No hace falta ser mayores, ni demasiado fuertes, ni tan siquiera tener un río navegable. Porque sin todo eso, los niños de Infantil del colegio San Miguel se convirtieron ayer en expertos piragüistas capaces de competir al más alto nivel.

No es la primera vez que el centro se embarca en la aventura de hacer de sus niños todos unos palistas, pero cada año se suman más pequeños deseosos de convertirse por unos momentos en aclamados deportistas. Y además, con la satisfacción de "competir" con embarcaciones hechas por ellos mismos. La iniciativa nació de mano de Alberto Estrada, entusiasta del deporte y especialmente del piragüismo, quien considera que la actividad que ayer tuvo lugar en el parque Severo Ochoa puede servir para despertar vocaciones tempranas y, de paso, concienciar sobre la necesidad de reciclar.

Porque el medio centenar de piraguas que ayer se echaron al parque como si las sendas de hormigón fueran las aguas cristalinas del Sella son obra de una intensa labor de reutilización de materiales, para darles una nueva y colorida vida. Los niños partieron con sus canoas y remos perfectamente decorados, así como con las monteras y los tradicionales collares de flores como atuendo deportivo.

A la recreación del Descenso Folclórico Internacional no le faltó de nada: ni el pregón de las Piraguas escrito en su día por Dionisio de la Huerta ni la salida en riguroso orden de sorteo, supervisada por alumnos de más edad. Y tampoco, por supuesto, el público entregado aplaudiendo a lo participantes en su peculiar navegación, con padres, abuelos y paseantes habituales del parque volcados con la causa.

Tal y como explica Alberto Estrada, "hubo unos años en los que las Piraguas se relacionaban con borrachos, con suciedad y cierto desmadre, y por eso queremos recuperar ese espíritu deportivo y de alegría, contando con los más pequeños para que sepan desde bien pronto lo que es esta fiesta". De momento, los niños respondieron felices.