El lenguaje de la programación es "el latín del futuro". Así de claro lo tiene Antonio Rodríguez, organizador en Asturias de las ligas escolares de robótica desde hace seis años. Una actividad nacida a imagen de lo que se lleva haciendo desde hace una década en países como Estados Unidos, Corea o Finlandia, ante la constatación de que "resulta difícil cubrir todos los perfiles técnicos que demanda el mercado del presente y el futuro" y con el convencimiento de que el trabajo desde la base, es decir, con los más pequeños, es la forma más natural de conseguir que asimilen que la tecnología es un campo para el que hay que estar preparados.

Por eso, desde hace seis años son muchos los centros escolares de toda Asturias que se han ido sumando a esta asignatura, bien desde el propio currículum del centro o como actividad extraescolar. Y ayer, los niños de los cerca de 200 colegios que participan en esta Liga se juntaron en la Feria de Muestras para dar cuenta de lo aprendido y para seguir avanzando en su formación.

Más de 2.500 escolares de Infantil y hasta Bachiller que, a lo largo de toda la jornada de ayer y todo el día de hoy, se enfrentan a retos, soluciones y propuestas que hacen, sobre todo, que su mente se abra al futuro. "Ésta es la cantera de los futuros ingenieros asturianos", señala Rodríguez, que lleva ya mucho tiempo empeñado en conseguir un cambio de mentalidad entre los estudiantes. Porque "los niños entran en el colegio queriendo ser astronautas y antes de los 8 años ya han perdido esa vocación; algo estamos haciendo mal cuando esto pasa", reflexiona el organizador de la Liga de robótica.

Por eso es "fundamental" poner en marcha una formación que consigue que, desde edades muy tempranas y basándose en las populares piezas de Lego, "los niños vayan aprendiendo conceptos que en principio podrían parecer complejos, pero que para ellos se apoyan en el juego y se asimilan de forma muy natural". Es decir, que desde bien pequeños sepan lo que significa programar un juguete que es capaz de abrir la boca y cerrarla, gracias a un pequeño motor y un sensor de movimiento. O que sean capaces de crear sus propios ingenios con posibilidad de moverse en una determinada dirección y de ejecutar diferentes órdenes. Es, al fin y al cabo, el lenguaje de la programación traducido a términos infantiles y revestido de juego y concurso, de modo que, "cuando se dan cuenta, están manejando sin esfuerzo conceptos de ingeniería", reflexiona Antonio Rodríguez.

Con ello se busca ir aprovisionando la cantera de los ingenieros del futuro, "que vean que pueden aprender cosas útiles de forma divertida y que la robótica y la tecnología están detrás de todo en el mundo de hoy". Y de forma especial en el caso de las niñas, el sector en el que más cuesta abrir vocaciones técnicas.

No es el caso de Alba Ruiz y Alba Prada, alumnas de Avilés que ayer se esforzaban para programar un vehículo que cubriera un circuito para derribar una barrera. "No es fácil, pero va saliendo", confesaban las compañeras enfrascadas en el ejercicio junto con su compañero Izan Iglesias. Prada quiere ser guardia civil, y Ruiz, ingeniera. "Me gusta mucho este mundo", comentaba entusiasmada.

Diego Medina, de Candás, aún no lo tiene claro y le tienta la fisioterapia, aunque a sus 10 años está convencido de que la robótica le servirá para mucho. "Es muy divertido, me encanta construir porque son cosas que ves para qué sirven", explicaba junto a su amigo Jesús Cuadriello, también feliz de conseguir poner en marcha un robot autónomo.

Un buen punto de partida para que lo que hoy es una afición acabe siendo una profesión con alta demanda.