Oviedo / El Cairo,

L. MUÑIZ / Agencias

El movimiento por el cambio «no tiene marcha atrás». Lo dijo ayer el dirigente opositor egipcio y premio Nobel de la Paz Mohamed El Baradei ante la multitud congregada en la céntrica plaza Tahrir de El Cairo, que volvió a manifestarse desoyendo el toque de queda y el estruendo de dos cazas en vuelo rasante que consiguieron amedrentarla durante unos minutos.

La sexta jornada de movilizaciones contra el régimen autócrata de Hosni Mubarak fue la más política de todas. El Baradei compareció por fin ante los manifestantes y lo hizo en el lugar que es el epicentro de las protestas; pero sólo después de que los Hermanos Musulmanes, la gran fuerza islamista de Egipto y el principal grupo de la oposición, delegara en él para negociar.

La Asamblea Nacional por el Cambio de El Baradei y los Hermanos Musulmanes consensuaron un comité que aspira a negociar con el Ejército -la institución más respetada en el país- el fin de la «era Mubarak», que dura ya 30 años, la formación de un Gobierno provisional y la convocatoria de las elecciones «libres y justas» que el sábado pidieron Alemania, Francia y Reino Unido.

En la plaza Tahrir, el ex director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica reclamó a Mubarak que dimita, porque lo que empezó el martes «no tiene marcha atrás» y es «el principio del fin» para el presidente egipcio.

El Baradei regresó a El Cairo el jueves con el objetivo de liderar una transición que incluso aliados como Estados Unidos reclaman ya sin ambages. Pero sus largas ausencias son muy criticadas por los egipcios, y, aunque su figura tiene gran eco en el plano internacional, en su país su relevancia es bastante menor.

Ayer quiso ponerle remedio y arengó a la multitud con lemas como «estoy orgulloso de ser egipcio» y «habéis recuperado vuestra libertad». Su aparición puede convertirlo en el catalizador de la revuelta y en el líder que haga la transición, por más que haya coqueteado con la posibilidad de disputar a Mubarak -o a su hijo Gamal- los comicios presidenciales que su régimen ha previsto para septiembre.

Mubarak, mientras tanto, sigue sordo y se aferra a los militares para mantenerse en el poder. El sábado nombró a dos generales vicepresidente y primer ministro y ayer se reunió con la cúpula del Ejército para demostrar que los cuarteles aún lo respaldan.

Además, la odiada Policía volverá a patrullar las calles a partir de hoy para luchar contra el vandalismo y los saqueos, y los agentes no tienen el apoyo sin fisuras que los soldados han cosechado entre los manifestantes, con los que, por ahora, confraternizan a diario.

Los saqueadores arrasaron anteanoche uno de los principales centros comerciales del país, el City Centre de Maadi. Miles de presos han conseguido fugarse de distintas cárceles y en algunos casos los arsenales de las prisiones corren el riesgo de caer en manos de grupos de criminales, lo que traerá consigo más pillaje.

Los cairotas siguen patrullando las calles para proteger sus propiedades. Las víctimas mortales son ya más de cien y los heridos, más de dos mil. Desde hoy, el toque de queda durará una hora más.

En otro episodio de censura como el del viernes, cuando el régimen cortó el acceso a internet, las autoridades prohibieron seguir emitiendo a la cadena Al Yazira y cerraron sus oficinas en el país.

La situación es tal que varios países han empezado a organizar la repatriación de sus nacionales. Así, EE UU autorizó la salida «voluntaria» de los empleados de su Embajada no necesarios en caso de emergencia. Israel ya lo ha hecho, y varias embajadores europeos han pedido que se garantice la seguridad de sus sedes. Turquía y Grecia preparan repatriaciones; no así Francia y Reino Unido, aunque Londres recomienda volver si es seguro. Exteriores dice que los españoles están bien y desaconseja «todo viaje» a Egipto.