El Cairo / Nueva York / Moscú, Agencias

Un total de 45 cadáveres, en su mayoría de mujeres y niños, fueron hallados ayer en el barrio de Karm el Zaitun, en la ciudad central de Homs, asediada y bombardeada durante semanas por las fuerzas del régimen para rendir a los efectivos rebeldes. Los opositores comités de coordinación local, que informan a diario de las cifras de bajas que causa la brutal represión, acusaron inmediatamente al Ejército sirio de perpetrar una nueva matanza.

La masacre en la devastada Homs, el principal feudo rebelde en el centro del país, fue perpetrada el domingo por la noche, horas después de la segunda reunión mantenida por el enviado de la ONU y la Liga Árabe para Siria, Kofi Annan, con el presidente sirio, Bachar al Asad, en Damasco.

Tras la matanza, los comités de coordinación local culparon al régimen de «todos los incidentes terribles» que se cometen en Siria y llamaron a los soldados a mostrar su solidaridad con el pueblo ingresando «de inmediato» en el Ejército Libre Sirio (ELS), compuesto por desertores.

Sin embargo, las autoridades sirias, a través de la agencia oficial «Sana», aseguraron que «grupos terroristas» secuestraron a familias enteras en algunos barrios de Homs, las asesinaron, y maltrataron luego a los cadáveres para difundir las imágenes y utilizarlas para granjearse el apoyo internacional.

Otro grupo opositor, la Comisión General para la Revolución Siria, aseguró que algunos cadáveres pertenecen a personas que fueron quemadas vivas, a otros se les rompió el cuello y otras partes del cuerpo, y quienes pese a todo siguieron vivos fueron degollados.

Sin embargo, una fuente del Ministerio sirio de Información citada por «Sana» insistió en que las imágenes difundidas por algunos canales árabes de televisión por satélite son de «crímenes cometidos por grupos terroristas armados contra las familias a las que habían secuestrado y matado en Homs».

Con los 45 cadáveres hallados en Homs se eleva a más de 150 la cifra de civiles muertos registrados en todo el país en las últimas 24 horas. Sólo ayer, los comités denunciaron la muerte de 44 personas, la mayoría en Homs y en Idleb (norte), objeto de una dura ofensiva militar desde hace dos días.

El Consejo Nacional Sirio, principal órgano de la oposición a Al Asad, hizo un llamamiento a una «urgente intervención militar» en Siria y al establecimiento de una zona de exclusión aérea para frenar las masacres de civiles. Y, de su lado, el ELS aseguró haber matado a 250 miembros de las fuerzas del régimen en la localidad de Rankus, en la periferia de Damasco.

Mientras todo esto ocurría, EE UU y Rusia volvieron a dejar claras en la ONU las «líneas rojas» que les separan y que impiden al Consejo de Seguridad romper su silencio sobre la represión.

Los jefes de la diplomacia de EE UU, Hillary Clinton, y Rusia, Sergei Lavrov, mantuvieron un encuentro en el que coincidieron en que el fin de la violencia es la «máxima prioridad». Y ahí se acabó toda la convergencia. «El monopolio de la violencia mortífera pertenece al régimen sirio», dijo Clinton a la salida de su reunión con Lavrov, por lo que defendió que «ante todo» sea Damasco quien detenga primero la violencia para luego poder pedirlo a la oposición.

El ministro ruso reconoció la «buena parte de responsabilidad» que tienen las autoridades sirias, pero dijo que no se debe ignorar que «ahora el Gobierno lucha no contra hombres desarmados, sino contra unidades de combate y contra grupos extremistas, incluida Al Qaeda».

Lavrov defendió el plan de cinco puntos pactado este fin de semana con la Liga Árabe, mientras el enviado especial de la ONU, Kofi Annan, se reunía con Al Asad. Ese plan, al que ayer se sumó China, fue aceptado por Damasco, pero EE UU aún lo ve con recelo.