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Gijón en retrovisor

La "autopista del mar" fue "bautizada" así por Jesús Fernández Valdés

El economista y político gijonés también quiso convertir el Muelle en un puerto deportivo y trasladar los astilleros a las instalaciones exteriores de El Musel

Por la izquierda, Mariano Abad (presidente de la Junta del Puerto de Gijón), Jesús Fernández Valdés y José Manuel Palacio (alcalde de Gijón).

El economista gijonés Jesús Fernández Valdés siempre fue una persona muy imaginativa y creadora -tanto a nivel personal como cuando desarrolló sus responsabilidades como Consejero de Industria, Comercio y Turismo del Gobierno de su compañero de "footing" Pedro de Silva-, por lo que además de despreciar al inmovilista empresariado pensando erróneamente en el cooperativismo laboral como futuro económico tuvo entonces tres obsesiones políticas: rescatar las concesiones de las líneas de transporte que tenía ALSA, controlar la Feria Internacional de Muestras de Asturias -hasta llegó a un principio de acuerdo con la Feria de Barcelona para que la gestionase poniendo de director a Javier Canteli, su hombre de confianza- y potenciar el puerto de El Musel creando lo que él definió, muy certeramente, como la "autopista del mar". Nada de aquello logró, aunque conviene recordar la génesis de esas líneas de ferry que cuando se tienen ni se mira para ellas ni nuestros gobernantes obligasen a la empresa que vino solamente por subvenciones europeas gastase un euro en publicidad. Y luego, claro, cuando se fue LD Lines -que nunca engañó a nadie, ya que solamente le interesaba el dinero dado a fondo perdido- lastimosamente claman al cielo por una pérdida sabida y anunciada, a fin de que nadie se llamase a engaño.

El magnate Sherwood vino a Gijón. Un mediodía allá por el año 1983, un avión privado sobrevoló varias veces el puerto de El Musel. En él iba el magnate norteamericano James B. Sherwood y su esposa. En aquellos momentos, además de dueño del lujoso hotel Cipriani de Venecia, de donde había partido -que fue fundado por el legendario Giuseppe Cipriani, quien logró hacer mítico su Harry's Bar - y de haber vuelto a poner en marcha el legendario tren Orient Express, James B. Sherwood era el más importante naviero que operaba en aquellos tiempos en el Canal de La Mancha. Todavía no se había construido el túnel subterráneo entre Inglaterra y Francia, por lo que sus barcos no paraban de hacer escalas en los puertos de ambos países.

Después de varios años de intensas gestiones y de contrastar todo tipo de documentación técnica, el clarividente empresario Javier Vidal -director y propietario del hotel Hernán Cortés- había logrado que aceptase su invitación personal para conocer el puerto de Gijón, ya que no había logrado el apoyo oficial para que la visita fuese declarada institucional. Aunque Javier Vidal había confirmado al Gobierno del Principado la llegada del importante naviero, solamente estaba él al pie de la escalerilla del avión de James B. Sherwood para recibirle con un espléndido ramo de flores para la señora y el coche de gama más alta que había entonces en el mercado automovilístico español.

Sabido es el escepticismo natural que tanto lastra a muchos asturianos, pero Javier Vidal -que es aranés- había logrado lo que resultaba impensable para algunos políticos. No había móviles todavía, pero algún teléfono sonó en las alturas y el primer presidente del Instituto de Fomento Regional, Leonardo Álvarez de Diego, se apresuró a retornar en coche desde Madrid y llegó a los postres del almuerzo ofrecido por el anfitrión privado en el Parador Nacional de Turismo del Molino de Viejo.

A James B. Sherwood le interesaba fundamentalmente el hecho de que doscientos mil turistas y unos cincuenta mil automóviles llegasen todos los años desde los puertos británicos a Bilbao y Santander. Y también que, curiosamente, el puerto de Gijón estaba más cerca de Plymouth que el de Santander, lo que hacía más atractiva la oferta dadas, además, las mejores comunicaciones que Asturias tenía con Castilla, con respecto a Cantabria.

