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Hablan los policías gijoneses que lucharon contra el narcotráfico en Cádiz: "Estábamos controlados las 24 horas"

Los agentes destinados en La Línea para luchar contra el narcotráfico, sólo unos meses después de su intervención en Cataluña, tuvieron que "extremar las precauciones"

Hace unos meses vivieron en primera persona el cariño y el odio dentro una Cataluña dividida por las decisiones políticas. Recientemente, cuando fueron requeridos para combatir el narcotráfico en el campo de Gibraltar, se sintieron observados las veinticuatro horas del día por una estructura perfectamente diseñada para distribuir tabaco y hachís de forma ilegal. Los agentes de la Unidad de Prevención y Reacción UPR) de la Policía Nacional de Gijón, compuesta por una treintena de agentes y mandos, tienen como misión la seguridad ciudadana y el orden público. Funcionan como un reloj en cuanto a coordinación se refiere para la prevenir la comisión de delitos y, de haberlos, responder de inmediato. Así lo hacen a diario también en Gijón y en multitud de escenarios para hacerlos seguros: desde El Molinón o los toros hasta manifestaciones y fiestas multitudinarias, pasando por controles en los accesos a la ciudad o zonas concretas como la parroquia de Somió para disuadir posibles robos a chalés.

Varios de estos agentes -que contribuyen cada día a que Gijón mantenga uno de los índices más bajos de delitos por número de habitantes- estuvieron destinados recientemente en la provincia de Cádiz durante dos semanas. Al llegar a la Línea de la Concepción se encontraron con que el principio de autoridad se había deteriorado. Casi se había perdido. Les vigilaban las veinticuatro horas del día, hasta cuando iban de paisanos y estaban fuera de servicio. Los "cacos" sabían quiénes eran porque les tenían controlados. Llegaron con dos misiones. Por un lado, "queríamos recuperar el principio de autoridad, que casi estaba perdido; a la policía se nos había perdido el respeto", describe uno de los subinspectores gijoneses que hasta allí se desplazaron. La otra misión era la de evitar las llegadas masivas del contrabando de tabaco y hachís, un tráfico en el que participan familias enteras. Desde niños hasta mayores, cada uno con una función. "En situaciones así debemos extremar las medidas de autoprotección y no dejar nada al azar; todo debe estar organizado y la actuación muy medida para minimizar riesgo porque cuando esta gente se ve acorralada no sabes cómo va a reaccionar", asegura.

Debían andar con mil ojos porque mil ojos les observaban en cada paso que daban. "A lo largo del malecón se sitúa una línea de coches con gente dentro para informar de dónde está la policía en cada momento, te observan desde las azoteas, desde las ventanas; siempre estás controlado", asegura Rafael Vázquez, uno de los policías de la Comisaría de El Natahoyo que lo vivió en primera persona. Este agente participó en la operación que permitió incautar una tonelada de hachís en una vivienda de La Línea. "Es el 'modus vivendi' de buena parte de la población, familias enteras y mueve muchísimo dinero", estima. Este problema, reflexiona, se puede controlar a nivel policial, pero solucionarlo requiere la intervención de más sectores. "Incluso más países", apunta.

Meses antes de viajar al Campo de Gibraltar estuvieron desplazados a Cataluña, con motivo de la consulta ilegal del primero de octubre. Veintiséis días. "Fueron momentos de mucha tensión, una situación muy difícil para el país y nuestra democracia; allí vivimos una Cataluña dividida, con lo mejor y lo peor", valora Rafael Vázquez. Él y otros once agentes que habitualmente trabajan en Gijón soportaron los escraches de miles de personas ante la puerta del hotel de Pineda en el que se alojaban. "Fue un ambiente muy hostil porque una mitad de la población nos veía como una fuerza invasora", detalla.

La otra cara de la moneda se la ofrecieron también varios ciudadanos, los contrarios a la independencia que también comenzaron a movilizarse ante la consulta. "Hubo mucha gente que nos dio cariño y apoyo, nos daban ánimos y nos decían que no estábamos solos; se hacían fotos con nosotros y nos daban abrazos; nunca había vivido algo así", reconoce con emoción. "No nos dejéis", asegura que les llegaron a decir muchos ciudadanos.

Cataluña y La Línea son sólo, aunque muy duros, dos escenarios más en los que prevenir la delincuencia. En Gijón trabajan a diario persiguiendo este objetivo. Entrenan para ello dos días a la semana y están perfectamente organizados cuando entran en acción. Cada miembro con una misión determinada. Según se bajan del furgón cada uno se va a su puesto y no les hace falta ni decirlo. Se preparan y actúan en para mantener el orden y la seguridad. Ellos piensan en ya en el verano, repleto de fiestas multitudinarias, para salvaguardar el disfrute de los ciudadanos.

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