Londres / Oviedo

El líder de los conservadores británicos, David Cameron, ha decidido introducir un serio giro en su fin de campaña, al anunciar que descarta abiertamente cualquier coalición con los liberal-demócratas para gobernar. Tras confirmarse en dos sondeos publicados ayer, lunes, tras la habitual oleada del fin de semana, que los «tories» tienen la mayor intención de voto para los comicios del jueves, Cameron anunció que está dispuestos a gobernar en solitario, con o sin mayoría absoluta.

Dado que, a priori, se ve difícil que los conservadores se alcen con la mayoría absoluta, el anuncio de Cameron implica que su equipo confía en quedar los suficientemente cerca de la cifra mágica de 326 escaños como para poder gobernar con pactos puntuales con partidos pequeños como, por ejemplo, los unionistas del Ulster.

En todo caso, el equipo de Cameron descarta que laboristas y liberal-demócratas unan sus fuerzas para forzar nuevas elecciones este mismo año, ya que tal hipótesis se considera muy perjudicial para la recuperación de la economía británica y los conservadores sostienen que el electorado no perdonaría a quien la forzase.

Las dos encuestas más recientes, publicadas ayer, siguen dando un Parlamento sin mayoría absoluta, lo que los ingleses llaman un «parlamento colgado». Se mantienen en cabeza los conservadores, con un 33-34% por ciento de los votos y 279 escaños, a 47 de la mayoría absoluta. Sin embargo, debido al peculiar modelo electoral británico, los laboristas, a pesar de quedarse en un 28 por ciento de apoyo, obtendrían tan sólo 17 actas menos y se situarían muy por encima de los 80 diputados que, con un 28-29% de apoyo tendrían los liberal-demócratas.

La clave de la seguridad en su triunfo que empieza a mostrar Cameron en este fin de campaña estriba en el análisis de los considerados distritos «decisivos». Una encuesta elaborada por la firma Ipsos Mori para la agencia de noticias británica Reuters arroja resultados muy alentadores para los «tories» en 57 distritos que están en poder de los laboristas. En estas circunscripciones la intención de voto está ahora mismo igualada en el 36%, mientras que la semana pasada los laboristas cosechaban un apoyo del 38%, tres puntos porcentuales más que los conservadores.

El sistema electoral británico no es de representación proporcional, sino que gana el escaño correspondiente a cada circunscripción el candidato con más votos, sin necesidad de que tenga mayoría absoluta. De este modo, el resto de los sufragios de esa demarcación «se pierden» y no quedan nunca reflejados en la Cámara de los Comunes.

Esto significa que el partido con más votos a nivel nacional puede no obtener el mayor número de escaños, ya que otro, con menor número de votos totales pero más adecuadamente concentrados, puede alzarse con una cantidad mayor de actas de diputado.

En el Reino Unido, hay pocos precedentes de elecciones sin mayorías absolutas, con sólo una excepción desde la segunda Guerra Mundial. En 1974, el Partido Laborista de Harold Wilson ganó 301 escaños frente a los 297 de los conservadores del entonces primer ministro Edward Heath.

En un principio, Heath intentó mantenerse en el poder -como es prerrogativa del primer ministro saliente- negociando una coalición con el minoritario Partido Liberal (precedente del actual Liberal Demócrata), pero cuando esto no fructificó, presentó su dimisión. Wilson intentó formar entonces un gobierno de minoría pero no duró, y al cabo de unos meses se volvieron a convocar elecciones, en las que el laborista obtuvo la mayoría.

La seguridad mostrada ayer por Cameron en ganar las elecciones movió inmediatamente la liberal-demócrata Clegg a criticarle por «ponerse la corona» y «medir las cortinas de Downing Street (residencia oficial del jefe de Gobierno)» antes de tiempo. Clegg sería el más perjudicado por un Gobierno «tory», ya que los conservadores se oponen de plano a una reforma electoral que introduzca más proporcionalidad.