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PRUDENCIO DÍAZ DE MONASTERIO-GUREN CORUJEDO | PRESIDENTE DE MUNIELLO ELECTRICIDAD

El médico que quería ser empresario

Administró empresas familiares mientras atendía a 22.000 pacientes

El médico que quería ser empresario

Prudencio Díaz de Monasterio-Guren Corujedo, presidente de Muniello Electricidad, quería haber estudiado económicas y ser empresario, pero por decisión de su padre acabó haciéndose médico. Una decisión que llevó a Gijón a ganar un reputado especialista en pulmón y corazón y que a la postre tampoco le impidió desarrollar su vocación empresarial. No mediante la gestión diaria de las sociedades familiares, como hicieran su padre y tíos y ahora hacen varios de sus hijos, sino desde los consejos de administración.

Muniello Electricidad acaba de recibir el Premio Impulsa a la trayectoria profesional. Prudencio Díaz de Monasterio-Guren no sólo participa en esta sociedad, sino también en las de otras empresas familiares como Efectos Navales y Reparaciones Monasterio y Finca Monasterio, además de presidir la Fundación Monasterio.

Tanto como integrante de una conocida familia de Gijón, originaria por parte de padre de Vitoria, ha sido igualmente conocido por su faceta de médico, regentando durante décadas una consulta privada de medicina interna y de pulmón y corazón en el número 2 de la calle Álvarez Garaya y ejerciendo además de médico de familia. Más de 22.000 gijoneses pasaron por su consulta, sin contar otros muchos a los que atendía a domicilio. "No tenía nunca inconveniente en salir de casa para ello, incluso dos o tres veces por la noche. Cerró la consulta pasados los ochenta años", recuerdan sus hijos.

Su carácter emprendedor le llevó a conseguir pacientes en Gijón, en sus inicios, dejando su contacto en las pocas cabinas de teléfono que hace décadas había en la ciudad. Donde se indicaban los teléfonos de emergencias, de policía y bomberos, él añadía el número de su consulta, poniendo "Médico". Así llegaron hasta él algunos de sus primeros pacientes en la ciudad.

Prudencio Díaz-Monasterio-Guren Corujedo nació en la Gota de Leche en septiembre de 1934, a las puertas de la Revolución de Octubre. Aunque gijonés, la Guerra Civil la pasó en Infiesto, de donde era su madre. La española no fue la única contienda civil que le tocó de cerca. Antes de abrir consulta en Gijón había pasado 7 años en Estados Unidos, donde estudió la especialidad de medicina interna y luego pulmón y corazón en Chicago. De ahí se fue a un hospital de Miami. Él hubiera preferido Hawai, harto de pasar frío en Chicago, pero los profesores le recomendaron Florida, un clima que también le valió. Y allí vivió de cerca las primeras oleadas de refugiados cubanos que llegaban a Estados Unidos, huyendo de la contienda en la isla en plena revolución de Fidel Castro. Como hispanohablante, fue uno de los médicos que más contacto tuvieron con aquellos refugiados, de todas las condiciones sociales: Desde conseguir que refugiados de raza negra accedieran al hospital, en una época en la que eso no era nada fácil en Estados Unidos, hasta atender a miembros de la alta sociedad cubana. El contacto con Florida y con quienes allí conoció lo mantuvo tras su regreso a España. Hasta hace pocos años aún viajaba a Florida cada año, tras acudir al congreso médico que en Nueva York organiza cada año Valentín Fuster.

Buen estudiante, la escuela elemental y el bachiller los cursó en la Academia Española, ubicada donde ahora está el Colegio San Lorenzo. Luego, en Madrid, la carrera. Sus primeros pasos en la profesión los dio en el hospital militar Gómez Ulla, donde hizo la mili por milicias.

Aficionado al deporte, es de los socios más veteranos de la Agrupación Montañera Astur Torrecerredo y sus únicas vacaciones al año se las tomaba para ir a esquiar, frecuentemente a Pajares. Es socio del Grupo Covadonga, del Club de Golf de Castiello y del Club de Regatas, desde donde solía hacer la travesía a nado de la playa. Otra de sus costumbres era la carrera matinal. Hasta hace ocho años no había San Silvestre en Gijón que se perdiera.

Muniello fue fundada por su padre y uno de sus tíos. La empresa ha pasado ya a una tercera generación, a sus 4 hijos, que tuvo con la madrileña Rocío González Hontoria Patiño, quien hace unos años falleció en sus brazos, de repente, como suele recordar.

Su profesión le permitió viajar. Aprovechaba las idas a congresos médicos y otras actividades profesionales para quedarse unos días más en el lugar y conocerlo. A sus 83 años largos sigue teniendo ganas de viajar para visitar el único rincón que le falta: Australia.

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