Sin embargo, todo quedó en agua de borrajas.

Grandes enfrentamientos con Leonardo Álvarez de Diego. No eran buenas las relaciones entre el presidente del Instituto de Fomento Regional, Leonardo Álvarez de Diego y el consejero de Industria, Comercio y Turismo, Jesús Fernández Valdés, quien se encontraba entonces en un proceso creativo de iniciativas rompedoras verdaderamente espectacular -como convertir el Muelle gijonés en puerto deportivo y trasladar los astilleros a El Musel-, retomó el asunto de la creación de una línea de ferry. Su mano derecha, el director regional de Comercio, José Ramón Fernández Costales -quien acababa de retornar a su tierra natal tras una brillante ejecutoria como presidente de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Cognac- le convenció para ponerse una medalla en el pecho de que la línea de ferry tenía que ir hacia el puerto francés de La Rochelle, descartando la vía hacia Gran Bretaña.

Una línea marítima financieramente inviable. Y, sin dudarlo, hacia allá se fue en viaje oficial el Consejero de Industria, acompañado de una representación de personalidades para conocer sobre el terreno las posibilidades de iniciar negocios. Entre ellas, el director de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, Pedro García-Rendueles y Aguado, quien con la lealtad que siempre demostró -a pesar de que Jesús Fernández Valdés estaba en pie de guerra contra la gestión privada y pretendía que fuese controlada solamente por el Gobierno del Principado y el Ayuntamiento, a pesar de que había sido una iniciativa empresarial de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Gijón- le advirtió de que el informe oficial que llevaba para la puesta en marcha de la línea de ferry y que el Consejero no había leído vaticinaba de que era inviable financieramente, por lo que Jesús Fernández Valdés arrancó las hojas con las conclusiones y siguió adelante como si tal cosa. El presidente de la potentísima Cámara de Comercio de Poiteau-Charentes, Jacques Berger -entre cuyas responsabilidades estaban las de gestionar puertos, aeropuertos y autopistas- aseguró que el destino del barco debía de ser al puerto de Lorient, debido a que tenía mejores comunicaciones que La Rochelle.

El bautizo de la "autopista del mar". A Jesús Fernández Valdés fue a quien se le ocurrió bautizar con el nombre de "autopista del mar" a la línea de ferry entre Gijón y Lorient. Y tras sus discursos oficiales -siempre en francés- obsequiaba a las autoridades con una escultura del Naranjo de Bulnes al que calificaba como el faro de Asturias, al ser lo primero que se vislumbraba desde la mar al aproximarse a Asturias.

Luego pasó lo que pasó por la falta de organización de unos y de otros, ya que muchos empresarios asturianos siguieron considerando a Bilbao como su puerto natural de salida, por sus mejores conexiones internacionales y más bajas tarifas con respecto a las de El Musel. Y aquella línea Gijón-Lorient cubierta por el buque tipo roro/carga "Atlántica I" de la empresa Atlántica de Navegación solamente hizo ochenta y cinco escalas en el puerto asturiano, en las que trasladó cuatrocientos cuarenta y tres unidades "freu", por lo que al ser deficitaria, nada más que pudo aguantar ocho meses. Exactamente desde el 29 de abril hasta el 30 de noviembre de 1991.

La asignatura pendiente de las líneas de ferry. Veintisiete años después seguimos con la asignatura pendiente del tráfico mixto de pasajeros y mercancías en un ferry desde el puerto de Gijón. Jesús Fernández Valdés siempre trató de sacarle el máximo partido a las instalaciones portuarias de "La Sultana" -así definía a El Musel- y, provocador hasta la muerte, ante el desolador panorama que tenía ante sí, aconsejó a quien le quiso oír que lo primero que tenían que hacer los empresarios asturianos era no perderse por los aeropuertos cuando iban solos porque no dominaban más idiomas que el español. Más o menos en las mismas estamos, ¿o no?

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