Suena a tópico, pero la historia se repite: alguien que fue una estrella del espectáculo fallece en el más absoluto de los anonimatos y en la penuria. Y esta vez ha ocurrido en Gijón. El pasado miércoles, un usuario del Albergue Covadonga -institución benéfica integrada en la red de atención de la Fundación Municipal de Servicios Sociales- aparecía muerto en su habitación. Ni siquiera su compañero se percató y, de hecho, se fue a la ducha pensando que seguía durmiendo. Pero nadie sabía que se trataba de alguien que triunfó sobre los escenarios, de un integrante de un grupo que causó furor en España y Latinoamérica. Era Santos Blanco López, aquel rubio de mirada angelical que movía el abanico junto a sus compañeros de "Locomía" en los inicios de los noventa.

La muerte de Santos Blanco -muy temprana, a los 46 años- saltó ayer al escenario mediático tras hacerlo público la agrupación actual de "Locomía", que se volvió a juntar en 2011 con nuevos integrantes pero sin perder su esencia. "Acabamos de confirmar que Santos Blanco, miembro de la primera formación de "Locomía", nos ha dejado a la temprana edad de 46 años", publicó la cuenta oficial del grupo famoso por temas como "Loco Mía", "Loco Vox" o "Rumba Samba Mambo". "Santos llegó a 'Locomía' en un momento álgido y de gran éxito del grupo. Su aparición fue clave para brillar como nadie en ese inolvidable festival de Viña del Mar, en 1992. Su rostro angelical y su cuerpo apasionado por la danza le hicieron inolvidable en este concepto", agregó en su comunicado oficial antes de las últimas palabras de despedida: "Por mala suerte, hoy toca despedirnos de un ser único que dejó una huella imborrable. El cielo se viste de gala para recibir a un ángel que danzará y brillará con luz propia".

Pocas explicaciones oficiales: así se comunicó la muerte de Santos Blanco

A partir de ahí, trascendió una versión oficial, parca en datos, canalizada a través del mánager del actual grupo, Jordi Tarrés. Ni la familia ni los integrantes de "Locomía" querían hablar. "Están en shock, era muy joven", confesaba ayer Tarrés, que también transmitió lo que dijo la familia del fallecido: "Falleció en Gijón, donde residía, por causas naturales, no se despertó". La familia estaba "impactada" por el revuelo que generó su muerte, pero lo cierto es que, aunque ya pasaron décadas, muchos no se olvidan de aquel rubio de los mejores años de "Locomía".

"Lo que transmiten los fans es que era un ángel, con mirada de ángel; un bellezón, una persona muy dedicada a su trabajo y que lo vivía con mucha pasión", asegura Tarrés. Llegó al grupo en 1991 y se estrenó en una memorable actuación en el Festival de Viña del Mar 1992. Permaneció en "Locomía" hasta su disolución en 1993 por problemas con su mánager de entonces. "Con él la banda vivió su mayor apogeo", recuerda Tarrés. Santos había entrado en la formación sustituyendo a Juan Antonio Fuentes.

Según explicaba ayer el actual representante de "Locomía", Santos Blanco llevaba un tiempo en Gijón "por razones laborales". Pero lo cierto es que falleció en el Albergue Covadonga, donde apenas acumulaba unos pocos días de estancia y donde absolutamente nadie se podía imaginar que había sido una estrella musical.

Según ha podido saber este periódico, Santos Blanco iba a permanecer, en principio, los siete días de plazo que otorga por sistema el Albergue. No había pedido renovar más tiempo de estancia y, según parece, su intención era la de salir a buscar empleo. No estaba empadronado en Gijón.

"Locomía" comunicó el fallecimiento de Santos Blanco tras confirmarla dos días después, a raíz de que seguidores latinoamericanos les hiciesen llegar el rumor. Dejó este mundo en silencio, sin nada de ruido y sin ni siquiera esquela, lejos de aquellos inicios de los noventa de abanicos, música y baile ante miles de fans. Murió en el anonimato y pasando penurias. Pero ahora baila feliz en otro sitio tras constatar la dura realidad de lo efímero de la vida y el éxito, algo con lo que a veces se dan de bruces quienes triunfaron sobre un escenario. Que en paz descanse aquel rubio de Locomía.