Roma / Oviedo

Un día después de la agresión que ha conmocionado a su país, el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, y su entorno político pusieron ayer de manifiesto que el ataque del domingo en Milán, más que el acto individual de un desequilibrado, es un reflejo de la atmósfera de odio que respiran los adversarios políticos de Berlusconi. El ataque ha sido condenado por mandatarios como el francés Sarkozy o el ruso Putin, además de por la Eurocámara.

El presidente del Consejo fue agredido el domingo por la tarde por un desequilibrado de 42 años, Massimo Tartaglia, quien le golpeó en el rostro con una reproducción turística de la catedral de Milán tras finalizar un mitin particularmente tenso en la capital lombarda.

En el ataque, Berlusconi sufrió un corte en el labio superior, la fractura del tabique nasal con abundante pérdida de sangre y la rotura de dos dientes superiores, todo lo cual le causa un pertinaz dolor de cabeza y le impide comer, según el parte médico facilitado. Aunque los facultativos habían pensado darle el alta ayer, finalmente decidieron retrasarla a hoy o mañana. «Las consecuencias (del golpe) son más graves de lo que habíamos pensado», explicaron.

El presidente del Senado y dirigente de Il Popolo della Libertá, el partido de Berlusconi, Renato Schifani, explicó que «más allá del dolor físico, lo que hace sufrir a Berlusconi es el odio político que se ha transformado en una agresión». Un odio que refleja el clima de tensión que se vive en Italia y que incluso, según desveló el portavoz del primer ministro, Paolo Bonaiuti, había hecho pensar al propio Berlusconi, antes de iniciar el mitin del domingo, que le podría pasar algo. «Paolo, ¿no sientes la tensión? Qué clima de violencia, qué espiral de odio nos rodea. ¿No piensas que puede pasar algo?», le comentó Berlusconi antes de llegar al mitin en la plaza del Duomo milanesa, según aseguró Bonaiuti al canal de televisión Canale 5, propiedad del primer ministro. Berlusconi ha comentado a sus allegados que fue «un milagro» que no perdiera un ojo en la agresión.

Prueba del intenso ambiente de crispación que vive Italia han sido las reacciones registradas. Aunque una mayoría condena el ataque, no han faltado quienes han hecho responsable del mismo al propio Berlusconi. Así, Antonio Di Pietro, líder del partido La Italia de los Valores, lo justificó en parte por la, a su juicio, inadecuada actitud de Berlusconi hacia los ciudadanos italianos.

«No soy en modo alguno partidario de la violencia, pero el comportamiento de Berlusconi y su actitud de indiferencia instigan la aparición de violencia. Comparto las quejas de la ciudadanía, que ve día a día cómo el primer ministro mantiene bloqueado el Parlamento para elaborar leyes que sólo le benefician a él mientras se olvida de millones de ciudadanos que pierden su trabajo y no llegan a fin de mes», afirmó.

Las declaraciones del fiscal que, en los años noventa, puso en marcha el proceso «Manos Limpias» contra la corrupción, que convulsionó el panorama político italiano, han sido inmediatamente condenadas por numerosos responsables políticos. Pero no deja de ser un hecho que el agresor se ha convertido ya en un fenómeno social en Facebook, al cosechar más de 50.000 seguidores en 65 con títulos de toda índole, desde «Massimo Tartaglia, vergüenza» hasta «Massimo for president», «Massimo héroe nacional», «Tartaglia, vengador de los italianos» o incluso la denominada «Por un Massimo Tartaglia francés». Hace unas semanas fue cerrada en Facebook una página en la que se llamaba a asesinar a Berlusconi.

Por otra parte, la agresión del domingo ha abierto un debate sobre la seguridad de la que goza el presidente del Consejo. A raíz de los citados llamamientos a asesinarlo, Berlusconi amplió su guardia personal en quince personas, pero se niega a dejar de mezclarse con la gente.