Hoy se cumple el primer aniversario desde que el expresidente egipcio Hosni Mubarak dejara el poder en manos del Ejército egipcio tras la histórica revuelta popular prodemocrática que acabó con un régimen de tres décadas. Un año después, los ciudadanos mantienen sobre las nuevas autoridades militares las mismas exigencias que hacían al Gobierno del dirigente derrocado, ahora convaleciente y en un proceso judicial por asesinato premeditado de civiles.

Pero el derrocamiento de Mubarak, segundo mandatario en caer por la Primavera Árabe después de su homólogo tunecino, Zine Abidine Ben Alí, no ha contribuido a mejorar drásticamente la situación del país a pesar de la sensación inicial de triunfo. Es más, los militares han incrementado su presión sobre la población mientras han emprendido maniobras para absorber dentro de su entramado a los partidos islamistas vencedores de los comicios legislativos, marginando a los manifestantes.

Hoy, "el júbilo ha sido sustituido por el nerviosismo y la violencia bulle en las calles de El Cairo, donde la cúpula militar se muestra reticente a abandonar el poder y ha emprendido una campaña de asedio tanto contra los activistas como contra la comunidad internacional, que pretende ayudar", según entienden los expertos del grupo de análisis Brookings Institution.

En este sentido, hay que destacar la tensión existente ahora mismo entre Egipto y Estados Unidos tras el proceso judicial abierto contra 19 trabajadores estadounidenses de diversas ONG que están incluidos entre los 40 activistas acusados de dirigir ONG sin permiso para trabajar en el país y de recibir fondos extranjeros sin contar con la supervisión de El Cairo.

Cambio limitado

El proceso de transición abierto en el país no ha aliviado las quejas de los activistas que exigen a los militares que traspasen inmediatamente el poder a las autoridades civiles. El éxito de las largas elecciones legislativas, en las que los grupos islamistas se han convertido en fuerzas mayoritarias en el Parlamento, se ha visto limitado por la lucha de poder existente entre la Cámara, el Ejército y el pueblo concentrado en la plaza de Tahrir.

Los grupos mayoritarios del Parlamento, el partido de los Hermanos Musulmanes y los salafistas, "creen que los votos que les ha concedido el pueblo son una concesión que les permite actuar sin rendir cuentas a la gente", explica el analista Islam Lufti a 'The Guardian', "lo que contradice las expectativas del pueblo, que ve al Parlamento como una de las herramientas legítimas para alcanzar los objetivos de la revolución".

El Parlamento, a su vez, se encuentra completamente a merced de los designios del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que en los últimos meses se ha revelado como un estamento incapaz de guiar al país hacia la transición democrática.

"Todo amago de ilusión se evaporó cuando el pasado mes de octubre el Ejército acabó con la vida de más de 20 activistas cristianos", según los analistas de 'Foreign Policy' Hani Sabra y Willis Sparks. "Conforme avanzaba 2011, estaba cada vez más claro que los generales, que habían ascendido al poder gracias a su devoción a Mubarak, comparten el punto de vista autoritario de su antiguo líder", han añadido.

Desde entonces, los militares han realizado una serie de concesiones a los Hermanos Musulmanes para repartirse el poder en Egipto y marginar a los manifestantes. "Los partidos islamistas se hacen con la política interior y dejan al Ejército las relaciones exteriores y segmentos claves de la economía. Quienes protestan, cada vez más aislados, se vuelven más violentos", explican.

Para muestra, los 15 fallecidos y miles de heridos en los enfrentamientos posteriores entre manifestantes y fuerzas de seguridad tras la tragedia que se cobró la vida de 74 personas en el estadio de fútbol de Port Said el pasado 1 de febrero durante un partido, y que sirvió de detonante para el reinicio de las protestas contra el estamento militar.

"Conspiraciones y complots"

Ante la tensión, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas se ha vuelto a erigir como salvaguarda de los derechos del pueblo y ha pedido cautela a los ciudadanos egipcios ante las "conspiraciones" y "complots" tramados a fin de desestabilizar el país.

"Las fuerzas armadas protegieron la revolución en su momento más crítico, así como las justas demandas realizadas por su gente", recalca el Consejo Supremo en un comunicado. "Hemos luchado juntos durante un año repleto de retos sin precedentes y el Ejército se ha mantenido como un seguidor del pueblo", añade.

El Consejo Supremo insiste en que "será honesto" con la ciudadanía y alerta de "complots" que pretenden golpear "al corazón de la revolución, e incitar enfrentamientos entre el pueblo egipcio y entre éste y el Ejército".

"No sucumbiremos nunca a las amenazas o las presiones", remacha el texto, "no seremos condicionados, ni nos veremos declinados ante las tormentas".

Protestas conmemorativas

Las autoridades religiosas han pedido a sindicatos y grupos juveniles que se abstengan de respaldar la ola de huelgas prevista para hoy, cuyo objetivo es cerrar universidades y fábricas y cancelar los servicios de transporte, y que precisamente ha contado con el rechazo de los Hermanos Musulmanes.

"Os pido que no dejéis de trabajar ni una sola hora y os comprometáis con vuestras tareas, con vuestra familia y con vuestro país", declaró el gran imán Ahmed el Tayib. A la petición se ha sumado el Papa de los cristianos coptos, Shenouda III, para quien "la desobediencia civil es inaceptable y muchos versos del Libro Sagrado recomiendan seguir al regente".

En respuesta, y como ha sucedido en otras tantas ocasiones, el Ejército tiene previsto reforzar su presencia con tanques y soldados adicionales para proteger los edificios del Gobierno y la propiedad pública frente a la intención de los activistas de iniciar esta campaña de desobediencia civil.

"La huelga es solo el principio de la batalla revolucionaria, que relaciona las denuncias políticas y democráticas con las sociales y económicas", según un comunicado de 93 grupos juveniles recogido por Reuters.

En respuesta, los Hermanos Musulmanes han advertido de que este llamamiento es "muy peligroso tanto para los intereses de la nación como para su futuro", habida cuenta de la violencia actual.

Mubarak, a punto de salir del hospital

El ministro del Interior de Egipto, Mohamed Ibrahim, ha ordenado al hospital de la prisión de Tora, en El Cairo, que realice los preparativos necesarios para recibir al expresidente Mubarak cuando abandone el hospital militar donde se encuentra actualmente, el Centro Médico Internacional de El Cairo, según informó la cadena de televisión Al Yazira este el domingo.

Al Yazira no ha señalado las fuentes de su información pero de confirmarse la noticia sería una concesión a los manifestantes, que han denunciado que Mubarak estaba recibiendo un trato especial por parte del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas.

Los abogados de las víctimas habían reclamado que Mubarak fuese trasladado, ya que el recorrido en helicóptero desde el hospital militar al tribunal le cuesta al Estado 500.000 libras egipcias (más de 64.100 euros).