Diversas organizaciones sociales convocaron ayer nuevas protestas a través de las redes sociales en doce ciudades de Brasil para pedir rebajas en los transportes públicos y condenar el gasto en eventos deportivos. El discurso de la presidenta del país, Dilma Rousseff, para recoger las reclamaciones populares y poder aplacar la tensión en la calle no ha tenido éxito, y asociaciones como Movimiento Paso Libre (MPL) avisan de continuar hasta lograr la gratuidad total del transporte.

Las ciudades escenario de las manifestaciones fueron Belo Horizonte, São Paulo, Brasilia, Río de Janeiro, Fortaleza, Campo Grande, Bahía, Curitiba y Boa Vista, aunque se prevé que se sumen otras más pequeñas a las marchas y movilizaciones.

Estas protestas son la respuesta al anuncio televisado de la presidenta brasileña, quien se comprometió a escuchar las demandas de la ciudadanía e impulsar los cambios políticos necesarios en el país mediante un pacto nacional con las autoridades estatales y municipales para mejorar los servicios públicos.

Aunque en su inicio las reclamaciones giraron en torno al alza del precio del transporte, ahora las reivindicaciones inciden más en la demanda de la calidad de estos servicios públicos, mayor lucha contra la corrupción y suspensión de la aprobación de la ley que limita el poder de investigación del Fiscal, actualmente a trámite en el Congreso.

Una de las asociaciones más activas, precursora en São Paulo de estas movilizaciones que acabaron extendiéndose a todo el país, el MPL, manifestó a través de Facebook que «a lo largo de nuestros ocho años no hemos dejado nunca de salir a protestar a las calles», ni aunque bajen el coste, ya que su objetivo principal es conseguir la «tarifa cero», es decir, la gratuidad total del transporte público, «por lo que no va ser ahora diferente», afirmaron.

La protesta en Salvador coincidió con el partido de la Copa Confederaciones entre las selecciones de Brasil e Italia, por lo que se reforzó la seguridad en torno al estadio Fonte Nova y en las calles contiguas. En Belo Horizonte, Minas Gerais, las manifestaciones tuvieron lugar también ante el encuentro entre Japón y México frente al estadio Mineirão, mientras que en la zona metropolitana hubo movilizaciones en contra del gasto público empleado en la organización de esta Copa y el Mundial de 2014. El viernes más de 100.000 brasileños protestaron en 77 ciudades para exigir al Gobierno mayor inversión en Educación y Sanidad y menos gasto en fútbol. En las movilizaciones del jueves fueron más de dos millones los participantes.

La presidenta, Dilma Rousseff, se vio forzada a reconocer la legitimidad de las multitudinarias protestas, y aseguró que las demandas de los manifestantes pasarán a ser «prioridad nacional», en un discurso a la nación grabado y retransmitido por la cadena estatal.

«Las manifestaciones de esta semana han traído importantes lecciones: las tarifas bajarán y las demandas de los manifestantes serán prioridad nacional», dijo. Sin embargo, hizo hincapié en la violencia insuflada por una «pequeña minoría», que ha provocado fuertes enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes. Hasta el momento, dos personas han muerto en los disturbios.

Rousseff, que ha evitado hablar de la actuación policial, advirtió de que el rebrote de la violencia podría malograr esta «gran oportunidad histórica» para aplicar cambios y «poner en riesgo muchas cosas». La presidenta llamó a no permitir que una «minoría violenta y autoritaria» pueda «manchar» y «avergonzar» a Brasil.

Rousseff se reunirá con los líderes de las protestas, y anunció un paquete de reformas. Dijo que convocará una cumbre con los gobernadores y alcaldes de las principales ciudades para discutir la mejora de los servicios públicos. Sin embargo, la oposición le reprochó su discurso por superficial y le exigió que destine el 10 por ciento del presupuesto a sanidad. El futbolista Romario dio su apoyo a las protestas, y dijo que la FIFA manda en su país. EE UU alertó del riesgo en Brasil, adonde Brad Pitt suspendió su viaje.