La foto muestra a una mujer aún joven, que mira a cámara y parece segura de sí misma. El retrato se hizo en Salas y lo firma el padre de la fotografiada, Alfred T. Anderson. Lo sabemos por el pie que éste puso a la imagen y porque son reconocibles algunos de los monumentos de la villa del que fuera gran inquisidor Fernando de Valdés. "Ruth M. Anderson en Salas vistiendo la capa que le hicieron en Oviedo. 8 de mayo de 1925", dice ese texto.

Una invitación al descubrimiento de una mujer, nacida en Nebraska en 1893 y fallecida en 1983, que fue en muchos sentidos una pionera. Y a la que los asturianos deben una extraordinaria colección de fotos, tomadas en 1925, en una de las expediciones españolas de la estadounidense por encargo de la Hispanic Society of America y de su presidente, Archer M. Huntington, un amante del país. Y la materia de la doble exposición que se verá en Gijón, en la Casa Natal Jovellanos y el Centro Antiguo Instituto, a partir del próximo 17 de julio. Una muestra de gran interés, al revelar aspectos inéditos de la vida en el Principado hace casi un siglo, que se verá a partir de 2019 en el resto de Asturias.

Un descubrimiento que el actual director de la Hispanic Society of America, Mitchell Codding, calificó de sumamente atractivo en la visitó que hizo el pasado día 9 al Muséu del Pueblu d'Asturies. El responsable de esta última institución, Juaco López, ha dicho que esas imágenes son documentos desconocidos hasta ahora sobre la vida diaria de los asturianos de 1925, en plena dictadura del general Primo de Rivera, en el reinado de Alfonso XIII.

Pero ¿quién era esa mujer cuyas imágenes constituyen, según ha dicho Patrick Lenaghan, un logro extraordinario? Este estudioso ha escrito un documentado trabajo sobre las fotos que Anderson captó en Galicia, expuestas y catalogadas en "Una mirada de antaño". Afirma que esas instantáneas "reflejan un mundo perdido y, por tanto, de gran interés para los investigadores". Es difícil no estar de acuerdo. Y es que estamos ante una autora en la que la mirada etnográfica no empaña o deforma el relato de lo que ve. Al contrario: se intuye que el motor de su trabajo es la empatía; una actitud de respeto y curiosidad que le abría las puertas de las casas y las de los palacios, y con la que fue capaz de percibir el murmullo de la vida cotidiana.

"Las fotografías de estos meses en Asturias nos ofrecen una mirada cautivadora de la vida diaria en la región. Anderson nunca hubiese conseguido tales resultados si no hubiese tenido una concienzuda formación", escribe Noemí Espinosa, autora de un texto aún inédito que se publicará con el catálogo de "Hallazgo de lo ignorado. Fotografías de Asturias de Ruth M. Anderson para The Hispanic Society of América, 1925", la esperada exposición del próximo verano.

Su nombre completo era Ruth Matilda Anderson. Las primeras lecciones de fotografía las recibió de su padre en Kearney, pequeña ciudad del condado de Buffalo donde regentaba un estudio. Se formó en la Nebraska State University y en State Teacheis College. Se trasladó más tarde a Nueva York, donde amplió estudios en la escuela del notable fotógrafo Clarence H. White y perfeccionó las técnicas del encuadre y el uso del enfoque. Trabajaba como decoradora de interiores, pero en 1921 tuvo el acierto de responder a una llamada de la Hispanic Society, que buscaba una mujer "joven y cristiana". Cuenta Lenaghan:"En una primera visita al museo quedó asombrada por la osadía de lo que veía, que parecía capturar el espíritu de España". Comenzaría una relación que duraría más de seis décadas. En 1954 fue nombrada conservadora de trajes de la sociedad fundada por Huntintgton, pero en la década de los años veinte hizo hasta cinco viajes por España (de Galicia a Extremadura, pasando por Asturias y León) y más de catorce mil fotos. Un impresionante fondo. Y, como asegura Codding, "una mirada sorprendente y de valor incalculable de las tierras que visitó".

Anderson desembarcó en Vigo el 7 de agosto 1924. Seis meses después, a finales de enero de 1925, arribaba a Castropol. Noemí Espinosa relata cómo en el atardecer del 2 de febrero de ese mismo año, camino del hotel junto a su padre (conocemos esos detalles por el diario de viaje que escribió míster Alfred), la fotógrafa retrataba a unas lecheras de Luarca. No le interesaba lo que ya había visto en su país (la minería, los ferrocarriles, la industria?), sino las singularidades de la vida y las tradiciones españolas, incluidas las asturianas. Compara al Principado con Galicia: "Asturias es más moderna".

Padre e hija logran comprar el "Chicago Tribune" en Oviedo y hasta conversan en inglés con algunos lugareños. Ruth M. Anderson toma imágenes y compra muchas otras a algunos fotógrafos locales. "Las mujeres aparecen constantemente y en casi todos los ambientes, no sólo en el doméstico", señala Noemí Espinosa. Y traba relación con ilustres asturianos, como Aurelio del Llano, con quien visita por ejemplo Santa Cristina de Lena.