Es el hombre de moda. Admirado. Temido. Odiado. Está en boca de todos y sobre él circulan teorías e informaciones de todo tipo y condición. Julian Assange, la cabeza pensante que mueve los hilos secretos de Wikileaks, es el hombre noticia: todos quieren saber lo que se oculta tras la persona que ilumina agujeros negros de la política y las finanzas. Pero pocos, hasta ahora, se han acercado tanto a su verdad como Robert Manne, un periodista que ha publicado en la revista australiana «The monthly» un extensísimo, lúcido y documentado perfil de Assange. El éxito de la propuesta fue inmediato y el espacio de la publicación en twitter y facebook acumuló cientos de miles de visitas.

Julian Assange, el revolucionario cypherpunk, así se titula el artículo. Narra Manne lo que sabemos de la infancia de Assange gracias a sus propias confesiones: cómo su madre Christine se enamoró del padre de Julian, que nacería un año después. La pareja se separó y su madre se casó con un productor de teatro itinerante y miembro de lo que ahora llamamos contra-cultura, Brett Assange. Un hombre bueno y generoso, diría Assange, y siempre al lado de las víctimas. Con Brett y Christine viajó por todo el país, viviendo una vida idílica al estilo de Tom Sawyer: tenía su propio caballo, construyó su propia balsa. Pescaba. Jugaba en pozos de minas y túneles. A su aire. Sin control.

Cuando Julian tenía ocho o nueve años, Christine y Brett rompieron. Su madre inició una tormentosa relación con un músico, Keith Hamilton, con quien tuvo otro hijo. Hamilton era un «psicópata manipulador y violento», según algunos testimonios. A los 15 años Julian ya había vivido en doce de lugares diferentes. Assange afirmó una vez que había asistido a treinta y siete escuelas diferentes, aunque eso incluye aquellas en las que pasó un solo día. Errante. Sin raíces.

Cuando la familia se estableció en las afueras de Melbourne, Christine compró a su hijo un ordenador y un módem. Flechazo informático. Assange se enamoró de una chica de 16 años con la que se casó con ella. Flechazo sentimental. Tuvieron un hijo. Eran los tiempos en los que la subcultura underground de hackers se estaba formando. En esa época se desarrolló la idea ferozmente antisistema de Assange, movido además por un espíritu aventurero y de curiosidad intelectual. La policía entró en acción contra esos brotes subversivos, y fueron a por Assange como presunto autor de delitos informáticos. Lo encontraron en un estado próximo al colapso mental tras haberle abandonado su esposa.

Assange cayó a un infierno personal. Fue internado brevemente en el hospital, sufriendo una profunda depresión consumido por la rabia. Lo confesó: 1992 fue el peor año de su vida. No hubo prisión, como se temía, sólo una multa. La experiencia de la detención y el juicio le marcaron a fuego y ayudó a dar forma a su ideario. Assange intentó reconstruir su vida mientras luchaba por conseguir la custodia de su hijo. Su principal preocupación política, explica Manne, se inspiraba en las extraordinarias posibilidades democráticas de las comunidades virtuales de intercambio de información en todo el mundo gracias a internet, y la amenaza a su libertad planteada por la censura, las corporaciones codiciosas y las leyes represivas.

Assange se convirtió en un miembro comprometido del movimiento del software libre. Y participaba en un movimiento conocido como el cypherpunk. Aunque hay decenas de miles de artículos sobre Assange, ningún periodista ha comprendido la importancia crítica del movimiento cypherpunk para el desarrollo intelectual de Assange y el origen de Wikileaks, concluye Manne, y se lanza a corregirlo.

En el núcleo de la filosofía cypherpunk estaba la creencia de que la gran cuestión de la política en la era de internet es si el Estado estrangula la libertad individual y la privacidad a través de su capacidad para la vigilancia electrónica o si los individuos autónomos pueden socavar y destruir incluso el Estado a través de su despliegue de armas electrónicas. Muchos, recalca Manne, se mostraban optimistas de que en la batalla por el futuro de la humanidad -entre Estado e individuo- el individuo triunfaría.

Casi todos los cypherpunks eran anarquistas que consideraban al Estado como el enemigo. La voz política de mayor autoridad fue Tim May, quien llamó a su sistema cripto-anarquía, la contribución más original a la ideología política de la época contemporánea, con el Estado como la fuente del mal. El cypherpunk, matiza Manne, era una casa de muchas habitaciones ideológicas, pero todos compartían la importancia política de la criptografía y la voluntad de lucha por la privacidad y la libertad sin restricciones en el ciberespacio.

