Javier Pérez Royo (Sevilla, 1944) es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla y comentarista político. Ayer participó en Gijón en una charla-coloquio con el portavoz de Podemos en el Parlamento asturiano, Emilio León, titulada "Un nuevo contrato social. Los derechos de la ciudadanía".

- Viene invitado por Podemos. ¿Qué le parece que el líder de ese partido y su compañera, portavoz en el Congreso, se hayan comprado un chalé de 600.000 euros?

-De eso no voy a hablar.

- Pero usted es próximo a Podemos y tendrá su opinión.

-Pero no quiero darla. Soy cercano, pero no milito. Sólo milité en el Partido Comunista de España (PCE). Soy cercano a Podemos y estuve a punto de ir en sus listas, porque me lo ofrecieron; me lo pensé bien y dije que no, que mi sitio no era ése. No tengo edad. Esa época ya pasó y ahora hago política de otra manera, escribiendo.

- ¿Cree que lo del chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero restará votos a Podemos?

-Ha sido positivo que esa opción apareciera en el panorama español, y también Ciudadanos, porque la situación de asfixia que había con el bipartidismo era insoportable. Es cierto que esto complica mucho la situación, pero al menos la situación se mueve. El estancamiento conduce a la corrupción y eso pasaba en el sistema político español, que tenía un clima irrespirable. Ya veremos qué pasa dentro de cinco años.

- Las encuestas indican que Ciudadanos gana puestos y hay quien le ve ganador de las próximas elecciones.

-Creo que el PP desaparecerá, porque está corrompido hasta el tuétano y no tiene capacidad de renovación. Lo que está ocurriendo en la derecha española es un terremoto de mucha magnitud. Será Ciudadanos el que sustituya al PP, pero desaparecerá.

- ¿Y el PSOE?

-Está muy debilitado, pero no creo que desaparezca.

- ¿Le puede pasar como a IU?

-Mi impresión es que no. Su debilitamiento no es irreversible. Pero la política está cambiando, se hace de manera distinta a la tradicional y tiene que haber un proceso de adaptación. Ya veremos quién sobrevive y qué actores emergen.

- ¿Está la democracia en retroceso?

-Sin duda. Las alternativas no son dictatoriales al modo que conocimos, pero hay un retroceso de la democracia parlamentaria liberal que pensábamos que estaba implantada y era el modelo.

- ¿Ése es el problema de España?

-En España nos hemos quedado sin Constitución. Materialmente está en suspenso. Tenemos un Gobierno que no gobierna, sólo administra la Administración pública, y un Parlamento que no controla la acción del Gobierno porque no hay nada que controlar.

- ¿El juez Llarena está intentando defender la Constitución en el caso catalán?

-Todo lo que se ha hecho es un disparate, y desde el principio hay una vulneración de la Constitución como la copa de un pino. La Fiscalía tenía que haber interpuesto las querellas en la Audiencia Provincial y en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, pero lo hizo en la Nacional y en el Tribunal Supremo. No lo hicieron bien porque no hay delito de rebelión. Y en eso está de acuerdo la comunidad académica y creo que también hay acuerdo en el poder judicial.

- ¿No hubo rebelión?

-Ni rebelión ni sedición, y la malversación no la pueden acreditar, de ahí el esperpento de Montoro. La respuesta del Juzgado alemán no es sólo por motivos formales, es que les han intentado engañar. Les podían haber inhabilitado porque hubo desobediencia, prevaricación e incluso desorden público. Pero rebelión o secesión, no.

- ¿Cuál puede ser la solución para Cataluña?

-Sin Cataluña no se resuelve nada. ¿Qué hacemos con la financiación autonómica, por ejemplo? Si no hay autogobierno en Cataluña no hay democracia en España. Vascos y catalanes hacen de contrapunto y de equilibrio, y ahora no hay un eje que sirva de encaje para las piezas. Esto necesita de una negociación política entre los parlamentos nacional y el catalán. Zapatero lo intentó y no hubo manera. Y ahora se ha metido a los jueces... Ellos no negocian, tienen que hacer su trabajo.

- ¿Hace falta un líder?

-En los procesos de desorden y de descomposición no hay líderes. La situación, salvando las distancias, suena a la I República. Hace falta tocar fondo para que surja alguien con autoridad que tenga el reconocimiento de la sociedad. Ahora no se reconoce a nadie.