Berlín / Bruselas, Agencias

La canciller alemana, Angela Merkel, reiteró ayer su apoyo al presidente galo, Nicolas Sarkozy, pese a su derrota electoral, aunque anunció su disposición a colaborar con su posible sucesor, François Hollande, si éste se impone en la segunda ronda.

La elevada posibilidad de que Hollande sea el próximo presidente de Francia ha despertado cierta inquietud en el entorno de la canciller, ya que el socialista exige que el ajuste fiscal («regeneración» lo llama Merkel) vaya acompañado de medidas del BCE para el relanzamiento de la economía, algo que hasta ahora Merkel no ha aceptado.

El viceportavoz del Gobierno, Georg Streiter, en una primera reacción en nombre de la canciller, recordó que la colaboración ha sido una tradición en las relaciones entre Francia y Alemania, ya que la buena relación entre los gobiernos ha estado «por encima de amistades personales y de intereses de partido». De hecho, los tándem históricos del eje franco-alemán, rememoró, han estado muchas veces formados por personajes de signo político contrario, desde el formado por Valéry Giscard d'Estaing y Helmut Schmidt hasta el que conformaron Jacques Chirac y Gerhard Schröder, pasando por el dúo de François Mitterrand y Helmut Kohl.

El ascenso de la extrema derecha también suscitó reacciones de preocupación y manifestaciones de carácter defensivo. Así, la Comisión Europea negó que la austeridad impuesta por la UE para combatir la crisis sea la causa del auge del populismo y la extrema derecha, y pidió a los líderes europeos que «no cedan a la tentación» de asumir estos discursos populistas.

Varios ministros de Exteriores de la UE expresaron su inquietud por el ascenso del FN. El luxemburgués Jean Asselborn sugirió incluso que parte de la responsabilidad podría recaer en Sarkozy, por hacer una campaña en la que cuestionaba algunos logros de la UE, en un intento de atraer voto ultra.

El ministro belga, Didier Reynders, señaló que «el ascenso de la extrema derecha, sea en Bélgica, en Francia o en otro sitio, es siempre un motivo de inquietud en Europa». El ministro sueco, Carl Bildt, señaló que le preocupa no sólo el ascenso de la extrema derecha, sino también el de extrema izquierda, «que también suele ser antieuropea».