Assange se unió a la lista de correo electrónico cypherpunk a finales de 1993 o principios de 1994. Estaba interesado en la conexión entre la intimidad y la comunicación cifrada. Incluso antes de su detención había temido la intrusión en su vida de la vigilancia del Estado totalitario. Creía que había sido injustamente condenado, por lo que llamó un «crimen sin víctimas». En su intercambio de mensajes, Assange muestra descaro, humor, contundencia, sarcasmo. Ira. Debatía, atacaba, argumentaba. Con pasión. Era enemigo de aquellos que muestren la más mínima tendencia a ceder en la cuestión del Gran Hermano y el estado de vigilancia.

Lejos del cinismo corrosivo de otros colegas de lista. De 1997 a 2002 acompañaba todos sus mensajes con un pasaje de Saint-Exupéry: «Si quieres construir un barco, no reúnas a la gente para recoger madera y asignarle tarea, enséñale a echar de menos la inmensidad infinita del mar». Poético: práctico.

En 2003, recuerda Manne, Assange llevaba una vida «más convencional». Fue a la Universidad de Melbourne a estudiar Matemáticas y Física. Como estudiante fue mediocre. Y no por falta de talento, porque tenía un coeficiente intelectual por encima de 170. Se desilusionó con el departamento de matemáticas aplicadas cuando descubrió que sus miembros estaban trabajando con las autoridades de defensa de los EE UU en un proyecto.

Entre julio de 2006 y agosto de 2007 -el período en que Wikileaks se estaba gestando- Assange mantuvo un blog que dibuja un mapa detallado de su mente a los 35 años, y a pesar de que en la actualidad hay unos 27 millones de entradas en Google sobre Assange, como subraya Manne, nadie ha ofrecido un análisis del mismo.

El blog muestra a un joven de inusual ambición intelectual, dominado por la curiosidad. Assange escribe sobre su aversión por el «todo lo que no está expresamente permitido, está prohibido». Hay especulaciones abstractas sobre la filosofía, las matemáticas, la neurociencia, la fisiología humana, el derecho, la historia y la sociología. Hay también «sorprendentes y reveladores» extractos de un texto budista en defensa del materialismo. Otra cita es una historia sobre un campo de concentración nazi. Un prisionero judío puede salvar a su hija si adivina qué ojo de su guardia es de cristal. Él elige el ojo izquierdo, correctamente. Su guardia le pregunta cómo lo sabía. «El ojo izquierdo me mira con un brillo de amabilidad», responde el prisionero. Y también hay un largo extracto de un artículo sobre los problemas que sufren los seres con un alto coeficiente intelectual. Incomprendido.

Se dijo que Assange se jactaba de ser padre de varios hijos, algo que él niega. Pero sí hay un niño: Assange incluye una foto de un bebé bajo el título «Los ojos». Su hija. Y sigue erre que erre: «El Estado hace lo que puede para salirse con la suya». Sin embargo, a diferencia de la mayoría de sus compañeros cypherpunks, Assange extiende la idea del Estado a las grandes empresas. ¿Qué son las corporaciones que controlan los EE UU sino una «Unión Soviética de América»? Assange es un profundo anticomunista, pero considera que el poder en la sociedad occidental está en manos de élites políticas y económicas que ofrecen a la gente común una concepción falsa de la democracia y una cultura de consumo que destruye el alma, detalla Manne. La revolución de la que habla es moral, puntualiza Manne. En la lucha por crear una sociedad verdaderamente humana, Assange advierte de que hay que tomar medidas en una escala global. La gran virtud política es el valor. Uno de sus dichos favoritos es: «La valentía es contagiosa». Las grandes fuerzas de la historia son la necesidad de amor y la sed de la verdad.

Pero la revolución de Assange sería no-violenta, como subraya Manne. El agente del cambio no sería el asesino, sino el denunciante. La herramienta no sería la bala, sino la fuga de información. Su conclusión es que la política mundial podría ser transformada cortocircuitando el flujo de información entre las élites del poder corrupto, haciéndolas cada vez más temerosas de las fugas de información privilegiada. Se puede lograr mediante el establecimiento de una organización que permita a los denunciantes de todos los países transmitir su información, en la confianza de que sus identidades no serían descubiertas. Assange enarbola la famosa cita de Orwell: «Quien controla el presente controla el pasado y el que controla el pasado controla el futuro».

A principios de abril de 2010 casi nadie había oído hablar de Julian Assange. En diciembre era uno de los personajes más famosos del mundo, con enemigos poderosos y seguidores devotos. Hay pocas ideas originales en política, afirma Robert Manne, y advierte: «Con la creación de Wikileaks, Julian Assange fue responsable de una de ellas».