Oviedo, Eugenio FUENTES

Los británicos vivieron ayer un frenético fin de campaña ante las elecciones generales de hoy, las más abiertas desde hace muchos años, a las que están llamados 45 millones de votantes. El primer ministro, Gordon Brown; el líder conservador, David Cameron, y el jefe de filas de los liberal-demócratas, Nick Clegg, desplegaron una apabullante actividad para arañar hasta el último voto.

Las nuevas encuestas conocidas contribuyeron a incrementar la agitación al reflejar una recuperación de Brown a expensas de Clegg. Sea porque las llamadas al voto útil están funcionando o porque a última hora cobra cuerpo el voto del miedo y los indecisos se deciden, una encuesta de YouGov para «The Sun» situó ayer a los «tories» en el 35%, izando a los laboristas al 30% y relegando a los liberales al 24%. Unos resultados que colocarían a Brown como segundo en votos y primero en escaños y dejarían a Cameron en una difícil situación en la que Clegg tendría la llave de las alianzas.

Según los expertos en la compleja transformación en escaños del voto británico, Cameron necesita al menos seis puntos de ventaja sobre Brown para adelantarlo en escaños y debería ampliar la horquilla hasta los diez puntos para imponerse por mayoría absoluta. Pero si hay algo que nadie creía anoche en el Reino Unido es que de las elecciones de hoy, en cuyo escrutinio no se esperan resultados significativos hasta avanzada la madrugada, salga un Parlamento con mayoría absoluta. Por eso, nadie es tampoco capaz de descartar un histórico cuarto mandato de los laboristas en unos comicios que, en principio, se presentan como los del cambio tras 13 años de ejecutivos del mismo color.

Con todo, y para arrojar un poco de agua fría sobre Brown, la otra encuesta del día, de ComRes para «The Independent», concedía a Cameron ocho puntos de ventaja sobre Brown. Eso se traduciría en un primer puesto conservador en votos y en escaños, que podría permitir un Gobierno en minoría con apoyos exteriores, sean de los unionistas del Ulster o de los liberales, si es que la distancia de los «tories» a la mayoría absoluta es mayor que las fuerzas norirlandesas.

En suma, hoy más que nunca, todas las opciones están abiertas y son los indecisos (36%) quienes tienen la llave de quién tomará el timón de un país que ha de abordar cuanto antes medidas fuertes para restablecer el equilibrio de sus cuentas públicas. Tan fuertes que pueden ser traumáticas y condenar, se apunta, a quien se haga con las riendas del Gobierno a instalarse después en la oposición una larga temporada.

En esas circunstancias, Brown, cuya campaña ha dejado mucho que desear, insistió ayer en su conocida fórmula de que sólo su Gobierno puede garantizar una salida con éxito de la crisis económica.

Cameron, por su parte, llamó a poner fin a un proyecto, el laborista, que dio por agotado, mientras que Clegg, la revelación de la primera campaña británica con debates televisivos, puso el énfasis en que no se trata de conseguir un simple cambio de Gobierno, sino que los británicos están ante una oportunidad «inédita en una generación» para cambiar de sistema. El líder liberal-demócrata aludía así a la modificación de la ley electoral, aunque, en la perspectiva de las futuras alianzas, ya ha explicado que esa reforma no será condición sine qua non para que dé su apoyo a un Gobierno.