El Cairo / Nueva York

Combates esporádicos cerca de la frontera con Turquía y denuncias opositoras de una dura represión de las habituales protestas populares de los viernes fueron ayer los dos rasgos más destacados de la segunda jornada de alto el fuego en Siria. Los opositores estimaron en trece el número de muertes por la violencia de la jornada, una cifra que contrasta con las 50 denunciadas el jueves, primer día de entrada en vigor del alto el fuego previsto por el plan de paz del mediador y ex secretario general de la ONU, Kofi Annan.

La oposición al régimen del presidente Asad convocó protestas en todo el país en el denominado «Viernes de la Revolución de todos los sirios», a lo que las fuerzas de seguridad contestaron con disparos que dejaron más de una decena de víctimas mortales, según distintos grupos de activistas.

Annan aseguró el jueves, día en el que más que de alto el fuego hubo que hablar de rebaja del nivel de violencia, que la situación era «relativamente tranquila». Ayer anunció que Damasco ha aceptado el despliegue, en dos fases, de una misión de observadores de la ONU que supervisen el mantenimiento de la paz.

La principal violación del alto el fuego -técnicamente la primera- se produjo en la población de Jarbat al Guz, en Idleb (norte), donde se registraron combates entre el Ejército y los desertores, que no causaron víctimas. El «número dos» del rebelde Ejército Libre Sirio (ELS), Malek Kurdi, explicó a «Efe» que los enfrentamientos se desencadenaron cuando los tanques del régimen sirio dispararon contra miembros de su grupo y asediaron Jarbat al Guz.

El activista Mohamed Sarmini, miembro del opositor Consejo Nacional Sirio, aseguró que en 31 lugares del país el régimen violó ayer la iniciativa de Annan al disparar directamente contra los manifestantes. Las víctimas mortales se registraron en Deraa (sur), Hama (centro), Alepo (norte), la periferia de Damasco e Idleb, según los opositores Comités de Coordinación Local y el Observatorio de Derechos Humanos, que también documentaron bombardeos en Homs (centro).

En Nueva York, mientras tanto, se libra una batalla paralela en la sede de la ONU sobre la misión de observadores que, en dos fases, debe supervisar el alto el fuego. Admitida en principio la necesidad de la misión por los quince miembros del Consejo de Seguridad, Rusia, principal aliado de Siria, enarboló, sin embargo, las primeras reticencias.

El embajador ruso ante la organización, Vitaly Churkin, defendió que el Consejo apruebe «una resolución breve» destinada sólo a autorizar la avanzadilla de observadores que deben comprobar el cumplimiento del alto el fuego y que no se incluya en ella el «mandato más amplio» que otros países defienden. Para Rusia, el mandato del resto de los observadores requiere una negociación más larga.