¿Por qué no se ha producido un movimiento de protesta fiscal «tea party» en la izquierda? ¿Sabrán desarrollar el presidente Obama y la izquierda norteamericana una relación funcional?

Que esas dos preguntas no se planteen con demasiada frecuencia es una muestra de la cantidad de energía política de la nación que ha sido monopolizada por la derecha desde el principio de la legislatura de Obama. Esto ha decantado la cobertura mediática de casi todas las cuestiones, ha creado la impresión de que el presidente es mucho más izquierdista de lo que es y ha alejado el programa del país de la reforma progresista.

Una izquierda discreta también ha sido pésima para los políticos moderados. El programa entero se ha desplazado hasta bien entrada la derecha porque el movimiento fiscal y las ideas conservadoras extremas también han recibido mucha atención. El centro político no tiene posibilidades a menos que haya un enfrentamiento mínimamente justo entre izquierda y derecha.

No es de extrañar que la elección de Obama desatara una reacción conservadora. Irónicamente, el desencanto con la presidencia de George W. Bush habría empujado la política republicana a la derecha, no a la izquierda. Teniendo en cuenta la mala imagen que la opinión pública tiene de Bush, los conservadores razonaron astutamente que sus fracasos estaban provocados por su ausencia de lealtad a la doctrina conservadora. Bush fue presentado como un gran derrochador (incluso si una gran parte de su generosidad fue a Irak). Se le consideró demasiado liberal en inmigración y un partidario de las intervenciones públicas para rescatar a los bancos, de utilizar las competencias federales para reformar los centros escolares y de defender el programa de recetas del Medicare.

Los donantes conservadores se dieron cuenta de que montar el movimiento de protesta fiscal era la forma más eficaz de crear oposición a las iniciativas de Obama. Y los medios enloquecieron con el movimiento de protesta fiscal durante el verano de 2009, cubriendo sus alteraciones en las asambleas con entusiasmo no visible este verano, cuando muchos republicanos se enfrentaron a duras preguntas de sus electores más progresistas.

La victoria de Obama, en tanto, desmovilizó en parte a la izquierda. Con los demócratas al frente de la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso, reforzar la organización a pie de calle no parecía tan urgente.

La Administración fue cómplice de esto, considerando el principal papel de la izquierda apoyar todo lo que el presidente dijera que hacía falta. La disidencia se desalentó como algo contraproducente.

No era estúpido del todo. Enfrentándose a la feroz oposición desde la derecha, a Obama le hacían falta todos los amigos que pudiera encontrar. Temía que las críticas vertidas desde la izquierda se unieran en la mente de la opinión pública con las críticas desde la derecha y que en conjunto le debilitaran.

Pero la falta de una izquierda organizada y fuerte facilitó que los conservadores tildaran al propio Obama de izquierdista fanático. Su reforma sanitaria es notablemente conservadora. Sí, copió las ideas implantadas en Massachusetts de las que en tiempos presumía Mitt Romney. No tenía nada que ver con el sistema de fondo común que siempre fue del gusto de la izquierda. Su propuesta de estímulo fue demasiado reducida, no demasiado grande. Su nuevo reglamento del sector financiero distaba mucho de ser la reforma total del capitalismo estadounidense. Pero aun así los republicanos arrasaron en los comicios de 2010 porque retrataron a Obama y a los demócratas como demasiado a la izquierda de sus logros reales.

Estos días, los progresistas van a hacer un nuevo esfuerzo por seguir un camino alternativo en una conferencia organizada por la Campaña por el Futuro de América que se inaugura mañana, lunes. Es una empresa en régimen de cooperativa con un gran número de organizaciones adicionales, sobre todo el movimiento American Dream de Van Jones, un antiguo funcionario de la administración Obama que quiere mostrar al país el aspecto de un programa verdaderamente progresista en empleo, salud pública e igualdad. Jones reconoce abiertamente que «podemos aprender muchas lecciones de los recientes logros de la derecha populista y libertaria», y de la izquierda progresista dice: «Éste es nuestro «movimiento de protesta fiscal "tea party", en sentido positivo».

Lo que brilla por su ausencia en la presidencia Obama es la integración productiva de los grupos externos de la que disfrutó Roosevelt con el movimiento sindical o Lyndon B. Johnson con el movimiento de los derechos civiles. Ambos movimientos empujaron a Roosevelt y a Johnson en direcciones más progresistas al tiempo que les prestaban apoyo contra sus rivales conservadores.

La pregunta para la izquierda ahora, dice Robert Borosage, de la Campaña por el Futuro de América, es si los progresistas saben sentar o no «independencia y oportunidades» al tiempo que también son capaces «de tomar una decisión electoral estratégica». La idea no consiste en simular que Obama es tan progresista como sus incondicionales quieren que sea, sino atraer el apoyo hacia su persona como el caballero que se interpone entre el país y la extrema derecha. Una verdadera izquierda podría enseñar a los estadounidenses lo moderado que es el presidente que eligieron en 2008, y lo mucho que se han alejado los conservadores de la derecha.