencio. Se abrieron las puertas y comenzaron a cantar sesenta voces; todas voluntarias para alegrar ese día. Los bancos se llenaron en seguida y los feligreses comenzaron a ocupar los pasillos. Todos, no quedo ni sitio en la entrada, donde las puertas no pudieron cerrarse. Durante los primeros minutos se oyó más hablar al público que al Arzobispo. Pero, con esfuerzo, se le oyó. "Siento la incomodidad ante esta hermosa afluencia", inició así Sanz Montes su homilía, que acabó con esta otra frase: "Que esta casa encendida llene Gijón de alegría".

Por lo menos de luz la llenó, porque aparte de la natural, también se encendió la artificial como punto y final a la bendición del templo. Primero, el prelado asturiano esparció aceite por el altar y luego llenó de incienso la sala ante la mirada, en primera fila, de los concejales foristas Esteban Aparicio y Manuel Arrieta.

La obra costó unos 700.000 euros y fue ejecutada por la constructora gijonesa Torre y Cueto. La primera piedra fue puesta el 1 de julio de 2017. La edificación además de la iglesia incluye una capilla de diario más pequeña, coro, tres despachos, sala de juntas, aseos y cuatro salas multiusos. En ellas se instalará Cáritas parroquial, que atiende a unas 30 familias del barrio, en su mayoría inmigrantes. También un grupo de jóvenes que dan clases particulares a niños que lo necesitan. El complejo parroquial, situado en la confluencia de las calles Luis Braille y Camino del Lucero, atiende a 10.500 habitantes.