México / Oviedo

Los narcotraficantes mexicanos han subido un escalón más en la guerra que los enfrenta al Ejército y la Policía Federal al hacer explotar ayer en Ciudad Juárez -la localidad más violenta del mundo- un coche bomba que causó la muerte de cuatro personas y heridas a otras varias.

El recurso a los atentados terroristas en esta guerra -decretada por el presidente Calderón en diciembre de 2006- que ya se ha cobrado casi 25.000 muertos pretende atemorizar a la sociedad, desincentivar la participación ciudadana y enviar advertencias a las autoridades, según destacaron ayer analistas consultados por Efe en el país norteamericano.

El coche bomba, cargado con unos diez kilos del explosivo plástico conocido como C-4, segó la vida de dos policías, un socorrista y un médico. Al parecer, el atentado fue una represalia por la detención de un capo del narcotráfico en la ciudad horas antes.

Según el comandante de la V Zona Militar, Eduardo Zárate, el explosivo fue activado a distancia mediante un teléfono móvil, aunque la Fiscalía general, que lleva las investigaciones, no había confirmado anoche los pormenores del ataque.

La televisión mexicana mostró el momento del estallido, que se produjo cuando agentes y socorristas atendían a un policía herido previamente que se encontraba tendido sobre la céntrica avenida 16 de septiembre, la principal de Ciudad Juárez. Se estima que el ataque al agente fue el cebo utilizado por los narcoterroristas para atraer a policías y médicos al lugar.

Con todo, las autoridades mexicanas se resistían anoche a admitir que se tratase de un atentado terroristas, temerosas de que tal calificación pudiese dotar a los narcotraficantes de una cierta coartada ideológica. El procurador general, Arturo Chávez Chávez, descartó que en México se perpetren actos de «narcoterrorismo» y explicó que la delincuencia tiene como «motor dinámico» el dinero, y que «no es un tema de ideología ni de buscan modificar las estructuras del quehacer político».

La Secretaría de Seguridad Pública (SSP) federal dijo en un comunicado que el ataque contra sus agentes fue en represalia por la captura, el viernes, de uno de los cabecillas del cártel de Juárez, Jesús Armando Acosta Guerrero, alias «35», acusado de más de una veintena de crímenes incluidos varios contra policías.

El fiscal general añadió, por su parte, que la violencia atribuida al crimen organizado se ha cobrado en el país la vida de 24.826 personas desde diciembre del 2006, y que en lo que va de este año suman 7.048 muertes violentas relacionadas con la guerra de los cárteles de la droga.

Horas después del atentado, el presidente de México, Felipe Calderón, reconoció que la inseguridad pública es el principal desafío en el país porque amenaza la libertad, la democracia y la tranquilidad del pueblo mexicano. Calderón no hizo referencia al coche bomba.

Por su parte, el experto en narcotráfico José Reveles explicó a Efe que la explosión es una señal dirigida al Gobierno para advertirle de que los narcos están preparados para cualquier estrategia de aumento de fuerzas militares. De hecho, el atentado se produce apenas horas después de que Calderón anunciase el nombramiento de un nuevo ministro de Gobernación, Francisco Blake, el cuarto en la actual administración, y al que se le encomendó como tarea central la lucha contra el crimen organizado.