El alumno menor de edad del colegio San Miguel de Gijón que mantuvo una supuesta relación con una profesora del centro durante varios meses pudo borrar parte de los mensajes que se intercambiaba con la docente para así evitar perjudicarla. Es por ello que, tras la declaración del joven y de sus padres, ayer en el juzgado, la magistrada al frente de la investigación optó por quedarse con el teléfono móvil del menor para tratar de recuperar los mensajes eliminados y comprobar si las pruebas están completas o han sido manipuladas. Tanto el estudiante, de 15 años, como sus padres defendieron ayer ante la jueza que existió una relación entre ambos que excedía al vínculo que podría existir entre un alumno menor y su profesora.

Esta mañana será la maestra, de 34 años, quien declare ante el Juzgado de Instrucción número 2 de Gijón por estos hechos que provocaron el escándalo en el colegio del barrio de Pumarín. Lo hará tras la denuncia que presentaron los padres del joven contra ella a finales del mes de mayo, justo después de que ella negase en los medios de comunicación cualquier tipo de relación con el chico, que cursa cuarto de la ESO en el centro gijonés. "No soy culpable de nada", explicó a este periódico entonces. Para ella todo fue fruto del enamoramiento del adolescente. Es por ello que, presumiblemente, volverá a reivindicar su inocencia esta mañana ante la jueza.

El rumor de la supuesta relación entre ambos llevaba días circulando entre la comunidad educativa del colegio San Miguel, que cuenta con todo el apoyo del Arzobispado de Oviedo, del que depende como centro. Hubo quienes se sorprendían al ver al menor por el entorno de los alumnos de Primaria, donde la investigada daba clases, o pedía ausentarse del aula con frecuencia. Pero nadie comentaba nada. Hasta que el 18 de mayo, cuando la dirección tuvo conocimiento de esta información y se entrevistó por primera vez con el menor y con la profesora, antigua alumna del centro, para escuchar sus versiones. Ya entonces fueron distintas y el colegio optó por suspender de sus funciones, de forma cautelar, a la profesora hasta esclarecer lo ocurrido.