Benedicto XVI presidió este Viernes Santo en el Coliseo de Roma el Vía Crucis, en el que dijo que la cruz ha cambiado la humanidad y tuvo palabras de aliento para las familias, "que en este tiempo -afirmó- sufren, además de incomprensiones, la precariedad del trabajo y la crisis económica".

Ante varias decenas de miles de persona que acudieron al Coliseo romano para el sugestivo rito, el pontífice manifestó que la experiencia del sufrimiento y de la cruz marca a la humanidad y a la familia.

"¡Cuántas veces el camino se hace fatigoso y difícil! Incomprensiones, divisiones, preocupaciones por el futuro de los hijos, enfermedades, dificultades de diverso tipo. En nuestro tiempo, además, la situación de muchas familias se ve agravada por la precariedad del trabajo y por otros efectos negativos de la crisis económica", subrayó.

El papa Ratzinger dijo que en esta noche del Viernes Santo la Iglesia celebra con íntima devoción espiritual la memoria de la muerte en la cruz del Hijo de Dios y que en su cruz, "se ve el árbol de la vida, fecundo de una nueva esperanza".

El Obispo de Roma agregó que el camino del Vía Crucis es una invitación para todos los hombres y especialmente para las familias, a contemplar a Cristo crucificado, "para tener la fuerza de ir más allá de las dificultades".

Benedicto XVI señaló que en la aflicción y la dificultad, no estamos solos, que la familia no está sola, ya que Jesús está presente con su amor, la sostiene con su gracia y le da la fuerza para seguir adelante, para afrontar los sacrificios y superar todo obstáculo.

El papa Ratzinger invitó a los hombres a acudir a Dios "cuando las vicisitudes humanas y las dificultades amenazan con herir la unidad de nuestra vida y de la familia", señalando que el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo alienta a seguir adelante con esperanza.

El pontífice señaló asimismo que en Cristo crucificado la muerte misma adquiere un nuevo significado y orientación, "es rescatada y vencida, es el paso hacia la nueva vida". También dijo que la Resurrección de Cristo muestra el triunfo definitivo del amor, de la alegría, de la vida, sobre el mal, el sufrimiento, la muerte. Como en años anteriores, Benedicto XVI presidió el rito de rodillas desde la colina del Palatino, frente al Coliseo.

El Vía Crucis discurrió por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continuó por delante del Arco de Trajano y concluyó en la colina del Palatino.