Beirut

La milicia libanesa de Hezbolá se hizo ayer con el control de toda la parte musulmana de Beirut, en una demostración de fuerza que ha dejado clara su abrumadora superioridad militar sobre las fuerzas fieles a la mayoría parlamentaria. El Ejército se ha desplegado en el centro de la ciudad. El movimiento chií aseguró que mantendrá las barricadas en las calles y en la carretera de acceso al aeropuerto hasta que se solucione la crisis política. El Gobierno de coalición le acusó de dar un golpe de Estado que busca el regreso de Siria al país y servir a los intereses de Irán.

Según las fuerzas de seguridad, dieciocho personas han muerto y treinta resultado heridas a lo largo de tres días de enfrentamientos que se enmarcan en la peor crisis política libanesa desde la guerra civil (1975-1990).

Los combates se desencadenaron después de que el Ejecutivo anunciase el desmantelamiento de la red de comunicaciones de Hezbolá, por considerarla ilegal, y de que el líder de la milicia, Hasan Nasralá, tomara estas medidas como una declaración de guerra.

En las calles beirutíes destacaba la presencia de hombres jóvenes armados con rifles de asalto en medio de los vehículos destrozados y los edificios en llamas. Pero los combates disminuyeron paulatinamente durante la mañana, logrando Hezbolá el control de la zona, mientras los partidarios del Ejecutivo dejaban las armas.

Hezbolá, movimiento político y, a la vez, poderoso grupo armado, consiguió también dominar los medios de comunicación que son propiedad del líder de la coalición de Gobierno, Saad Hariri, que dejaron de emitir. Además, logró poner cerco a las oficinas y los hogares de los principales dirigentes de la mayoría, que pasaron a la custodia del Ejército.

Las Fuerzas Armadas se juegan gran parte de su prestigio como única institución independiente del país, por lo que se han limitado con sumo escrúpulo a su misión de proteger edificios y sedes gubernamentales. Sin embargo, los temores a que el Ejército se divida en líneas confesionales, como ya ocurrió en 1976, no han desaparecido, como tampoco el temor a una guerra civil abierta como sucedió entonces.

La crisis entre la oposición -liderada por Hezbolá y apoyada por Irán y Siria- y el Gobierno del primer ministro libanés, Fuad Siniora -contrario a Siria y respaldado por Estados Unidos y por sus aliados árabes-, ha paralizado el país y le ha privado de un presidente desde noviembre de 2007.

La UE, Alemania y Francia apelaron a la calma y pidieron que el conflicto se resuelva a través de medios pacíficos. Siria, en cambio, opinó que los enfrentamientos son un asunto interno de Líbano, mientras que Irán responsabilizó de la violencia a la «injerencia» de Estados Unidos e Israel en la política libanesa.

También se pronunció Estados Unidos, que se mostró «muy preocupado» por las acciones emprendidas por Hezbolá e instó a Irán y a Siria a que suspendan su apoyo al grupo chií. El Departamento de Estado expresó el apoyo estadounidense al Gobierno de Siniora.

Pese a las palabras de uno de los grandes aliados de Hezbolá, el cristiano Michel Aun, quien dijo que esperaba que para anoche la ciudad hubiese recuperado la normalidad, lo cierto es que hombres encapuchados y armados continuaban campando a sus anchas por un Beirut casi fantasmal.

Medios libaneses, que citaron a fuentes diplomáticas árabes, informaron de que Siniora está estudiando la posibilidad de dimitir ante la imposibilidad de encontrar una solución.

Las próximas horas pueden ser cruciales para el futuro del Líbano, que sigue asomado al precipicio de una guerra fratricida.