Los venezolanos acudieron ayer en masa a votar para renovar la Asamblea Nacional, de 165 diputados, en una jornada en la que la oposición, unida, buscaba impedir que Hugo Chávez mantenga su poder absoluto en la Cámara para garantizar el futuro de su proyecto político y encaminarse a los comicios de 2012 en los que intentará ser reelegido para otros seis años.

Tanto líderes políticos como autoridades electorales y observadores subrayaron la alta afluencia de electores. El propio mandatario destacó que, según proyecciones de las que había sido informado, se estaría cerca de un 70 por ciento de participación.

Desde su Twitter, Chávez no cesó de arengar a los suyos para «arrollar» en las urnas. El mandatario, que acudió con hijos y nietos a votar, eludió responder a la pregunta de un periodista sobre qué hará si su Partido Socialista Unido (PSUV) no consigue los dos tercios de los escaños que, según él mismo dijo, son necesarios para seguir con el «proceso revolucionario».

La cita, que marca el retorno de la oposición al Hemiciclo después del boicot de las pasadas elecciones, se ha vivido como un plebiscito sobre la «revolución bolivariana». Si la oposición logra que el partido de Chávez se quede por debajo de los 67 escaños, el presidente ya no tendrá las manos libres para seguir aprobando sus reformas como había hecho hasta ahora, después de que en 2005 la oposición se retirara.

Venezuela vivió ayer la votación como la más trascendental en muchos años. Algunos sondeos daban un empate técnico, aunque otros apuntaban que los chavistas tendrán mayoría y la oposición unida lograría un tercio de los escaños, lo que pondría fin a la política de manos libres del mandatario.

En este clima, la oposición dijo que había normalidad y llamaba a votar «sin miedo». Los militares detuvieron a dieciséis personas por incidentes menores. Largas colas de electores se acumularon en varios centros electorales de Caracas, donde ni el sol ni algunos problemas con las máquinas de votación impidieron la afluencia a las urnas, que medirán el respaldo a la revolución bolivariana.

En el liceo Lino de Clemente, Vanessa Abreu, una caraqueña de 34 años, llevaba cuatro horas esperando para depositar su voto. La máquina de su mesa, la número 3, tenía problemas y generó más retrasos de lo habitual que crisparon el ánimo de algunos. «Vengo a votar para tratar de que mucho de lo que está sucediendo, por lo menos, cambie un poquito», dijo el joven Oscar Ortiz, quien señaló la creciente ola de inseguridad generalizada en el país.