Oviedo / Bruselas,

E. F. / Agencias

La fisura abierta en la fortaleza de austeridad de la canciller alemana, Angela Merkel, por el candidato socialista a la Presidencia de Francia, François Hollande, continúa agrandándose y todo deja pensar que en pocos días se habrá convertido en una brecha.

El presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, anunció ayer que estudia convocar una cumbre extraordinaria informal de líderes de la UE para avanzar medidas de relanzamiento de la economía y el empleo. De ese modo, añadió, se prepararía mejor el Consejo de los días 28 y 29 de junio en el que, previsiblemente, el crecimiento de una Europa que oscila entre la recesión y el crecimiento anémico será el asunto estrella.

«Europa necesita un crecimiento económico estructurado, y podemos lograrlo, pero las reformas llevan tiempo», afirmó Van Rompuy, citado por «Efe», quien añadió que se trata de «la más alta prioridad política para los líderes europeos en estos momentos» y que «la consolidación fiscal no es un objetivo en sí misma, sino un requisito previo para la sostenibilidad y el crecimiento».

Las palabras de Van Rompuy han sido el último eslabón hasta ahora de una cadena de efectos provocados por la victoria de Hollande en la primera vuelta presidencial francesa. Hollande, favorito en todas las encuestas para ganar también el 6 de mayo, recuerda día tras día que si gana, obligará a Alemania a renegociar el pacto de disciplina fiscal del pasado marzo para que incluya medidas de crecimiento.

El martes por la noche, el socialista francés aceptó sin ambages la necesidad del rigor presupuestario, pero advirtió de que se opondrá con uñas y dientes a «la austeridad de por vida» que, sin citarla, atribuye a Merkel.

El miércoles por la mañana, el presidente del Banco Central Europe, Mario Draghi, recogió el testigo y propuso firmar un pacto por el crecimiento y hacer reformas en la eurozona. Pocas hora después, en unas declaraciones que pasaron desapercibidas para numerosos medios españoles y franceses, Merkel abrió una ventana de flexibilidad sin precedentes en su discurso y admitió que «la austeridad por sí sola no resolverá la crisis de la deuda». Ayer mismo por la mañana, el jefe de Gobierno de Italia, el tecnócrata Mario Monti, alertó de que todas las medidas de ajuste que se toman en la UE no traerán crecimiento por sí solas y reclamó que se ponga en marcha una verdadera política para fomentarlo. Monti fue respaldado por su homólogo belga Elio di Rupo.

En mitad de ese coro de «conversos» a la línea de ataque abierta por Hollande -quien el miércoles pidió eurobonos para financiar la industria y las obras en infraestructuras-, causó ayer cierta sorpresa el explícito desmarque del presidente del Gobierno de España. Mariano Rajoy, quien, pese a la recesión en la que ha entrado el país, ratificó su apuesta por la austeridad, justificándola en que es, dijo, el compromiso que España adquirió al entrar en el euro. «No es la política de la presidenta de un país (dijo, en alusión clara a Merkel); es la política de la UE, la política del euro, la política de un proyecto en el que todos estamos porque así lo hemos querido», apostilló.

Entre tanto, Hollande precisó que no comparte la concepción del crecimiento del presidente del BCE, pero ambos están de acuerdo en que es necesario relanzarlo. Hollande se desligó de peticiones de mayor liberalización y más privatizaciones hechas el miércoles por Draghi.