Túnez / Argel, Agencias

El líder histórico del islamismo tunecino, Rachid Ghanuchi, regresó ayer a su país tras dos décadas de exilio en Londres, y varios miles de enfervorecidos seguidores lo recibieron al grito de «el pueblo es musulmán y el pueblo no se rinde».

En la mayor concentración política registrada en el país desde la caída del presidente Ben Ali, el pasado día 14, más de 2.000 seguidores de Ghanuchi y del movimiento islamista que preside, An Nahda (El Renacimiento, en árabe), abarrotaron la sala de llegadas del aeropuerto para recibir a su líder.

«Hoy (por ayer) vuelve Ghanuchi a su pueblo, a su país, para ver cumplidos sus derechos políticos», dijo a «Efe» Mohamed al Behiri, miembro del comité ejecutivo de An Nahda. «La presencia de Ghanuchi es una muestra de la libertad y de que todos los tunecinos, sin excepción, gozan de libertad», agregó.

La expectación se convirtió en histeria cuando Ghanuchi apareció en el «hall», lo que le obligó a ser escoltado por decenas de seguidores para protegerlo de una avalancha que provocó que al menos reventara una de las puertas de cristal de la entrada del aeródromo.

Los analistas creen que el retorno del carismático líder islamista supone el fin del mito del «enemigo integrista» que forjó el depuesto presidente Ben Ali y afianza la credibilidad de la transición democrática tunecina. Ghanuchi ha declarado recientemente que no tiene intención de imponer en Túnez una república de corte islámico.

Sin embargo, el abogado islamista Samir Dilou no descarta que se produzcan en un futuro «muchos momentos de tensión y quizá algunos actos de violencia cercanos al terrorismo», que, según él, podrían ser inducidos por gente cercana al antiguo régimen.

Mientras, el ministro argelino del Interior, Daho Ould Kablia, descartó un próximo levantamiento del estado de excepción en este país y recordó que la medida se tomó para luchar contra el terrorismo y que este mal no se ha erradicado aún.

Según el ministro, lo ocurrido en Argelia hace tres semanas, cuando cinco días de revueltas dejaron cinco muertos y 800 heridos, difiere de lo que acontece en Túnez y Egipto, pues las protestas no tuvieron carácter político.

En Irán, el régimen de los ayatolás asiste con satisfacción a las revueltas de Túnez y Egipto, que considera «una oleada de despertar islámico» que conducirá a un Oriente Medio más afín a las tesis de Teherán. Israel, por su parte, rompió su silencio para decir que su objetivo es mantener la paz con Egipto y que «vigila de cerca la situación».

Washington

La secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, llamó ayer al Gobierno egipcio a iniciar un proceso de diálogo con los líderes de las protestas contra el presidente, Hosni Mubarak, para garantizar una transición a «una democracia real».

«El destino de Egipto depende del pueblo egipcio», dijo Clinton en una entrevista en la que se refirió a las elecciones presidenciales previstas para septiembre como una oportunidad de cambio en un régimen que se ha mantenido desde 1981.

«Egipto necesita una transición ordenada y pacífica a una democracia real, no falsa como la de las elecciones que vimos en Irán hace dos años», afirmó Clinton, quien, sin embargo, evitó mencionar una posible salida de Mubarak como piden los ciudadanos egipcios que se manifiestan desde el martes.